CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 1, 2002



¡No exijan tanto de la Cuba republicana! (I)

Luis Gómez y Amador. El Nuevo Herald, Abril 1, 2002.

Parece ser que cada cubano en el exilio tiene su propia opinión sobre el derrocamiento del sistema republicano, el 1 de enero de 1959; pero ninguna, que sepamos, ha predominado como la más convincente, de las muchas que en cuarenta años hemos oído y leído en círculos de amistades, conferencias, programas radiales, revistas especializadas en política e historia, periódicos y libros, porque esas opiniones sobre tan complejo caso, el derrumbe del sistema republicano en Cuba, reflejan niveles de experiencias individuales en la isla amada, las generaciones a que pertenecen, sus afiliaciones políticas, educación, años de estadía en el exilio, etc.

Aunque dignas de atención, en mayor o menor grado son generalmente expresadas o expuestas, cuando se toca el cómo y el porqué, de manera categórica e irrefutable, muy de acuerdo, usualmente, con la idiosincrasia del cubano. Y no pasan, pues, de puras especulaciones o puntos de vista de variables méritos: de un complejo o laberinto de posibles causas del gran desastre de que hablamos, señalar una o varias de ellas, no puede, de ninguna manera, dar en el blanco.

Se dice que en la isla existía demasiada corrupción política y administrativa; que los políticos eran todos demagogos y ladrones, indiscriminadamente; que la intervención de intereses foráneos en la vida y en la economía nacional había debilitado mucho la integridad moral y la soberanía del país; que la laxitud del cubano ante el devenir de los acontecimientos nacionales había creado un ciudadano irresponsable e indiferente; que la riqueza y el progreso estaban mal distribuidos entre La Habana y las provincias; que el pueblo estaba cansado de tanta violencia terrorista y abusos policiales; que si Batista esto y lo otro, etc.

Los que sostienen como verdadera una o varias de esas posibles causantes deberían recordar que la Cuba republicana sólo tuvo una existencia de poco más de medio siglo; que al iniciarse, el 20 de mayo de 1902, Cuba arrastraba el pesado bagaje de cerca de cuatro siglos bajo un régimen colonial, dominado por capitanes generales que, con poquísimas excepciones, eran notablemente corruptos y abusivos del poder omnipotente de que estaban investidos por la metrópolis; que en ese ambiente centenario, los criollos hasta la intervención militar de Washington en la guerra cubano-española (1898), no tuvieron la oportunidad de adquirir experiencia administrativa gubernamental, judicial ni política de ningún tipo o forma, porque estaban excluidos sistemáticamente de esas actividades a favor de los peninsulares, cuya preferencia oficial les permitía manipular los cargos para enriquecerse en detrimento del país, en lo moral y económico; que la población era heterogénea, según el censo de 1899, (criollos blancos, peninsulares, negros, mulatos, chinos, ex esclavos, etc.) con niveles culturales, educativos y sociales muy diversos y distantes (tres cuartas partes de los censados eran analfabetos).

Y deberían recordar que la guerra de devastación total llevada a rajatabla por el generalísimo Máximo Gómez, como eje central de su estrategia militar para forzar a España a retirarse de la contienda, conjuntamente con la del capitán general Valeriano Weyler para reducirle todo lo posible los medios de subsistencia al ejército libertador, arruinaron la isla de punta a punta (según William J. Calhoun, enviado a Cuba por el presidente McKinley en mayo de 1897 para informarle de la situación real en Cuba, ''en Matanzas sólo encontró tierras desoladas, todo quemado y destruido. Y que ni siquiera pudo ver a un ser humano ni animal alguno por los campos'' (nota tomada de mi libro La odisea del almirante Cervera y su escuadra. Batalla naval de Santiago de Cuba, 1898, p.75).

Los siguientes datos se explican por sí mismos: en 1868 funcionaban 1,365 ingenios azucareros y trapiches y al final de la guerra (1895-1898) esa cantidad descendió a 207; en 1895 había 90,000 fincas de labranza y plantaciones y cuatro años más tarde, en 1899, sólo 60,000; en 1895 se cultivaban 1.300,000 acres y en 1899 sólo 900,000; al acabar la guerra el ganado vacuno, una de las grandes riquezas de Cuba, había disminuido el 90%.

En esas dramáticas condiciones económicas se inauguró, tres años más tarde, la República, el 20 de mayo de 1902, con un poco más de millón y medio de habitantes [según Hugh Thomas --Cuba the Pursuit of Freedom, p. 423--, Cuba perdió 300,000 habitantes a consecuencia de la guerra, y comparando la población en 1899 con las de otros países que sufrieron guerras, añade, "pocas naciones perdieron tal proporción de población en una guerra anterior a esa fecha (1899)''].

© El Nuevo Herald

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