"Cultura
Cubana"
Ramón Díaz-Marzo / CubaNet
LA HABANA, septiembre - De todas las cosas buenas que tiene mi Laptop, el
silencio es lo mejor. Uno puede escribir y escribir sin que los vecinos se
enteren. Imagino qué le hubiera ocurrido en la década de los años
70 a un escritor a quien la Seguridad del Estado Cubana le hubiera ocupado esta
máquina. Seguramente habría sido acusado de agente del
imperialismo yanqui, y los especialistas del MININT, en aquel entonces, se habrían
roto la cabeza tratando de hallarle al equipo alguna otra función que no
fuera la de la simple escritura.
El modo habitual de escribir en nuestra época fue muy primitivo. Yo
recuerdo, por ejemplo, que en el año 1971, que fue cuando comencé
a creerme el cuento de que yo iba a ser escritor, los bolígrafos que
ahora hasta los niños de primer grado utilizan con desprecio, para
nosotros era un lujo comparable al de un escritor realizado. También
recuerdo el papel que utilicé en mis primeros encuentros con el lenguaje.
Era el papel grueso que los panaderos utilizaban para envolver el pan que se le
vendía a la población.
Mi primer intento literario fue llevar un conteo diario de mis observaciones
sobre mí mismo después que leí "Crimen y Castigo".
Esto lo comencé a hacer con mucha alegría el día que logré
que en una panadería me regalaran un abultado fajo de papel de envolver
el pan. Los lápices de grafito también escaseaban. Los vendían
mediante una libreta de productos industriales que ya no existe. Y las colas,
para comprarlos, se parecían a las de los habitantes de Europa que uno ha
visto en los documentales del fin de las Guerras Mundiales con una cazuela en la
mano para conseguir alimentos con las tropas aliadas. Y mi primer instrumento de
escribir fue un mocho de lápiz.
Y ahora que recuerdo aquella etapa me asombra el entusiasmo con el cual
emprendí la tarea de convertirme en escritor. Para seguir el curso de
esta platica podría decir que si volviera a ocurrirme lo mismo, tendría
el mismo ímpetu. Pero no voy a decirlo. Sería una presunción.
Por eso, ahora mismo no sé si, encontrándome otra vez en aquellos
maravillosos pero difíciles días, tendría la misma fuerza.
Y eso es un gran misterio. Las cosas se hacen. Después pasa ese tiempo
presente y uno hace otras cosas. De manera que tal vez el secreto de cualquier
actividad consista en hacer las cosas. Porque lo pasado, pasado está. Y
nadie ha regresado del futuro para demostrar que lo hubiera podido hacer de otro
modo.
Lo único en todo este lío de escribir que extraño es el
estado mágico: el olor de los libros, el entusiasmo por la vida presente,
el convencimiento de que lo que hacía era lo mejor que podía
hacer, el encuentro con amigos que pretendían lo mismo, las noches de
recorrer la ciudad y sentarnos en los parques del reparto Vedado y hablar sin
darnos cuenta de un tiempo transcurriendo; y por sobre todas las cosas, la fe y
esperanza en la amistad. Era, entonces, maravilloso querer ser escritor. La vida
era menos sucia. Todas las cosas resplandecían con poesía. El
futuro nos pertenecía. Hasta un día, cuando llegó la
Seguridad del Estado y supimos que el gobierno socialista tenía una cara
fea. A partir de entonces el camino para ser escritor se convirtió en un
calvario.
Y nos hicimos hombres y mujeres en medio de una guerra que no ha terminado.
Son muchos los que han quedado en el camino. Eligieron a tiempo otras
actividades que no tuviera relación con la cultura. Y no sé si eso
los habrá salvado. O si no tenían el talento y el calibre
suficiente para soportar. Pero los que nos mantenemos en la trinchera (aunque
nunca hayamos publicado un libro) nos sentimos realizados, a pesar de que nos
tocó vivir una etapa de la historia de Cuba donde ser escritor era, y es,
peor que ser asesino o ladrón. Y como las imágenes de gentes
haciendo cola con sus jarros y calderos durante las Guerras Mundiales, uno sabe
que sólo en eso se han quedado.
Pienso que toda esta etapa de ser, "delincuentes del pensamiento"
también pasará. Y nuestro amor por la literatura será
recompensado; especialmente en aquellos que jamás le vendieron su alma al
militarizado cuerpo del Consejo Nacional de Cultura que, dicho sea de paso,
tanto daño le hizo a la Cultura Nacional Cubana.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|