Periodista
desinformado
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, septiembre - Tracey Eaton, en
artículo
publicado en el Dallas Morning News, muestra un cuadro de la agricultura
cubana bastante distanciado de la realidad. En su escrito, Eaton habla de una
supuesta "revolución verde" y, coincidiendo con otro autor
norteamericano, la define como "la ola del futuro para los países en
desarrollo".
Desafortunadamente, su visión del agro en la mayor de Las Antillas es
distorsionada. El principal cultivo, la caña de azúcar, se
encuentra en crisis permanente. Los rendimientos por área logrados son
los más bajos del mundo, según la Organización para la
Alimentación y la Agricultura (FAO). La última zafra azucarera
apenas rebasó los 3,5 millones de toneladas, un volumen ridículo
si se tiene en cuenta que en 1919 ya se elaboraban más de 4 millones con
la cuarta parte de la población actual y medios tecnológicos
inferiores.
Dado este desastre, a partir del presente mes el gobierno le quitó a
cada ciudadano una libra de azúcar crudo de la cuota mensual vendida a
través del sistema de racionamiento. Con ello quedó reducida a dos
libras, hecho insólito en país que históricamente se situó
entre los mayores suministradores de azúcar al mundo.
La ganadería vacuna, riqueza tradicional del país, está
en proceso de extinción. La masa ganadera disminuyó en 39,0 por
ciento entre 1967 y 1999, según los datos oficiales disponibles, aunque
muchos especialistas estiman que el decrecimiento es mayor.
El ganado restante se encuentra en pésimas condiciones: mal atendido,
con áreas de pastos cada vez menores debido a la invasión de la
maleza y, además víctima del permanente hurto y sacrificio ilegal
facilitado por el descontrol existente sobre los animales y la alta demanda
insatisfecha de carne.
Como consecuencia, la producción de leche se redujo en 45,4 por
ciento y la de carne vacuna en 49,2 por ciento entre 1989 y 1999. Actualmente,
la leche es vendida a los niños (de manera racionada) sólo hasta
que cumplen los siete años de edad. La carne roja, como bien señala
el señor Eaton, "está fuera del alcance de la mayoría
de los cubanos".
El calamitoso estado de la agricultura también queda comprobado por
la alta dependencia del exterior para la alimentación de los cubanos. El
55 por ciento de las calorías, el 50 de las proteínas y el 90 por
ciento de las grasas consumidas por la población provienen de las
importaciones, según lo informado en el V Congreso de la Asociación
Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANECC), que se efectuó a
fines de 2000.
Debe aclararse que la dependencia real es mucho más elevada de la que
se desprende de estos porcentajes, pues los consumos de nutrientes están
contraídos en una proporción alta por el mercado racionado.
Incluso son más bajos que aquellos anteriores al llamado "período
especial".
Los consumos de nutrientes en el 2000 ascendieron a 2,585 calorías y
68 gramos de proteínas diarios, de acuerdo con informaciones oficiales,
lo que representa 12,4 por ciento y 13 por ciento, respectivamente, por debajo
de los niveles pre crisis. En el caso de la ingestión de grasas
comestibles se calcula que la diferencia es superior al 40 por ciento.
Asimismo, el consumo actual de nutrientes está afectado por una
estratificación social en aumento lo que resulta en el acceso a los
alimentos de forma desigual, en dependencia principalmente de que las personas
posean dólares.
A la vez, prevalece cierto factor prácticamente inexistente antes de
la década del 90: el turismo (1 millón 765 mil visitantes en el
2000), que con su consumo alimentario distorsiona considerablemente los per cápita
nacionales, que no guardan relación alguna con la verdadera situación
alimentaria afrontada por la ciudadanía.
Por último, Eaton expresa que a diferencia de otros lugares donde se
han efectuado reformas agrícolas, en Cuba no ha existido el abandono por
los campesinos de sus tierras y la existencia de emigración rural masiva.
Eaton debe conocer que antes de 1959 el 43 por ciento de la población
cubana residía en zonas rurales. El censo efectuado en 1981 arrojó
que la población rural se redujo al 31 por ciento y, de acuerdo a los
anuarios estadísticos gubernamentales, en la actualidad se estima en poco
más del 20 por ciento, con alta tendencia a disminuir.
Este impresionante despoblamiento rural fue causado por la aplicación
de un modelo centralizador que desarraigó masivamente al campesino de su
tierra. El latifundio existente antes de 1959 se sustituyó por el
latifundio estatal, que con sus mecanismos anuló la creatividad, la
iniciativa individual y colectiva en la agricultura cubana, y provocó el éxodo
indetenible de los campesinos hacia las ciudades.
Es cierto que en años recientes se han aplicado determinadas
iniciativas en busca de mayores niveles de eficiencia productiva, apoyándose
en mecanismos de mercado. Es el caso de algunas experiencias comenzadas por las
Fuerzas Armadas, como los huertos intensivos y los organopónicos para el
cultivo de vegetales, con amplia utilización de estímulos
salariales y de otro tipo a los trabajadores.
También se han aplicado otras reformas dirigidas a pagar mejores
precios por sus productos a los agricultores, incluidos los campesinos
particulares, tomando en consideración las fluctuaciones del mercado. Sin
embargo, estas reformas son muy tímidas y, por tanto, han tenido un
impacto productivo limitado.
Verdaderamente, la solución viable para sacar a la agricultura cubana
de la crisis es la realización de transformaciones que, con sus etapas,
secuencias, y en un marco jurídico adecuado, entregue la tierra a los
campesinos y, donde sea posible que los productores dirijan sus organizaciones,
decidan libremente sus destinos a través de verdaderas cooperativas u
otras formas de gestión.
Mientras tanto, carece de sentido hablar de que una revolución verde
esté en marcha.
Las
reformas agrícolas están poniendo alimentos en las mesas cubanas /
The Dallas Morning News
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