Mariano del Mazo.
Clarín digital. Buenos
Aires, octubre 30, 2001.
Este señor que está vestido de cubano habano,
sombrerito, discurso encendido es, efectivamente, cubano. Y le acaba de
mandar un mail a Silvio Rodríguez para contarle de la apertura de un
boliche de son en pleno Buenos Aires. Con Silvio lo une un afecto especial: con
él, y con Pablo Milanés y Noel Nicola fundó, en 1971, la
Nueva Trova.
Rafael de la Torre Guerrero nació en Camagüey, en 1951. En 1969,
como soldado, hizo sus primeras canciones en un campamento militar en Managua.
Su bolero Distancia se hizo famoso entre los cuarteles que intentaban exportar
la revolución castrista. "Después estuve tres años en
Africa. Angola, Congo... Todos queríamos ser como el Che". Lejos de
aquellos tiempos que hoy reverberan extraños y románticos, el músico
da batalla ahora desde su casita de Fitz Roy y Loyola. Desde 1996 está
radicado en la Argentina, donde adquirió el hábito del mate, el
asado y el vino tinto, y el de extrañar horrores "a la isla".
El motivo de la radicación pudo tener variables y rodeos pero finalmente
tropezó con el clásico de la inmigración cubana:
enamorarse. En 1993 vino por primera vez, acompañando a una cantante
llamada, caramba, Clara Victoria. "En el 96 regresé, y participé
de algunos proyectos artísticos que tenían como objetivo difundir
nuestra cultura en Buenos Aires. Ahí conocí a Patricia. Y, como
dicen ustedes, me agarré un metejón bárbaro."
Nunca más volvió a Camagüey. Allá dejó dos
hijos adolescentes y cierto fervor revolucionario que intenta recrear en la
Buenos Aires del ántrax y el riesgo país. "Quiero que mis
hijos estudien en Cuba que, me atrevo a decir, tiene una educación
impecable."
Cada noche, Rafael de la Torre se para en el escenario de Ron & Son con
su guitarrita trovadora y descerraja un grandes éxitos que va de Pequeña
serenata diurna a Chan chan. "Como dicen ustedes, la monada se vuelve loca".
- ¿Cómo se siente un cubano en Buenos Aires?
- Bien, a pesar del vértigo. Ya me voy acostumbrando. Al vértigo
y a la crísis.
Soy feliz aquí, y soy feliz en formar parte del intercambio cultural
que se da entre Cuba y Argentina. Que viene de lejos. Yo me crié
escuchando hablar de un montón de artistas argentinos. De cómo
gusta el tango en mi país, ni hablar.
- ¿Cómo fueron los tiempos de la fundación de la Nueva
Trova?
- Yo era de Camagüey, y me junté con los muchachos de La Habana
en 1971. Eramos cantores de protesta, ni más ni menos. Dentro de la
Revolución, queríamos impactar, queríamos contar lo que
ocurría en nuestro tiempo. Admirábamos a Pete Seeger y Bob Dylan.
Tuvimos algunos problemas con la censura. Es que no nos entendían, escribíamos
de un modo retorcido, con búsquedas poéticas.
- ¿Cómo veían ustedes, por ejemplo, el hecho de que Los
Beatles estaban prohibidos en Cuba?
- Ahora parece increíble, ¿no? Lo veíamos mal. Pero,
bueno... En aquel tiempo los organismos intermedios estaban copados por gente
muy corta, de poca cultura.
- ¿Por qué no sos tan reconocido?
- He estado al lado de dos monstruos como Pablo y Silvio y, además,
estuve ocupado de entrada en cuestiones de organización de la Nueva
Trova. Yo era secretario ejecutivo.
- ¿Qué pensás del fenómeno Buena Vista Social
Club?
- No me molesta... Al contrario.
- ¿No pensás que el hecho de que estés acá,
tocando todas las noches con buen suceso, es consecuencia de Buena Vista?
- Puede ser. Y también por mérito propio. Soy un trovador en
serio. No canto cualquier verdura. Como dicen ustedes.
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