Visita
indeseada
Héctor Maseda, Grupo Decoro / CubaNet
LA HABANA, octubre - Chao, conocido oficial de la policía política
de Fidel Castro, se levantó temprano la mañana del 11 de octubre.
Le esperaba una jornada agitada. Además de las obligaciones de rutina,
visitaría a José Manuel Ríos Ramos, presidente del Grupo de
Apoyo del Colegio de Pedagogos Independientes de Cuba. Su misión era
presionarlo. "Qué lástima -pensó- tenía otros
planes para ese día, pero las órdenes se cumplen, no se discuten".
"José Manuel es un antiguo opositor de la revolución
-recordó el oficial- fue miembro del Movimiento de Recuperación
Revolucionaria (MRR), según consta en los informes. Se alzó en
Matanzas en 1962, lo capturaron y lo condenaron a diez años de privación
de libertad por atentar contra los poderes del Estado en la causa 128 de 1963,
aunque la petición fiscal fue de treinta años. Desde que 'El
guajiro', como llaman a José Manuel por su origen campesino, salió
de la cárcel actúa contra el gobierno. Es hombre convencido de que
el socialismo es malo para los pueblos, posee sólidas convicciones y no
tiene miedo. Ahora tiene 62 años de edad".
En medio de estas reflexiones Chao llegó a la sala Mariana Grajales
del Instituto de Angiología en compañía de otro oficial al
que presentó como Manuel. José Manuel está ingresado en
este centro médico hace tres meses porque tiene infección en el
pie derecho, que se le complicó por problemas circulatorios,
descalcificación en los huesos y diabetes. Lo sometieron a tres
intervenciones quirúrgicas y poco faltó para que le amputaran el
miembro. Hace treinta días le injertaron tejido para tratar de salvarle
el pie, injerto que aún no ha prendido, por lo que requiere atenciones
extremas de higiene y cuidados especiales, de acuerdo a las orientaciones del
cirujano. Ahora está en vísperas de ser dado de alta y el
Departamento de Seguridad del Estado (DSE) teme que su presencia en el municipio
habanero de Santa Cruz del Norte "altere la tranquilidad ciudadana",
porque los campesinos de la zona ven en El Guajiro a un líder natural.
Al verlo, Chao le dijo que necesitaba hablar con él a solas. Eran las
3 y 30 de la tarde. José Manuel le respondió que no podía
caminar ni moverse en áreas exteriores a la sala sin cubrirse el pie para
evitar infecciones u otras complicaciones con el injerto, ya que éstas
eran instrucciones dejadas en la sala por el especialista.
Chao buscó una silla de ruedas y, haciendo caso omiso de las palabras
del enfermo, comenzó a pasearlo por el hospital hasta que al fin se
detuvo en un parque interior. La conversación se prolongó hora y
media.
El mensaje de los oficiales de la policía política fue el
siguiente: "Venimos a aconsejarte, teniendo en cuenta tu estado de salud y
edad avanzada. Tú no resistes otro período en prisión. De
allí no saldrás vivo. Sé inteligente y deja de buscar
firmas para el llamado Proyecto Varela. Cuando regreses a Valle Elena (donde
vive José Manuel en Santa Cruz del Norte) no te vamos a permitir que lo
revoluciones. Si no obedeces te llevaremos nuevamente a los tribunales".
Tampoco faltaron frases hirientes y calumnias dichas por el oficial contra
algunos disidentes, a los que calificó de "corruptos, terroristas,
vendedores, de revendedores de medicamentos deficitarios en el mercado nacional,
de receptores de dinero del imperialismo..."
José Manuel se molestó con la discusión, pero se sentía
vivo y capaz de enfrentarlos nuevamente. No obstante, su salud lo traicionó.
Le subió la presión peligrosamente y comenzó a ponerse
rojo. Los oficiales del DSE se preocuparon y decidieron dar por terminada la
conversación, no porque les importara un comino la vida de aquel hombre,
sino para que no le ocurriera nada en presencia de ellos y evitar que los
culparan de cualquier desenlace fatal.
En medio de este desagradable encuentro se apareció una enfermera
amiga de José Manuel, nombrada Carmen Bermúdez. Ella se incorporó
al grupo sin saber que aquellas dos personas eran oficiales de la policía
política que se despedían "amistosamente" del enfermo.
De este modo el asunto tomó otro rumbo: mientras uno de los agentes
llevaba de vuelta a la sala a José Manuel, el otro interrogó a la
enfermera por dos horas.
Las consecuencias que se derivaron de estos hechos no pudieron ser peores. A
José Manuel la hipertensión y la subida de azúcar en sangre
le hicieron pasar un mal rato. Se comprobó, por el paciente, que los
oficiales no estaban autorizados por ningún médico para actuar
como lo hicieron, conscientes de que se le podía infectar el pie por no
estar cubierto con la gasa antiséptica.
Esa tarde, el oficial Chao regresó a su hogar satisfecho. Había
cumplido la misión que el mando le encomendó. Se recostó en
la cama, sonriente, convencido de que había logrado lo que quería.
¡Qué le importaba a él la vida o contribuir a la muerte de un
enemigo de la revolución! A fin de cuentas en el amor y en la guerra todo
vale.
Cerró los ojos y trató de que su tranquila conciencia le
permitiera conciliar el sueño.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|