CUBANET .INDEPENDIENTE

25 de octubre, 2001


De Guantánamo a Lourdes

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro / CubaNet

LA HABANA, octubre - Cuánto sabe el cubano sobre la base naval de Guantánamo, cuánto no sabe sobre la base de radioescucha de Lourdes. Así es la política: la verdad, es lo que no se ve. La prensa oficial cubana tenía, y tiene, banderín abierto para reportar cuanto se le ocurra sobre la base de Guantánamo, pero que no se le ocurriera, o se le ocurra, hablar de la base de Lourdes más allá de lo permitido.

La base naval de Guantánamo es estadounidense; la de Lourdes, primero soviética, ahora rusa.

De la base naval de Guantánamo se sabía desde antes de construirla y tenía sus adeptos y sus opositores desde entonces; de la de Lourdes el misterio envolvió su construcción, su funcionamiento y hasta su ubicación hasta el día en que a Vladimir Putin se le ocurrió cancelar el contrato con Cuba para la misma, y no fue nunca un asunto que incumbiera a fieles o contrarios.

Ahora ambas bases están en litigio. Desde que en la década de los sesenta el gobierno cubano entrara en desacuerdo con los Estados Unidos, la base naval de Guantánamo se convirtió en punta de lanza política. La lucha porque se desmantele ha sido permanente y la población ha sido impuesta de cuanto detalle se relacione con ella. Con la de Lourdes sucede lo contrario. Nada sabe el pueblo de la misma y la lucha es porque no se desarbole. ¿Quién entiende la política? ¿Ambas no son extranjeras? ¿No estamos luchando por la independencia total?

Es que la independencia tiene más entresijos que una ciudad desconocida y laberíntica. El que pierda el rumbo se extravía para siempre.

Mantenerse en el poder, ya de un gobierno liberal nacional o conservador republicano, o todos mezclado como el que se estableciera en Cuba en 1902; o de un gobierno tan ecléctico como el primero y que al fin deviniera comunista establecido en 1959, tiene sus rejuegos y su precio. Si los cubanos del nacimiento de la república tuvieron que aceptar el artículo siete de la Enmienda Platt para que no se perdiera del todo la República, Fidel Castro tuvo que aceptar convertirse en tentáculo del imperio comunista soviético en esta parte del mundo para que su "naciente revolución" no fuera asfixiada económicamente. Ese es el precio que los desvalidos siempre tienen que pagar para aliarse a los poderosos.

La "legalidad" de la base naval de Guantánamo se la otorgó aquel apéndice a nuestra Constitución de 1901 que el senador Orville H. Platt presentara ante el Congreso de los Estados Unidos y que el presidente, después de aprobado por el Comité de Asuntos Cubanos, firmara y convirtiera en ley, y que en su artículo siete establecía la cesión de porciones de suelo cubano para la ubicación de bases navales y carboneras.

La "legalidad" de la base de radioescucha de Lourdes se la otorgó la factualidad de un gobierno que actuó sin Constitución alguna desde 1976 y que se abroga el derecho de tomar cualquier decisión sin necesidad de refrendarla.

Ambas, hoy, son motivo de pataletas por parte del gobierno de Cuba. Los Estados Unidos y el, en la actualidad, gobierno ruso han hecho caso omiso de las histerias cubanas. Ni se ha retirado la base naval de Guantánamo, ni, según parece, permanecerá la base de radioescucha de Lourdes. Y es que la dependencia no deja de ser dependencia por más esfuerzo que haga el dependiente. La decisión final siempre la toma la parte poderosa.

Y eso me trae a la memoria aquellos nefastos días de octubre de 1962. El pueblo cubano no se había enterado de "la también legal" presencia de cohetes con cabezas nucleares en el país. Corríamos el peligro de que se desatara una guerra nuclear y nuestros jóvenes, candorosos, enfebrecidos y ciegos, se apostaban, empuñando armas inútiles para tal campaña, a todo lo largo de nuestro territorio.

Para suerte nuestra y del mundo, otra vez los poderosos, ninguneando olímpicamente al dependiente, optaron por llegar a acuerdos sensatos. John F. Kennedy y Nikita Kruchov, después de ciertos forcejeos militares y diplomáticos, fumaron la pipa de la paz. Nos salvamos y se salvó el mundo y en ello tuvo poco que ver la nacioncita dependiente, porque está probado que el que de ajeno se viste, en la calle lo desnudan.

Luego vinieron insultos y diatribas contra nuestros hermanos soviéticos, pero terminamos besándoles las manos porque, a fin de cuentas, eran las que nos alimentaban, y estuvieron haciéndolo hasta la alborada de los 90.

Hoy día, quizás, sean inútiles ya la base naval de Guantánamo y la base de radioescucha de Lourdes, pero los poderosos las instalan o las retiran, en contubernio con los gobiernos necesitados y sin andar oyendo mucho al pueblo, cuando se les viene en gana. Lo demás son perretas de pobres.


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