De Guantánamo
a Lourdes
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro / CubaNet
LA HABANA, octubre - Cuánto sabe el cubano sobre la base naval de
Guantánamo, cuánto no sabe sobre la base de radioescucha de
Lourdes. Así es la política: la verdad, es lo que no se ve. La
prensa oficial cubana tenía, y tiene, banderín abierto para
reportar cuanto se le ocurra sobre la base de Guantánamo, pero que no se
le ocurriera, o se le ocurra, hablar de la base de Lourdes más allá
de lo permitido.
La base naval de Guantánamo es estadounidense; la de Lourdes, primero
soviética, ahora rusa.
De la base naval de Guantánamo se sabía desde antes de
construirla y tenía sus adeptos y sus opositores desde entonces; de la de
Lourdes el misterio envolvió su construcción, su funcionamiento y
hasta su ubicación hasta el día en que a Vladimir Putin se le
ocurrió cancelar el contrato con Cuba para la misma, y no fue nunca un
asunto que incumbiera a fieles o contrarios.
Ahora ambas bases están en litigio. Desde que en la década de
los sesenta el gobierno cubano entrara en desacuerdo con los Estados Unidos, la
base naval de Guantánamo se convirtió en punta de lanza política.
La lucha porque se desmantele ha sido permanente y la población ha sido
impuesta de cuanto detalle se relacione con ella. Con la de Lourdes sucede lo
contrario. Nada sabe el pueblo de la misma y la lucha es porque no se desarbole.
¿Quién entiende la política? ¿Ambas no son extranjeras? ¿No
estamos luchando por la independencia total?
Es que la independencia tiene más entresijos que una ciudad
desconocida y laberíntica. El que pierda el rumbo se extravía para
siempre.
Mantenerse en el poder, ya de un gobierno liberal nacional o conservador
republicano, o todos mezclado como el que se estableciera en Cuba en 1902; o de
un gobierno tan ecléctico como el primero y que al fin deviniera
comunista establecido en 1959, tiene sus rejuegos y su precio. Si los cubanos
del nacimiento de la república tuvieron que aceptar el artículo
siete de la Enmienda Platt para que no se perdiera del todo la República,
Fidel Castro tuvo que aceptar convertirse en tentáculo del imperio
comunista soviético en esta parte del mundo para que su "naciente
revolución" no fuera asfixiada económicamente. Ese es el
precio que los desvalidos siempre tienen que pagar para aliarse a los poderosos.
La "legalidad" de la base naval de Guantánamo se la otorgó
aquel apéndice a nuestra Constitución de 1901 que el senador
Orville H. Platt presentara ante el Congreso de los Estados Unidos y que el
presidente, después de aprobado por el Comité de Asuntos Cubanos,
firmara y convirtiera en ley, y que en su artículo siete establecía
la cesión de porciones de suelo cubano para la ubicación de bases
navales y carboneras.
La "legalidad" de la base de radioescucha de Lourdes se la otorgó
la factualidad de un gobierno que actuó sin Constitución alguna
desde 1976 y que se abroga el derecho de tomar cualquier decisión sin
necesidad de refrendarla.
Ambas, hoy, son motivo de pataletas por parte del gobierno de Cuba. Los
Estados Unidos y el, en la actualidad, gobierno ruso han hecho caso omiso de las
histerias cubanas. Ni se ha retirado la base naval de Guantánamo, ni, según
parece, permanecerá la base de radioescucha de Lourdes. Y es que la
dependencia no deja de ser dependencia por más esfuerzo que haga el
dependiente. La decisión final siempre la toma la parte poderosa.
Y eso me trae a la memoria aquellos nefastos días de octubre de 1962.
El pueblo cubano no se había enterado de "la también legal"
presencia de cohetes con cabezas nucleares en el país. Corríamos
el peligro de que se desatara una guerra nuclear y nuestros jóvenes,
candorosos, enfebrecidos y ciegos, se apostaban, empuñando armas inútiles
para tal campaña, a todo lo largo de nuestro territorio.
Para suerte nuestra y del mundo, otra vez los poderosos, ninguneando olímpicamente
al dependiente, optaron por llegar a acuerdos sensatos. John F. Kennedy y Nikita
Kruchov, después de ciertos forcejeos militares y diplomáticos,
fumaron la pipa de la paz. Nos salvamos y se salvó el mundo y en ello
tuvo poco que ver la nacioncita dependiente, porque está probado que el
que de ajeno se viste, en la calle lo desnudan.
Luego vinieron insultos y diatribas contra nuestros hermanos soviéticos,
pero terminamos besándoles las manos porque, a fin de cuentas, eran las
que nos alimentaban, y estuvieron haciéndolo hasta la alborada de los 90.
Hoy día, quizás, sean inútiles ya la base naval de
Guantánamo y la base de radioescucha de Lourdes, pero los poderosos las
instalan o las retiran, en contubernio con los gobiernos necesitados y sin andar
oyendo mucho al pueblo, cuando se les viene en gana. Lo demás son
perretas de pobres.
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