¿Televisión
para entretener?
Miriam Leiva / CubaNet
LA HABANA, octubre - La programación de la televisión cubana
atraviesa por una etapa aún más crítica que la
acostumbrada. Las opciones para los televidentes resultan muy limitadas. Sólo
existen dos canales nacionales y telecentros en las provincias con emisiones de
alrededor de dos horas diarias.
Si se restan las horas de transmisiones políticas, también dos
diarias como mínimo, así como los súbitos cambios de
programación por otras actividades políticas, no queda casi tiempo
para "disfrutar" de uno de los pocos entretenimientos a disposición
del cubano.
Desde hace muchos años se trata de reemplazar los materiales foráneos
por otros de producción nacional, principalmente en los programas de
mayor teleaudiencia. Ahí comienzan los problemas: libretos hechos por
encargo u otros que quizás no fueran inicialmente malos sufren
modificaciones para "adecuarlos" a los requerimientos "formadores"
del país. A esto se añade los limitados presupuestos, y el
resultado es el desastre.
Un ejemplo fue la teleserie Violetas de Agua, en la cual psicólogos
curaban todos los males con la terapia floral y eran capaces de resolver los más
complejos problemas existenciales de sus pacientes como por arte de magia, pero
no podían solucionar los propios. Tantos fueron los desaciertos que hasta
los periódicos nacionales publicaron devastadoras críticas.
No obstante, en el afán por imponer lo cubano, se le concedió
mayores frecuencias semanales en detrimento de la telenovela brasileña,
que encanta, quizás por sus idílicos personajes, excelente actuación
y temáticas con toques de ensoñación. Escape de nuestra
cotidiana y dura realidad.
Al reiniciarse la programación habitual luego de la veraniega, todos
esperaban otra novela cubana. Para asombro, se está reponiendo Tierra
Brava, de buena factura, pero vista no hace tanto tiempo. Por suerte, no
repitieron El Naranjo del Patio, que ya conocemos al detalle y cuya calidad es más
que pésima.
Llama la atención el espacio Día y Noche, donde
tradicionalmente se le hace propaganda a las actividades de la Policía y
la Seguridad del Estado. Resulta interesante que junto al habitual tema de la
delincuencia común se ha abierto espacio el de la corrupción, que
supuestamente no existía en Cuba.
Así, empresarios son vinculados a los comerciantes extranjeros que
les proporcionan regalías por contratos o pagos para sacar del país
obras de arte u otras mercancías adquiridas en el mercado negro. Ello les
permite tener un nivel de vida superior, el envanecimiento y hasta la colaboración
con "el enemigo". ¿Acaso el problema está muy extendido, y
se quiere prevenir o intimidar a los empresarios, o se desea ponerlos en la mira
de la población, hoy bastante empobrecida?
Respecto a los programas cómicos, el cubano siempre tan hilarante
parece perder el humor frente a las cámaras de televisión. Los
verdaderos chistes son muy escasos. El mal gusto y la poca imaginación
ocupan su lugar.
Mención muy especial merecen los niños. En Cuba, los pequeños
expresan con mucha frecuencia: "Estoy aburrido". Y es que carecen de
juguetes, sólo se venden a altos precios en las tiendas dolarizadas.
Entonces las madres y abuelas les sugieren ver "los muñe"
(cartoons). Las miradas son más que elocuentes: "Pero si me los sé
de memoria". ¡Qué decir del programa televisivo Aventuras,
puesto y repuesto!
Finalmente, hay que referirse al muy limitado casting. Da la sensación
que la mayoría de los actores y actrices cubanos se encuentran trabajando
en el extranjero, pues los mismos se repiten en los escasos programas producidos
hoy en Cuba.
El devenir de la televisión cubana no parece muy halagüeño.
Es de esperar que sus problemas se profundicen, porque las finanzas de la nación
tienden a disminuir progresivamente.
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