Zoé Valdés. Publicado el sábado, 13 de
octubre de 2001 en El Nuevo Herald
Mi madre murió el 5 de agosto, en París, vivía conmigo,
llevaba dos años exiliada.
Quería mucho a Poncito. La enfermedad de mi madre fue ocasionada por
una transfusión de sangre contaminada con la hepatitis C viral hecha en
Cuba unos cuantos años atrás, cuando la operaron de un fibroma.
Denuncio a la "potencia médica'', que no da seguimiento médico
a sus enfermos, que no vende los medicamentos a los cubanos.
No tengo fuerzas para escribir sobre mi madre ahora, el dolor me lo impide.
Sin embargo, por internet me han mandado un infame panfleto, dizque cultural,
publicado por el diario Juventud Rebelde --qué nombrecito para un periódico--
donde el que escribe, sin atreverse a firmar el texto, escondido en su miseria,
dice que yo "no respetaba ni a la santa madre que la parió''. Mi
madre vivía conmigo en París, junto a su nieta, a quien adoraba.
Cuando me fui de Cuba y publiqué La nada cotidiana, a mi madre los
esbirros castristas le dieron mítines de repudio en la puerta del
edificio donde vivía, constantemente algunos vecinos terroristas iban a
meterle miedo sobre mí, argumentando que cualquier día yo amanecía
muerta en un tren, la perseguían extraños incluso cuando iba a la
bodega, pues yo enviaba cartas con extranjeros. Cuando la invité a venir
a Francia, a esa señora de setenta años la encerraron durante un día
entero en una oficina de Seguridad del Estado y la dejaron abandonada con cámaras
y lámparas encima. Empezó a llorar y un militar entró a
jurarle que jamás vería a su nieta. Ese mismo militar buscó
comunicarse conmigo, y me dijo que dejaría salir a mi madre si le situaba
en un banco en Canadá 3,000 dólares; nunca supe su identidad,
siempre fue a través de una tercera persona.
A mi madre la obligaron a injuriarme, a mentir sobre nuestra relación,
eso consta en las oficinas de la OFPRA en París. Al teléfono yo le
decía que lo hiciera, le di mi consentimiento, con tal de que pudiera
salir. Hasta sus últimos momentos estuve a su lado, con Ricardo, y con su
doctor, el mejor hepatólogo de Francia. No tuvimos que pagar un centavo
por la atención médica. Yo no sé dónde tiene la
madre el escribidor de La jiribilla. A la mía supe amarla y cuidarla
hasta que se extinguió.
Pero lo que más quiso ella fue volver a una Cuba libre, lo que todos
los exiliados cubanos deseamos y merecemos. Es por eso que cuando veo las
barbaridades que se escriben sobre los Grammy latinos, en contra del derecho de
los exiliados a protestar por la presencia de artistas representantes de la
dictadura, la vergüenza y la ira apenas me dejan respirar. Si mi madre
estuviese viva hubiésemos comentado la cantidad de músicos que
Omara Portuondo delató. Mi madre era amiga de Bacallao, y de otra buena
cantidad de músicos, y conocía que Omara Portuondo tiene fama de "segurosa'',
además de que se desgañitó cantando himnos al comandante, a
quien no hace mucho plantó un beso en la mejilla en Venezuela, imagen que
pudieron ver los exiliados en Miami.
Estos artistas serán excelentes vocalistas, y divinos músicos,
pero para los exiliados son también, algunos de ellos, no todos, lacayos
de Castro. ¿Por qué los exiliados cubanos no pueden manifestarse y
los miembros de otras comunidades sí, destruyendo incluso tiendas y
supermercados? ¿Por qué pueden los antiglobalistas recurrir a la
violencia y los exiliados cubanos se ven privados del derecho a gritar por sus
fusilados y por sus desaparecidos? ¿Por qué Fidel Castro puede
enviar manifestantes antiglobalistas a Argelia, y a cualquier sitio, con
instrucciones precisas, y nadie cambia de lugar un evento? ¿Por qué
Fidel Castro mantiene a un pueblo esclavo --los esclavos de la colonia comían
mejor que los cubanos de hoy-- y todavía le permiten que se mande el
discursito en Durbán? ¿Quién puede en Cuba escribir y
publicar un libro sobre el racismo que sufren los cubanos, y peor si eres negro,
y oriental, a quienes incluso llaman despectivamente "palestinos''? De todo
esto hubiera conversado con mi madre... si hubiese estado viva, si años
antes no le hubiesen trasfundido sangre contaminada en Cuba, allí donde
no recibió el tratamiento médico que cualquier ser humano merece.
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