CUBANET... INTERNACIONAL

Octubre 15, 2001



Poncito y mi madre (II)

Zoé Valdés. Publicado el sábado, 13 de octubre de 2001 en El Nuevo Herald

Mi madre murió el 5 de agosto, en París, vivía conmigo, llevaba dos años exiliada.

Quería mucho a Poncito. La enfermedad de mi madre fue ocasionada por una transfusión de sangre contaminada con la hepatitis C viral hecha en Cuba unos cuantos años atrás, cuando la operaron de un fibroma. Denuncio a la "potencia médica'', que no da seguimiento médico a sus enfermos, que no vende los medicamentos a los cubanos.

No tengo fuerzas para escribir sobre mi madre ahora, el dolor me lo impide. Sin embargo, por internet me han mandado un infame panfleto, dizque cultural, publicado por el diario Juventud Rebelde --qué nombrecito para un periódico-- donde el que escribe, sin atreverse a firmar el texto, escondido en su miseria, dice que yo "no respetaba ni a la santa madre que la parió''. Mi madre vivía conmigo en París, junto a su nieta, a quien adoraba. Cuando me fui de Cuba y publiqué La nada cotidiana, a mi madre los esbirros castristas le dieron mítines de repudio en la puerta del edificio donde vivía, constantemente algunos vecinos terroristas iban a meterle miedo sobre mí, argumentando que cualquier día yo amanecía muerta en un tren, la perseguían extraños incluso cuando iba a la bodega, pues yo enviaba cartas con extranjeros. Cuando la invité a venir a Francia, a esa señora de setenta años la encerraron durante un día entero en una oficina de Seguridad del Estado y la dejaron abandonada con cámaras y lámparas encima. Empezó a llorar y un militar entró a jurarle que jamás vería a su nieta. Ese mismo militar buscó comunicarse conmigo, y me dijo que dejaría salir a mi madre si le situaba en un banco en Canadá 3,000 dólares; nunca supe su identidad, siempre fue a través de una tercera persona.

A mi madre la obligaron a injuriarme, a mentir sobre nuestra relación, eso consta en las oficinas de la OFPRA en París. Al teléfono yo le decía que lo hiciera, le di mi consentimiento, con tal de que pudiera salir. Hasta sus últimos momentos estuve a su lado, con Ricardo, y con su doctor, el mejor hepatólogo de Francia. No tuvimos que pagar un centavo por la atención médica. Yo no sé dónde tiene la madre el escribidor de La jiribilla. A la mía supe amarla y cuidarla hasta que se extinguió.

Pero lo que más quiso ella fue volver a una Cuba libre, lo que todos los exiliados cubanos deseamos y merecemos. Es por eso que cuando veo las barbaridades que se escriben sobre los Grammy latinos, en contra del derecho de los exiliados a protestar por la presencia de artistas representantes de la dictadura, la vergüenza y la ira apenas me dejan respirar. Si mi madre estuviese viva hubiésemos comentado la cantidad de músicos que Omara Portuondo delató. Mi madre era amiga de Bacallao, y de otra buena cantidad de músicos, y conocía que Omara Portuondo tiene fama de "segurosa'', además de que se desgañitó cantando himnos al comandante, a quien no hace mucho plantó un beso en la mejilla en Venezuela, imagen que pudieron ver los exiliados en Miami.

Estos artistas serán excelentes vocalistas, y divinos músicos, pero para los exiliados son también, algunos de ellos, no todos, lacayos de Castro. ¿Por qué los exiliados cubanos no pueden manifestarse y los miembros de otras comunidades sí, destruyendo incluso tiendas y supermercados? ¿Por qué pueden los antiglobalistas recurrir a la violencia y los exiliados cubanos se ven privados del derecho a gritar por sus fusilados y por sus desaparecidos? ¿Por qué Fidel Castro puede enviar manifestantes antiglobalistas a Argelia, y a cualquier sitio, con instrucciones precisas, y nadie cambia de lugar un evento? ¿Por qué Fidel Castro mantiene a un pueblo esclavo --los esclavos de la colonia comían mejor que los cubanos de hoy-- y todavía le permiten que se mande el discursito en Durbán? ¿Quién puede en Cuba escribir y publicar un libro sobre el racismo que sufren los cubanos, y peor si eres negro, y oriental, a quienes incluso llaman despectivamente "palestinos''? De todo esto hubiera conversado con mi madre... si hubiese estado viva, si años antes no le hubiesen trasfundido sangre contaminada en Cuba, allí donde no recibió el tratamiento médico que cualquier ser humano merece.

www.zoevaldes.com

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