Las metas
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro / CubaNet
LA HABANA, octubre - Las metas personales son imposibles en Cuba. Desear un
bello jardín, y llegar a tenerlo, se convierte de repente en tarea de los
Comités de Defensa de la Revolución, y hasta te otorgan un sello
en el que un dibujito muy pueril afirma: "Mi casa alegre y bonita". Y
ya usted lo hizo no porque ama las flores y las plantas, sino porque es una
directriz de la revolución.
Ganar una competencia de judo o de florete tampoco es un sueño
individual. Las horas de entrenamiento, la resistencia física, la
capacidad competitiva, el rigor y la disciplina, la voluntad y el tesón,
son dotes que hay que agradecerle a la revolución, porque gracias a ella
el deporte "es un derecho del pueblo" y todo el mundo puede llegar a
ser campeón.
Graduarse de médico o arquitecto, economista o ingeniero no es un
anhelo de la infancia o un asunto de la vocación particular, es un deber
revolucionario, porque "la universidad es para los revolucionarios", y
los revolucionarios no pueden menos que graduarse y servir, en pago, donde la
revolución los necesite, donde el comandante en jefe ordene.
Ser artista y hacer una película, pintar un cuadro o publicar un
libro no es el afán de realización de una sensibilidad
particularmente exquisita, sino una necesidad revolucionaria de educar al pueblo
en los más elevados valores humanos y hacer posible la meta común
de "masificar la cultura".
Las metas individuales cuentan poco donde las macrometas sociales involucran
a todos los individuos. Nadie en particular debe soñar mejorar su casa,
poseer un automóvil, ir de vacaciones. Las casas las fabrica y asigna la
revolución, los automóviles son una aspiración dañina
al medio ambiente, derrochadora de energía y burquesa, y las vacaciones
están garantizadas para todos los trabajadores por los planes sindicales
y el campismo popular.
Si la meta es la zafra, todos a cortar caña; si la meta es la guerra
de todo el pueblo, todos a la preparación combativa; si la meta es un
millón de personas en un acto, todos a la plaza; aquí las metas
las dicta la revolución, nada de individualismo ni aspiraciones
personales, porque "hemos hecho una revolución más grande que
nosotros mismos" y lo importante no es salvar al individuo sino "salvar
la patria, la revolución y el socialismo".
Así, las metas individuales no son necesarias, porque la revolución
se encarga de asignar tantas metas sociales que no queda tiempo para pensar en
ahorrar unos centavos para comprarle el mes que viene el juguete al hijo que
cumple años, componer la ventana que el sol y la lluvia han descuajado,
visitar al hermano que hace ocho meses no se ve porque tanto uno como él
han estado enfrascados en el cumplimiento de las sagradas metas de la revolución.
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