Pacifismo y
compasión a conveniencia
Oscar Espinosa Chepe / CubaNet
LA HABANA, octubre - En los controlados medios de difusión de Cuba se
inició la campaña contra las represalias militares en Afganistán,
que Estados Unidos y sus aliados comenzaron ante la negativa de los talibanes de
entregar a las personas implicadas en preparar desde allí los actos
terroristas del 11 de septiembre.
Antes de comenzar los ataques, por la televisión y otros medios de
prensa se mostraron profusamente imágenes de niños, mujeres y
ancianos afganos en ambiente de pobreza extrema o refugiándose en países
vecinos por temor a la guerra, para despertar compasión en la opinión
pública cubana sobre el destino de la población civil de ese país
en caso de estallar el conflicto.
Muchas personas en el mundo están convencidas de la necesidad de que
los actos terroristas no permanezcan impunes, pero a la vez se inquietan por los
daños colaterales que pueda causar la conflagración entre la
población civil afgana, absolutamente inocente del proceder de su
gobierno.
Esta preocupación resulta válida, pero en el caso del gobierno
cubano es muy controvertida. Baste recordar que en diciembre de 1979 la entonces
Unión Soviética invadió Afganistán para colocar en
el poder al impopular gobierno presidido por Brabak Karmal, acción que
produjo el total repudio de la comunidad internacional.
Como era de esperar, la población afgana se alzó contra la
invasión extranjera con el respaldo de sus vecinos musulmanes y de los países
occidentales. El resultado fue la guerra cruel en la que los soviéticos
utilizaron todos los recursos militares convencionales tratando de aplastar la
resistencia.
En abril de 1988 los invasores, incapaces de derrotar a los combatientes
afganos, se vieron forzados a retirarse del territorio ocupado lo que dio fin al
conflicto, cuyo saldo fue de más de un millón de muertos,
fundamentalmente civiles, millones de desplazados (unos tres millones sólo
en Pakistán) y el país destruido por nueve años de guerra.
En todo ese período los medios de divulgación cubanos nunca
informaron sobre los sufrimientos del pueblo afgano, ni sobre las víctimas
ocasionadas entre la población civil por las bombas y proyectiles soviéticos,
ni de la miseria originada por la guerra, y tampoco respecto a las penalidades
de los millones de refugiados en campamentos localizados en Pakistán e Irán.
Pero esto no es todo. Junto al silencio cómplice interno, en el ámbito
exterior la diplomacia cubana siempre mantuvo tenaz resistencia a las justas
condenas de la comunidad internacional a la invasión soviética,
convirtiéndose en simple peón de los agresores.
Esta historia se repitió más tarde con los sucesos de
Yugoslavia, cuando la prensa cubana, después de desinformar durante años
sobre las brutalidades cometidas por el régimen de Slobodan Milosevic
contra las poblaciones musulmana, croata y kosovar, se erigió en máxima
"defensora" del pueblo serbio al crearse la amplia coalición
internacional que puso fin a los desmanes del tirano de Belgrado.
Con estos antecedentes resulta muy difícil creer en la sinceridad de
las preocupaciones manifestadas por el gobierno cubano y sus voceros respecto al
futuro del pueblo afgano, pues todo indica que su compasión y pacifismo
parecen erigirse por la conveniencia.
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