Tengo, vamos
a ver... las shoppings del Estado socialista
Carlos Alberto Domínguez, Cuba-Verdad / CubaNet
LA HABANA, octubre - Comenzaré advirtiéndole a los lectores de
CubaNet que han ocurrido cambios importantes en Cuba desde que se desmerengó
la URSS. Por ejemplo, se implantó el "período especial en
tiempo de paz", comenzó "la batalla de ideas", se descubrió
que la soya es capaz de matarle el hambre a los cubanos y se establecieron "las
shoppings".
De estos cambios el más importante es el de "las shoppings".
Con ellas el gobierno de Fidel Castro recauda los dólares que recibe por
concepto de remesas el sector de la sociedad cubana con familiares en Estados
Unidos de América.
A cambio de los dólares estadounidenses el régimen de Castro
vende a estos compatriotas, sin regular por la libreta de abastecimiento, aceite
comestible, carnes, leche, jabones y otros productos de primera necesidad. Por
supuesto, a precios exorbitantes.
Pero el negocito de "las shoppings" es más amplio de lo que
parece porque le asegura empleo a miles de desmovilizados del Ministerio del
Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, así como a ciertos
dirigentes del Partido Comunista de Cuba, los que se transforman en fieles
gerentes, guardias de seguridad o empleados de estos comercios estatales.
A diferencia de los hoteles y demás instalaciones turísticas,
exclusivos para los turistas, en las "shoppings" puede comprar
cualquier cubano siempre y cuando posea los dólares de rigor.
Aquello del poeta Guillén de que "nadie me puede detener en la
carpeta de un hotel", es letra muerta. Si no es turista extranjero, no hay
hospedaje.
Pero lo de "las shoppings" es diferente. Allí nadie te
pregunta de dónde eres. Si no tienes dólares, no importa, al menos
puedes mirar las vidrieras sin que la policía te eche del lugar. En este
aspecto, Guillén está vigente: "Mirando bien de cerca lo que
antes no tuve ni podía tener". Con dólares se compra, sin
ellos se mira, se sueña, se espera por mejores tiempos en los que se
pueda disponer de la pasta dentífrica o del jabón de tocador.
Aunque no hay estadísticas al respecto, es visible que a muchos
cubanos les gusta entrar en "las shoppings" aunque sea mirar. Es como
si la gente en vez de ojear una revista extranjera penetrara en ella. La gente
disfruta delante de los chorizos españoles, las pastas italianas, y de
los quesos, los pollos, la leche y demás productos nacionales. Se mira,
se suspira y se sigue caminando después de pedir el deseo: tener dólares
en abundancia.
La última vez que entré en el comercio dolarizado de 5ta
Avenida y calle 42, en Miramar, Ciudad de La Habana, con la intención de
refrescarme con el sistema de aire acondicionado del establecimiento (otra de
las razones por la que muchos compatriotas llenan "las shoppings"),
fui testigo de la siguiente escena.
Un guardia de seguridad discutía con una mujer que cargaba a su hijo.
El pequeño tendría dos o tres años de edad y al igual que
su madre estaban sucios, mal vestidos y desaliñados. Los dos, madre e
hijo, tenían los labios embarrados de queso crema. El guardia los acusaba
de robarse el producto y comérselo a escondidas entre los estantes de la
tienda.
La mujer se defendió: "No tengo dólares para comprar
queso crema, pero no me lo robé".
La discusión subía de tono, yo tampoco tenía dólares,
por lo que no podía ayudar a la mujer y al niño. Desconozco si los
arrestaron porque me alejé del sitio. Al llegar donde resido, uno de los
vecinos, un anciano que vive solo, gritó: "¡Tengo un hambre
histórica!" Entonces comprendí que el cambio más
importante de nuestra historia reciente es la creación de "las
shoppings".
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