Adolfo Rivero Caro. Octubre 5, 2001.
El Nuevo Herald
El exilio cubano y la inmensa mayoría de los cubanos de la isla están
reflexionando sobre las implicaciones que tendrá para Cuba la nueva
situación internacional creada con los ataques terroristas del 11 de
septiembre. ¿Debe considerarse a Fidel Castro y a los revolucionarios
latinoamericanos como organizaciones terroristas "de alcance global'' y a
Cuba como nación protectora del terrorismo? ¿No se trata acaso de
movimientos muy minoritarios que han perdido casi toda influencia con el colapso
de la Unión Soviética y el campo socialista?
Por supuesto que son minoritarios. Los revolucionarios recurren a la
violencia precisamente porque saben que no pueden ganar suficiente simpatía
popular como para llegar al gobierno. Esto es lo que sucede actualmente con esos
militantes opositores del libre comercio. ¿Cómo es posible entonces
impedir que algunos grupúsculos realicen ataques terroristas? Sin duda es
prácticamente imposible. Ahora bien, sólo es imposible en un medio
cultural simpatizante, en última instancia, con la causa terrorista. Y he
aquí la paradoja de la situación. Los grupos terroristas son
minoritarios, pero subsisten debido a la extraordinaria popularidad de las ideas
antinorteamericanas.
Ahora bien, es necesario comprender que el origen de estas ideas está
en la revolución comunista de 1917 y específicamente en el II
Congreso de la Internacional Comunista (la Tercera Internacional) reunido en
Moscú en 1920. Esta reunión dedicó la mayor parte de sus
deliberaciones a convertir las teorías de Hilferding-Lenin sobre el
imperialismo en guías prácticas para la acción
revolucionaria en lo que hoy se llama el tercer mundo.
Según esas tesis las supuestas relaciones de igualdad entre naciones
soberanas ocultan la servidumbre y la explotación de la gran mayoría
de la población mundial a manos de una minoría insignificante: la
burguesía y la "aristocracia obrera'' de los países
capitalistas avanzados. Los países desarrollados deben su opulencia a la
inmisericorde explotación del resto del mundo. Como les interesa mantener
al resto del mundo como productor de materias primas baratas, ninguno de los países
subdesarrollados podrá escapar nunca de esa condición si no es
mediante la revolución social.
Estas ideas se hicieron tan extraordinariamente populares en el siglo XX que
aun hoy son compartidas por muchos de mis lectores, incluyendo a los que se
creen más anticomunistas. Paradójico pero natural cuando se
comprende que las elites intelectuales de Occidente han sido ganadas por estas
ideas, que se enseñan en las universidades y se repiten constantemente en
los medios masivos de comunicación.
"Sin la destrucción del capitalismo a escala mundial'', decían
las tesis de la II Internacional de 1920, "no podrán disminuir las
desigualdades entre las distintas zonas del globo. Ahora bien, de ahora en
adelante, la evolución política del mundo y la historia van a
girar en torno a la lucha de los países capitalistas avanzados
(imperialistas) contra el poder revolucionario soviético el cual, para
sobrevivir y vencer, deberá agrupar en torno a él a todos los
movimientos nacionalistas de los territorios coloniales y dependientes para
conseguir el eventual triunfo de la revolución mundial anticapitalista''.
La Internacional planteaba que los partidos comunistas deberían
realizar una política "de estrecha unidad con todos los movimientos
de liberación nacional. Será preciso apoyar a todos los
movimientos disidentes (dondequiera que aparezcan) tales como el nacionalismo
irlandés, las reivindicaciones de los negros norteamericanos, etcétera...''
He aquí el origen de la vinculación entre el movimiento
comunista internacional y los otros tipos de luchas nacionales. Los comunistas
siempre trataron de penetrar estos movimientos, aliarse con ellos y desviarlos
hacia sus propios fines. Lo que los unía era el antiamericanismo
intelectualizado por los marxistas-leninistas como antiimperialismo.
Es cierto que la Unión Soviética ha desaparecido y que ya no
existe una Internacional Comunista. Pero las relaciones entre los distintos
grupos, forjadas en décadas de lucha en común, se mantienen
intactas porque también se mantiene intacta la ideología del
antiamericanismo que los sigue uniendo. Fidel Castro ha reiterado, una y otra
vez, que se matiene fiel a los principios del marxismo-leninismo. Se mantiene
fiel, por consiguiente, a una ideología de "alcance global'' que
promueve la lucha a muerte contra Estados Unidos. Fue esta ideología
completamente occidental la que les dio a los movimientos islámicos la
racionalización del atraso de sus países (de su "subdesarrollo'')
como un producto de la explotación imperialista, y básicamente
norteamericana. Nada nuevo para nosotros. Como vemos, los fundamentalistas islámicos
y la izquierda latinoamericana tienen mucho en común. Los restos de esa
podrida ideología "antiimperialista'' deben ser desarraigados de
entre nosotros.
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