Cuba: país
de contrastes
Miriam Leiva / CubaNet
LA HABANA, octubre - Cienfuegos, la linda ciudad del mar, constituye hoy uno
de los mayores ejemplos de las desigualdades sociales imperantes en Cuba.
Durante su evolución, se forjaron tradiciones que le permitieron
preciarse de calles rectas y limpias, tranquilidad, ciudadanos educados y
desarrollo económico e intelectual.
No obstante, más de cuarenta años de prevalencia del sistema
político que proclama el logro de la igualdad y el bienestar socioeconómico,
Cienfuegos vive inmersa en grandes contrastes.
Luego de un período difícil para su antaño impecable
apariencia, cuando las casas se deterioraron progresivamente y las calles
sufrieron el peso de los camiones cargados con materiales de construcción
para la central electronuclear de Juraguá, felizmente inconcluible, parte
de la ciudad renueva su aspecto. Flanqueando una casa recién restaurada
la mayoría languidece.
Poco a poco se aprecia el auge económico, gracias a los dólares
enviados por familiares de toda la zona que abandonaron el país, muchas
veces vitupereados, y la priorización como zona turística. No sólo
el visitante extranjero percibe otra Cuba distante de la vida cotidiana de la
inmensa mayoría, sino que también el viajero nativo, incluso
procedente de La Habana, se siente conmocionado.
Allí, tiendas bien equipadas que venden productos en dólares
se extienden por todas partes. Proporcionalmente a la cantidad de población,
puede apreciarse -sin temor a equivocación- que hay muchos más
comercios de este tipo que en la capital del país, mejor surtidas y
elegantes.
Escasas, quizás más de tres en el centro de la ciudad, son las
tiendas para emplear los devaluados pesos cubanos. Contraste al fin, sus pocas
ofertas se exponen en estantes vetustos, despintados y poco pulcros en lo que
fuera Sears, el Ten Cents y otras, amplias y bellas en su tiempo.
Los cienfuegueros ya se han habituado a caminar grandes distancias o
trasladarse en pequeños coches tirados por caballos, porque los ómnibus
casi no circulan para conectar la ciudad internamente. Quizás con buena
suerte puede tomarse alguno para llegar a los pueblos vecinos. Pero hay
afortunados que se mueven en buenos coches Peugeot, Fiat, Nissan y Chevrolet de
recientes modelos.
Por esas mismas calles deambulan citadinos enjutos, con pieles marchitas por
la carencia de alimentación, mal vestidos. Tratan de comprar en
carretillas callejeras algunos alimentos que pudieran resultar más
baratos que en el mercado agropecuario y, por supuesto, mucho más que en
las grandes tiendas dolarizadas de comestibles.
Los jóvenes buscan distracciones, e incluso desearían ir a la
discoteca. Posiblemente por ello se ven muchachos de ambos sexos, evidentemente
prostituidos, en busca de extranjeros, aunque en esta época de desastres
aéreos terroristas pocos son los que visitan Cienfuegos.
Lamentablemente, las personas ya insensibles a las diferencias se pasean en
medio de estos contrastes. Las mentes moldeadas por tantos años de
espera, resignación y propaganda no cotejan los contrastes, sino que
procuran sobrevivir diariamente. Quizás la crisis económica
mundial, que parece inminente, no afecte a la parte de la población
acostumbrada al nivel elevado de vida.
Eso es poco probable. En todo caso podría suceder que las diferencias
sociales comiencen a desaparecer, no para mejorar a los menos favorecidos, sino
para empobrecer a los que hoy trabajan en el turismo y las empresas mixtas, o a
los que tienen la suerte de contar con la benevolencia y el amor de aquellos
cubanos residentes en el exterior. Ojalá que esto no suceda, por el bien
de nuestro pueblo, y las diferencias sociales se eliminen de otra forma.
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