CUBANET... INTERNACIONAL

Octubre 4, 2001



El papel de la isla

El Nuevo Herald. Vicente Echerri , octubre 4, 2001.

Con la batida que el mundo occidental acaba de emprender contra el terrorismo internacional algunos ya se han acordado de que la Cuba de Fidel Castro es el país promotor de este tipo de acciones que más cerca se encuentra de Estados Unidos y que, en consecuencia, debería considerarse como un estado hostil. Otros, siempre dispuestos a encontrar razones para legitimar a una dictadura decrépita, han visto en el actual clima de guerra el marco idóneo para que el gobierno norteamericano normalice sus relaciones con La Habana. Es decir, que un mismo contexto y circunstancias semejantes podrían justificar acciones diametralmente opuestas, según quien sea el exégeta.

Es cosa bien sabida y documentada que, por varias décadas y casi con absoluta impunidad, Cuba fue un vivero de terroristas que, so capa de "internacionalismo proletario'', se adiestraban para ser los violentos portadores de la revolución mundial.

Desde el comienzo mismo, el castrismo tuvo una desbocada vocación injerencista, exportando la guerra de guerrillas a muchos países y adiestrando a guerrilleros o terroristas de diversos credos y etnias. No importaba que Cuba tuviera relaciones diplomáticas con las naciones donde esos terroristas iban a poner en práctica sus fechorías (como España o el Reino Unido) o que se tratara de colonias de países amigos, como Francia en el caso de Argelia; ni de estados nuevos que salían de la tutela colonial con sus propios conflictos (como el Congo). Mucho antes de la intervención masiva de Cuba en Angola y Etiopía, la mano sarmentosa de Castro --al servicio de la URSS o por su propia cuenta-- estaba en todas partes.

Con el desplome del bloque comunista europeo, la importancia de Castro como condotiero de los soviéticos se redujo a nada. Quedaban, en pie, no obstante sus propias iniciativas, como el Frente de Liberación Nacional de Colombia --de reconocida filiación castrista y que compite con las FARC-- y otros grupos menos conspicuos, aliados de los narcotraficantes en algunos casos. Y quedaba, o quién sabe se robustecía, el vínculo con los países árabes, algunos de los cuales --incluidos en la lista de los parias del mundo-- el tirano de Cuba visitaba este año en una gira por la región.

Si a esto se agregan los recientes casos de espías cubanos arrestados --entre ellos una especialista del Pentágono-- Cuba, a pesar de su poca importancia, todavía merecería que fuera sometida a más estricta vigilancia como posible centro de infiltración de espionaje y sabotaje en EU --al servicio tal vez de una tercera potencia-- y que, en caso de que el actual conflicto escalara a nivel de contienda armada, que se le impusiera a la isla, por lo menos, una rigurosa cuarentena. Estos son argumentos que los dicta el sentido común, aunque las autoridades norteamericanas puedan desestimarlos como alarmistas, de la misma manera que deben haber desestimado la posibilidad de que un avión de pasajeros, secuestrado por terroristas, fuese a estrellarse en el Pentágono.

Por supuesto, Castro en persona se ocupó de dar fe de su inocencia luego de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, y hasta le ofreció ayuda a Estados Unidos en la persecución de redes criminales. Este acto de ridícula santurronería, dictado por el oportunismo y por el miedo, ya ha rendido sus dividendos: la deferente atención de algunos funcionarios del Departamento de Estado, y la carta de los amiguetes del castrismo --Wayne Smith y Eloy Gutiérrez Menoyo entre otros-- que encuentran una dorada oportunidad para levantarle las sanciones a Castro y sumarlo al carro de la gran cruzada.

¿Por cuál política hacia Cuba optará Estados Unidos cuando el conflicto actual necesariamente se agudice? ¿Veremos una mayor hostilidad hacia el régimen cubano o, por sencillas razones pragmáticas, La Habana se convertirá en un centro de información al servicio del "imperialismo global? A los escépticos de esta última posibilidad les recuerdo que los barcos de guerra norteamericanos han vuelto --o están a punto de volver-- a anclar en la base vietnamita de Da Nang.

Aunque es temprano aún en esta crisis para aventurarse a hacer pronósticos, cabría pensar que el régimen de Castro, aunque bastante desconocido hasta el momento (es decir, reducido a la escasa importancia que en realidad tiene) deberá adquirir algún relieve en el transcurso de la crisis, ya sea por un aumento de la hostilidad con Estados Unidos (en la categoría de país enemigo a la retaguardia), ya sea por una mayor avenencia y cooperación con él. Personalmente, confío en que la soberbia ideológica de Castro prevalezca para su propia perdición.

© Echerri 2001 / El Nuevo Herald

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