Renace en
Cuba la forja de metales
Víctor Rolando Arroyo, UPECI / CubaNet
PINAR DEL RIO, octubre - Todo indica que la forja de metales se convierte día
a día en el oficio de más alta demanda por parte de la población
cubana. Lo penoso del hecho es que, contrariamente al valor ornamental que tuvo
antaño, esta actividad renace debido a la creciente necesidad de protección
contra el robo que tienen los nacionales.
Autoencerrarse entre rejas forjadas es la única opción que le
ha quedado a los cubanos de este tiempo para al menos teóricamente poner
sus propiedades a buen recaudo de los ladrones. Hay que proteger la casa cuando
se está en el trabajo y cuando se permanece en ella por lo que, a falta
de garantías en lo que a la vigilancia policial se refiere, el enrejado
de las ventanas y puertas de los inmuebles es prioridad número uno de la
sociedad cubana.
Lo que hoy se fabrica en materia de rejas dista totalmente de las normas
elementales del buen diseño. Se puede afirmar que estas obras en metal
lesionan gravemente la imagen de nuestros pueblos y ciudades.
Pero todos quieren resguardar sus pocas pertenencias y en la premura por
solucionar el problema (porque es un hecho que el robo aumenta de manera
indetenible al ritmo de la crisis económica del país) se usa lo
que esté al alcance que, por lo general, no es el material idóneo
ni se procesa de acuerdo a normas estéticas.
Angustioso es el mensaje que se percibe al transitar por las calles de
cualquier localidad de nuestra geografía: rejas de mal gusto, cadenas,
candados ponen límites entre el residente y el forastero. La primera
impresión que reciben los visitantes es que los encerrados padecen de
inseguridad en grado extremo.
Esta falta de confianza también se evidencia, desde el punto de vista
psicológico, en el comportamiento extremadamente esquivo de la gente y
sus manifestaciones paranoicas de miedo al robo, que desploman la tradicional
hospitalidad de los cubanos.
La proliferación de rejas de pésima calidad para protegerse de
los ladrones no sólo conspira contra la arquitectura y el ornato público,
sino que contribuye en cierto modo a que la gente pierda el sentido de vivir en
comunidad.
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