Adolfo Rivero Caro. Publicado el viernes, 30 de noviembre
de 2001 en El Nuevo Herald
La semana que viene empieza en La Habana la X Reunión del Foro de Sao
Paulo. No es casual que en su primera reunión después del 11 de
septiembre, el foro sólo haya podido encontrar anfitrión en uno de
los baluartes del terrorismo mundial. La agenda incluye "una evaluación
del trabajo desarrollado por el Foro desde su creación en 1990''. En
efecto, tras la disolución del imperio soviético en la Europa del
este y el colapso de la Unión Soviética, Fidel Castro y el brasileño
Luis Ignacio Lula da Silva convocaron a todos los grupos guerrilleros y partidos
de izquierda de América Latina a una reunión en la ciudad de Sao
Paulo. Allí convino una abigarrada representación de asesinos,
timadores, secuestradores y narcotraficantes que comprendía desde las
FARC de Colombia y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
hasta los representantes de los Túpac Amaru (MRTA) del Perú. Todos
devotamente instruidos por los teólogos de la liberación en los
misterios del robo a mano armada como expresión de la caridad, y del tiro
en la espalda como forma de amor al prójimo. Casi 40 años antes,
Fidel Castro había organizado la Conferencia Tricontinental (1966) para
aprovechar "la existencia de condiciones para la lucha armada
revolucionaria'' en América Latina. Así que, como dijera Yogi
Berra, "es otra vez déj vu''.
El objetivo del Foro de Sao Paulo fue impedir la dispersión y
disolución práctica de las fuerzas anticapitalistas,
tradicionalmente agrupadas en torno al movimiento comunista internacional, y
obviamente desmoralizadas por el inesperado final de "la crisis general del
capitalismo''. Sin duda, ha tenido éxito. En el orden práctico,
tienen prácticamente sojuzgada a Colombia. Han conseguido un poderoso
aliado en la Venezuela de Chávez. Y trabajan incansablemente en la
extensión y consolidación de vastas redes políticas, económicas
y culturales. En enero del año pasado, en la ciudad de Porto Alegre, al
sur de Brasil, tuvo lugar el llamado Foro Social Mundial donde participaron
delegados de 122 países, incluyendo a todos los terroristas islámicos.
Tras la sesión de apertura, los participantes hicieron una alegre
manifestación por el centro de la ciudad agitando banderas con la hoz y
el martillo y enarbolando retratos de Lenin.
Durante la reunión de Porto Alegre se efectuó el 1er. Foro
Parlamentario Mundial, con la asistencia de 400 legisladores izquierdistas de
casi 30 países. Allí anunciaron la formación de una "red
internacional'' para garantizar que las propuestas emanadas del FSM tuvieran "una
verdadera traducción legislativa''. Legislación cuyo objetivo, por
supuesto, nunca es estimular la creación de riqueza, sino obstaculizarla.
Se distribuyen beneficios entre los trabajadores que elevan los costos de la
empresa privada, disminuyen su capacidad de contratación y aumentan el
desempleo. El resultado es el estancamiento económico. El fundamento
ideológico de estos disparates es la teoría marxista de la lucha
de clases, la tesis de que los intereses de los empleadores y los empleados son
contradictorios y que ayudar a los empresarios, a los "ricos'', es inmoral.
Esto no es teórico. Es lo que dicen los dirigentes demócratas del
Congreso de Estados Unidos. Nadie reconoce que éstas son ideas marxistas
e históricamente fracasadas porque se han incorporado a la cultura
popular. Y porque muchos intelectuales las reproducen constantemente
hipnotizados por el señuelo marxista del "imperialismo'' y "el
capitalismo explotador''.
Estados Unidos está atravesando una recesión económica
y sus efectos se están sintiendo en todo el mundo. Por consiguiente, el
centro del foro de La Habana va a estar en la crítica de la economía
y, específicamente, en combatir el Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), elemento fundamental para que América Latina salga de la pobreza
y el subdesarrollo (y los revolucionarios profesionales se queden desempleados).
Todas estas reuniones son variantes de una internacional anticapitalista que
tiene complejas redes de apoyo en el mundo entero. Sus objetivos no han
cambiado: son la destrucción del sistema capitalista, con su sociedad de
libre mercado y su democracia política. En ese objetivo coinciden
marxistas occidentales y fundamentalistas islámicos. En Occidente, sin
embargo, ya no se habla de nacionalización de empresas y planificación
estatal. Ahora se lucha por el fraccionamiento del estado nacional, bajo el
pretexto de lucha por los derechos de los indígenas y de otros grupos
minoritarios. O por el feminismo y el ecologismo radicales. Es curioso cómo
muchos intelectuales, influidos por la academia norteamericana, no se dan cuenta
de que éstas son las nuevas causas de los tontos útiles. O, al
menos, de que son ideas que pudieran tener una discutible validez en los países
desarrollados, pero que resultan un lastre mortal para los que todavía
están luchando por el desarrollo.
La guerra mundial contra el terrorismo ha puesto en remojo las barbas de
Castro y de sus amigos. Así que probablemente decidan recordar que los
comunistas nunca fueron simpatizantes del terrorismo. El mismo Lenin lo criticó
calificándolo de "blanquismo'' (por Augusto Blanqui, un
revolucionario francés del siglo XIX). Olvidarán decir que la
objeción es esencialmente pragmática: el terrorismo provoca el
repudio de las masas y estimula la represión contra los revolucionarios.
(Exactamente lo que ha sucedido tras el 11 de septiembre.) Una vez en el poder,
el mismo Lenin recurrió a un terror implacable y nunca se molestó
en ocultarlo (el libro a leer es The Unknown Lenin de Richard Pipes). El repudio
del estado de derecho, alegando que se encuentra al servicio de intereses
malignos, y de la moral, a nombre del relativismo histórico, constituyen
la justificación intelectual del terrorismo. Son también las ideas
de Fidel Castro y del Foro de Sao Paulo, esa moderna internacional del terror
cuyos días pudieran estar contados.
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