¿Hechos
positivos, respuestas positivas?
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Como ya es de rutina, la Asamblea
General de Naciones Unidas aprobó, por mayoría aplastante de 167
votos a favor, la resolución en la que se pide a Estados Unidos poner fin
a la política de sanciones económicas unilaterales que desde hace
más de cuarenta años aplica hacia Cuba, calificadas por Su
Santidad Juan Pablo II de éticamente inaceptables.
Tal consenso mundial ha registrado avances notables desde que en 1992 el
gobierno de Fidel Castro presentara por primera vez, ante ese plenario, el
proyecto de resolución dirigido a lograr un pronunciamiento de tal
naturaleza. De este modo, si en 1992 sólo 59 países votaron a
favor, ahora lo hicieron 167. Nunca los votos en contra respecto a la solicitud
cubana han superado la cantidad de cuatro, y las ausencias y abstenciones han
registrado una espectacular disminución entre 1992 y el corriente año.
Guste a quien guste, pese a quien pese, el hecho terco es que Estados Unidos
está mundialmente aislado en lo concerniente a su política de
embargo comercial hacia Cuba, independientemente de que un buen número de
naciones discrepantes del Potomac también lo sean respecto a las
posiciones del gobierno de Fidel Castro en materia de derechos humanos al
interior de Cuba.
Debe destacarse: lo más valioso de la comunidad internacional está
diciendo a Estados Unidos que las sanciones unilaterales no son apropiadas para
lograr que Cuba avance hacia una organización política fundada
sobre normas democráticas generalmente aceptadas.
Por su parte, destacados políticos y académicos
estadounidenses deben de estar aplaudiendo. Muchos de ellos consideran al estado
actual de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos como una especie de museo
de la Guerra Fría e invitan a superar la situación poniendo en
primer lugar el interés de la nación del Potomac, antes que el
conflicto con Fidel Castro, sin dudas parte de los innumerables cabildeos
propios del Congreso estadounidense.
Para muchos de esos políticos y académicos lograr una nueva
relación entre Cuba y Estados Unidos, donde la histórica
conflictividad sea sustituida por estrategias de colaboración frente a
las amenazas globales, se hace hoy un imperativo, sobre todo después del
11 de septiembre.
La geopolítica de la vecindad obliga: una relación civilizada
entre ambos países no tiene por qué significar el abandono del
compromiso estadounidense en materia del mejoramiento de la situación de
derechos humanos en Cuba, particularmente en lo referido a los políticos
y civiles.
Por supuesto, el gobierno de Fidel Castro jamás admitirá esa
realidad, jamás la empleará como argumento para promover el fin de
las sanciones. Así lo demuestra el discurso pronunciado por el canciller
isleño en Naciones Unidas con el propósito de defender la resolución
presentada.
No obstante, no puede perderse de vista que lo que hasta hoy ha sido el
conflicto asambleario tradicional entre Cuba y Estados Unidos en Naciones Unidas
se ha mostrado en esta ocasión bajo una nueva perspectiva.
Los trágicos hechos del 11de septiembre y la retirada rusa del
llamado Centro Radioelectrónico de Lourdes, así como la ratificación
cubana de cuanto convenio antiterrorista existe en Naciones Unidas, introducen
elementos nuevos en el diferendo cubano estadounidense, más allá
de que -¡oh, casualidad!- las historias de espionaje estén
floreciendo como la verdolaga. Por el lado de Cuba, con su voluntad o sin ella,
lo cierto es que se está produciendo un cambio en su relación
geopolítica con Estados Unidos, principalmente signada por el "bye,
bye, Lourdes" de los rusos.
Son hechos nuevos, positivos; curiosamente, en el mundo de la política
real, han sido asumidos por el gobierno de Fidel Castro con la resignación
propia de lo consumado, más allá de conocidos verbalismos.
Un nuevo escenario se acerca entre Cuba y Estados Unidos. Avanza con
cautela, pero avanza. De una manera definitivamente observable, entre ambos países
está sucediendo algo. Incluso, la tradicional dureza antiyankee del
discurso gubernamental cubano parece estar pasando a un nuevo estilo, que los
especialistas en mediación de conflictos conocen muy bien.
Se diría que se está estimulando la aparición de una "tercera
vía", por cuyo camino ambas partes pueden superar sus diferendos
aplicándose en direcciones donde nadie pierde "la dignidad".
Los estadounidenses, por su parte, no dejan pasar oportunidad de estar a la
altura de las nuevas circunstancias. Así, parece haberse creado una
situación donde se suceden hechos positivos y respuestas positivas. Mas,
como en los filmes de suspense, los analistas se preguntan: ¿durará,
se consolidará, será ése el inicio de un nuevo camino,
bastante parecido al que China y Estados Unidos emprendieron en su momento?
Ahora, parece la gran incógnita. Todo, aún, pende de un hilo.
Y evitar que se rompa será un gran reto, pues múltiples fuerzas
tiran de él en una dirección u otra, razón por la cual
invito a estar atento.
Entre Cuba y Estados Unidos se han perdido muchas oportunidades para los
pueblos de ambos países. Hora es de que no se pierda ésta; hora es
de comenzar a andar, haciendo como que no se oye a los dinosaurios, desde su
museo de la Guerra Fría.
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