Un poco de
historia
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Los pueblos tienen mala memoria.
Esto no lo digo como una crítica, sino como una virtud que Dios les ha
otorgado a las pobres gentes de nuestro mundo para que logren vivir las 24 horas
de cada día sin enloquecer ante las grandes contradicciones de la
Historia; especialmente las que ha sufrido nuestra nación en los últimos
cuarentitantos años.
En los umbrales del siglo XXI Cuba ha dejado de ser una pieza importante en
el ajedrez político de las grandes potencias; pero siempre hay algo que
hacer para mantener viva la demagogia de un proyecto político que continúa
siendo utopía. Y como ahora ya no se pueden exportar guerrillas y
revoluciones al continente africano, se exportan médicos, brigadas de
constructores, y todas las orquestas y grupos musicales que traigan dólares.
Se le está sabiendo sacar una buena punta al lápiz de la cultura:
John Lennon y compañía, ahora que ya no es un acto
contrarrevolucionario llevar el cabello largo.
Ahora la Cultura se ha convertido en la primera línea del combate. Se
otorgan medallas como si fueran masarreales, y se realizan homenajes y
recordaciones a siniestra y derecha; y hasta se le conceden pensiones especiales
a intelectuales y artistas de mediana categoría después que la
Seguridad del Estado les hizo la vida imposible; y se destaca más que
nunca a los que lograron triunfar fuera de Cuba (estén vivos o muertos)
si en especial se trata de hombres y mujeres que no le deben su arte a la
Revolución.
El tema es interesante porque tiene demasiada tela por donde cortar, pero
hoy sólo quiero hablarles de una experiencia personal que tuve con dos
glorias de la música cubana.
En el año 1971 yo tenía 19 años, y recién
expulsado deshonrosamente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, tuve la suerte
de ganarme la amistad de Carlos Verdecia y Velázquez, natural de Gibara.
Carlos me aceptó como un hijo adoptivo y quería que yo fuera músico.
Un día me compró una guitarra, y dijo:
- Mañana irás con la guitarra a esta dirección. Allí
te estará esperando un maestro. El te dirá los días de la
semana en que te dará las clases. Tú habla poco y aprende bien
todo cuanto te enseñen. El es un viejo amigo. Y a nadie le digas que estás
estudiando con él, ni comentes con nadie lo que allí oigas.
- Carlos, ¿tú le pagarás las clases? -pregunté.
- Por supuesto, con viandas: papa, malanga, plátano, boniato, y todas
las frutas que lleguen a la Unidad.
En efecto, Carlos Verdecia y Velázquez (que en Paz Descanse y Dios lo
tenga en su Santa Gloria) era el administrador de un Puesto de Viandas en la
calle de San Juan de Dios. Tenía a varios empleados bajo sus órdenes,
y era hombre que sabía negociar y comprender las leyes del mercado
alternativo socialista: la bolsa negra.
Cuando han pasado los años he intentado reconocer la casa donde recibí
esas clases de guitarra aquí en La Habana Vieja, y ha sido en vano. En
todas las puertas donde he preguntado saben quiénes son los Matamoros;
pero cuando menciono el nombre de Rafael Cueto, y Ciro Rodríguez, y hablo
de las clases de guitarra, las gentes me dicen que estoy equivocado de casa.
Rafael Cuento me enseñó los primeros acordes de la vieja Trova
santiaguera, y me enseñó a tocar y cantar algunas canciones de su
repertorio. En aquel año 71 me habló del ya fallecido Matamoro con
mucho respeto. Era una vieja casa grande en planta baja aquí en la Habana
Vieja, y Ciro siempre estaba sonriente, con un vaso de guafarina (ron casero) en
la mano. Cuando Cueto me tomó confianza sacó unos álbumes
de fotos que eran como una historia gráfica de toda la vida artística
de los Matamoros. Me impresionaron las fotos del Benny Moré cuando se
integró a los Matamoros y se fueron a México, y cuando el Benny se
separó del grupo y formó su propia orquesta.
Un día, tanto Cueto como Ciro, me dijeron que se sentían
olvidados. Que la pensión que le pagaba el entonces Consejo Nacional de
Cultura, era una miseria; y por eso tenían que dar clases particulares de
guitarra. Y sin tener que preguntárselo (yo era demasiado joven) me
dijeron que este gobierno era comunista; y el comunismo era un fracaso.
- Nosotros nos sentimos mal. Somos una gloria de Cuba, y mira la miseria en
que estamos -dijeron ambos a la vez.
Fue un día en que Cueto me dijo:
- Hoy la clase de guitarra será contarte un poco de historia.
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