CUBANET .INDEPENDIENTE

28 de noviembre, 2001


Desigualdades socioeconómicas

Miriam Leiva

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Durante décadas los niños cubanos han crecido escuchando acerca de las desigualdades imperantes en los países de economías de consumo. Ciertamente, hay grandes brechas socioeconómicas. Ejemplos cercanos se encuentran en los países latinoamericanos. Una minoría muy rica prevalece sobre una mayoría pobre. La clase media decrece constantemente para engrosar las filas de esta última, como sucede actualmente en Argentina.

Esta situación y la búsqueda de soluciones fueron analizadas en la Oncena Cumbre Iberoamericana efectuada recientemente en Lima, Perú, lo que patentiza la preocupación de los mandatarios del área por los sufrimientos de sus pueblos y las consecuencias nefastas que tendría para el futuro de sus países no procurarse vías para enfrentar la actual crisis de la economía mundial y abrir paso al desarrollo económico, la educación, base para el mismo, y la adopción de medidas en asuntos vitales como la salud pública y la seguridad social.

Aunque en Cuba se avanzó en esas tres esferas, la crisis económica de los últimos diez años las erosionó sensiblemente. El mal estado de las instalaciones y la carencia de medicamentos y artículos de higiene, pero fundamentalmente la pérdida de estímulos para trabajar debido a la devaluación continua del peso y no haberse elevado los salarios correspondientemente, han ocasionado el desinterés, resultando en mala atención o abandono de los puestos de trabajo. Escasean maestros y enfermeras, personal paramédico, asistentes educacionales y auxiliares de limpieza, entre otros.

Paralelamente, surgieron desigualdades socioeconómicas profundas, en país donde se suponía que los bienes se distribuyeran equitativamente, porque en realidad nunca se planteó que cada cual recibiera según su aporte efectivo a la sociedad en conocimientos y trabajo. Así, se creó un igualitarismo artificial que se quebró ante las primeras pruebas de resistencia.

Aunque el dólar no es reconocido como moneda oficial y el peso es supuestamente defendido, en la práctica la tenencia de la moneda extranjera es la única garantía verdadera de subsistencia. Hoy, la gran mayoría de los artículos esenciales deben adquirirse en las tiendas dolarizadas, cuando el cambio oficial es de 26 pesos por dólar. Por tanto, conseguir este tipo de moneda se ha convertido en una obsesión necesaria.

También el gobierno debió cambiar políticas estrictas para acceder a esa divisa. Se priorizó el odiado turismo hasta constituir hoy la industria fundamental. También llegaron a salvar la situación las remesas de dinero enviadas por cubanos residentes en el extranjero a sus familiares y amigos.

Pero con ello comenzaron a ahondarse las desigualdades sociales. Una parte de la población incorporada a esa economía mejoró visiblemente su nivel de vida. Esto se aprecia a primera vista al transitar los barrios de cualquier ciudad o pueblo. Las casas reparadas y pintadas, la vestimenta, los juguetes, los autos, los rostros tersos y los cuerpos más llenos, las sonrisas más espontáneas lo reflejan.

Mientras, una parte mucho mayor de personas sufre el deterioro de sus viejas casas, la rotura de los pocos equipos electrodomésticos que poseen, la quiebra de la ropa y del calzado, los cuerpos se disecan, las caras se tensan y arrugan. Con salarios promedios mensuales de 247 pesos y pensiones de 102 pesos, ¿qué más se puede esperar?

Para colmo, pasó sobre el centro de la isla el huracán Michelle. A su indudable fortaleza se añadieron las críticas condiciones de las viejas viviendas, mayoritariamente de paredes de madera con techos de materiales endebles. Las imágenes del desastre evidencian que las nuevas construcciones sólidas constituyen una excepción.

Cabe preguntarse si los desdichados vecinos residían en lugares alejados de centros económicos, si no producían riquezas, si eran vagos y descuidados. En su mayoría, no.

Las imágenes publicadas de La Panchita son más que elocuentes. Los denodados pescadores que perdieron sus desvencijadas viviendas salieron inmediatamente a capturar langostas, que obtuvieron en grandes cantidades. Si se piensa que el crustáceo tiene un elevado valor en el mercado internacional donde se comercializa en dólares, se esperaría que los miembros de la cooperativa pesquera obtuvieran ganancias adecuadas como para que vivan en condiciones mucho mejores.

Ese es sólo un ejemplo, pero podrían señalarse otros en los diversos sectores de la economía como el azúcar, donde el rudo trabajo mal recompensado ha motivado el declive permanente de la otrora primera industria de Cuba.

En fin, en todas partes cuecen habas.


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