CUBANET... INTERNACIONAL

Noviembre 27, 2001



Un diálogo posible

Rafael Rojas.El Nuevo Herald. Martes. 27 de noviembre de 2001.

Frente a la decadencia del diálogo, como formato de comunicación entre políticos y académicos de la isla y el exilio, la cada vez más multicultural composición de la sociedad en Cuba y la diáspora abre la posibilidad de un nuevo tipo de contacto. En la última década, muchos intentos de diálogo fracasaron por los vetos políticos que impuso el gobierno cubano. Cuando la convocatoria se emitía en La Habana, como sucedió con las mañosas conferencias de "La nación y la emigración'', quedaban excluidos los opositores. Cuando se emitía fuera, como ocurrió en tantos congresos académicos, Cuba sólo autorizaba la asistencia de representantes oficiales.

¿Qué ocurriría si el diálogo fuera propuesto, ya no por políticos y académicos, siempre escindidos entre castristas y anticastristas, sino por actores multiculturales, como las asociaciones negras, feministas, religiosas, lésbicas o gays? Tengo la impresión de que, en estos casos, el diálogo entre Cuba y la diáspora fluiría mejor. Es probable que las comunidades de negros y gays de dentro y fuera tengan más afinidades entre sí que entre ellas mismas y las elites blancas y machistas, católicas y comunistas de La Habana y Miami. Si esto fuera así, las agendas del diálogo no tendrían que complicarse con temas como la "dictadura'', el "liberalismo'', la "democracia'', el "mercado'' o la "transición''.

En el multiculturalismo la política no desaparece; más bien se fragmenta en la representación de sujetos que reclaman derechos particulares. No creo que la situación de las llamadas "minorías'' en Cuba y Estados Unidos sea equivalente. En la isla, esos sectores sociales sufren, además de discriminación, invisibilidad y falta de reconocimiento, la precariedad de una economía deficiente y el rigor de una política autoritaria. En Estados Unidos el respeto a los derechos civiles ha mejorado considerablemente en la última década, mientras que en Cuba ha empeorado. Sin embargo, la condición de subalternos identifica a unos y a otros, vivan donde vivan. Esa identidad puede establecer un consenso mínimo sobre el cual debatir cuestiones vitales para cubanos de todas las latitudes.

Es evidente que en Cuba, a pesar de la ausencia de libertades públicas, ya comienzan a insinuarse políticas multiculturales. Esas políticas son ejercidas, naturalmente, por diversos actores (sexuales, religiosos, raciales, genéricos, gremiales...) de la sociedad civil. La reacción del régimen contra dichas alteridades ya no es tan burda como en los años 60 y 70. El objetivo es el mismo: borrarlas. Sólo que ahora, en vez de reprimirlas frontalmente, los aparatos ideológicos del estado intentan asimilarlas, diluyéndolas en la red de instituciones oficiales. La emigración podría contribuir a la autonomía de esas políticas no gubernamentales, en la isla, por medio de estrategias de financiamiento, diálogo, representación, reconocimiento e intercambio.

Nada de esto significa que los grandes temas de una política y una cultura nacionales se disuelvan en la atomización multicultural. El multiculturalismo es una fase necesaria de reacomodo jurídico de las sociedades modernas a la diversidad civil y el pluralismo moral del siglo XXI. Sin embargo, esa fase no cancela ni resuelve los problemas de una ciudadanía bajo un régimen totalitario.

Esos problemas, que podrían resumirse en uno --falta de derechos civiles, económicos y políticos--, son traducidos en demandas específicas por los actores multiculturales. El diálogo entre esos actores arrojaría que la satisfacción de intereses particulares pasa por un cambio político de carácter nacional: la transición a la democracia.

Entre todos los regímenes políticos modernos, la democracia ha demostrado ser el que mejor asimila la lógica multicultural del capitalismo tardío. Y esto es así no sólo porque el sistema democrático conceda un amplio margen de libertades públicas, sino porque toda verdadera democracia exige, junto a la satisfacción de derechos, el cumplimiento de deberes cívicos.

En los regímenes totalitarios y autoritarios, sin embargo, se deterioran ambos: los derechos democráticos y los deberes republicanos. De ahí que la introducción del multiculturalismo en un sistema comunista, como el que subsiste en Cuba, implique, además de la corporativización estatal de las políticas multiculturales, el aislamiento de los sujetos en feudos resentidos e insaciables.

© El Nuevo Herald

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