Ubre Blanca
no dejó herederas
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, noviembre (www.cubanet.org) - El desarrollo de la ganadería
fue uno de los megaproyectos del gobierno de Fidel Castro desde el mismo 1959.
Para lograr estos planes, en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado,
le quitaron sus propiedades a la mayoría de los tenedores de tierras,
cuyas fincas fueron convertidas en planes lecheros administrados por
funcionarios del gobierno.
Simultáneamente, se generalizó el ordeño mecánico,
se extendió la cría de ganado Holstein y Cebú, se
experimentó con la ciencia genética para obtener nuevas razas, se
erigieron por todo el país escuelas veterinarias para calificar personal,
fábricas de pienso, así como industrias para asegurar la producción
de postes, alambre y otros materiales de trabajo.
Se invirtieron millones y millones de pesos en la ampliación y
modernización de la industria láctea y de cuanta rama tuviera que
ver con el ganado, desde su vacunación masiva hasta la distribución
regulada de carne y leche al pueblo.
Las producciones pecuarias eran calculadas en millones y millones. Según
el discurso oficial Cuba, se convertiría en una potencia exportadora de
carne y leche, el futuro era promisorio. Pero el futuro nunca llegó.
La ganadería sirve, más que ningún otro ejemplo, para
demostrar el fracaso del comunismo en Cuba a pesar de su intención de
repartir equitativamente los bienes.
El problema es que para repartir, primero hay que producir, pero como en el
socialismo se trabaja para el Estado y éste paga muy mal, la gente no
tiene motivaciones para producir y por tanto se dedica a sobrevivir robándole
a su empleador todo lo que pueda y cada vez que haya oportunidad.
Solamente en la década del 80 este plan gubernamental dio algunos
pasos en el sentido de incrementar el consumo de leche y carne dentro de la
población cubana, aunque la producción pecuaria nunca llegó
a satisfacer las necesidades del pueblo, ya que la venta de tales productos jamás
ha dejado de realizarse a través de la libreta de racionamiento.
Sin embargo, la gente pudo acceder a ciertas cantidades de derivados de la
leche, como el yogurt y el queso crema, cuyo consumo se propagó rápidamente.
Fueron los tiempos en que se elogiaba a la superproductora Ubre Blanca, aquella
famosa vaca cubana emblema de la ganadería nacional que llegó a
promediar mas de cien litros de leche por día.
Pero con la caída del comunismo en Europa, la desintegración
del CAME, la pérdida del interés estratégico ruso en su
colonia caribeña y la consecuente desaparición del subsidio de la
Metrópoli, volvimos a la situación de normalidad, en la cual los
nacionales de un país pueden consumir lo que sean capaces de producir o,
en el caso nuestro, que nos
permitan producir.
Así, a partir de 1990, los cubanos, "víctimas" de
una no deseada independencia, vieron disminuir aceleradamente su consumo de
leche y carne. A diez años de la caída, aunque el gobierno
proclama que últimamente ha aumentado la producción en diversas
ramas pecuarias, en la vida real el pueblo sigue careciendo de todo cuanto
proviene de la res, desde sus proteínas y grasas hasta sus cueros.
De modo que lo que constituyó dieta habitual de los negros esclavos
en la Cuba en tiempo de la colonia, el tasajo; y asiento de guajiros, el
taburete, están hoy en peligro de extinción.
Ahora lo que está de moda son las reminiscencias de la res. Por
ejemplo, el picadillo de soya y el yogurt de soya. En ninguno de los casos se
especifica qué por ciento de soya tienen en su composición.
Así andan las cosas cuarenta años después de que el
gobierno cubano decidió suplantar a los productores privados de carne y
leche, abrogándose los derechos exclusivos sobre tierra, rebaños y
comercio.
A pesar que la población se duplicó y de que el consumo de
carne es insignificante, la masa ganadera disminuyó en casi la mitad: de
8 millones de cabezas de ganado que había en Cuba a principios de la década
del 60, ahora sólo quedan algo más de 4 millones.
Los niños cubanos reciben leche hasta el día en que cumplen 7
años. La carne es apenas localizable en mercados dolarizados del
gobierno, pero a precios impagables para el trabajador promedio. En el mercado
negro una libra de carne de res cuesta 40 pesos y pudiera significar varios años
tras la rejas.
Miles de familias cubanas tienen a uno o varios miembros cumpliendo largas
sanciones por incurrir en sacrificio o venta de ganado, considerado uno de los
delitos más graves en la Cuba de estos tiempos.
Los más viejos de Herradura recuerdan aquellos tiempos en que el
pueblo, con apenas mil habitantes, tenía dos carnicerías en las
cuales los carniceros le vendían -o les fiaban- una libra de picadillo de
carne de primera por 35 centavos a cualquier muerto de hambre que cuando eso
ganaba un peso diario.
A los más jóvenes nos toca decir claramente que, desde que al
gobierno de Fidel Castro se le ocurrió nacionalizar también las
ubres de las vacas, el consumo de leche y carne se convirtió en Cuba en
una quimera. Ya no es ni siquiera un lujo.
Cualquiera diría que Ubre Blanca no dejó herederas al morir.
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