La Habana,
La Habana
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - A los 482 años de fundada,
La Habana sigue poseyendo como característica principal la presencia
marina. No por gusto el Malecón habanero es la más famosa de sus
arterias.
Fundada el 16 de noviembre de 1519, fecha que marca la celebración
del primer cabildo de la villa, La Habana nació como ciudad portuaria.
El paso de las flotas españolas estaba garantizado por la extensa y
segura bahía. En 1539, justo a unos veinte años de su fundación,
levó anclas de su puerto una poderosa Armada en dirección de La
Florida en son de conquista. A la cabeza, el entonces gobernador de Cuba,
Hernando de Soto, quien conquistó La Florida para la Corona Española.
Por única y primera vez, una flota armada desde Cuba invadiría la
Florida. Cientos de años después, desde el Mariel, puerto al oeste
de La Habana, saldrían pobladores de la isla hacia la Florida pero con
fines de refugiarse en aquella tierra. Es pues desde el 1539 que se inició
la relación marítima de Cuba con la Florida.
Tan pegada está la tradición marinera a La Habana colonial que
no fue casualidad que la primera obra científica escrita en Cuba, cuyo
autor fue el doctor Lázaro de Flores, médico y astrónomo,
fallecido en esta ciudad en 1673, se titulara Arte de Navegar.
La importancia de La Habana como plaza fuerte durante la época
colonial la atestigua en fecha muy temprana el informe de 1572 realizado por la
Universidad de Maestros y Pilotos de Navíos de Sevilla al rey Felipe II: "Porque
es puerto de gran escala donde vienen a parar los naos para venir a España
y ser reparo de los pueblos y fuerzas de La Florida".
Tampoco hoy debe menospreciarse la posición estratégica de La
Habana, ni de la isla en general, en la geoestrategia de los países
circundantes. Realmente, la posición de La Habana, de la isla en el
Caribe y particularmente entre el Golfo de México y la península
de La Florida, le concede alta importancia en la lucha contra el narcotráfico
y el terrorismo.
La semana pasada se clausuró en la capital cubana un simposium
internacional acerca del narcotráfico con la asistencia de más de
una decena de países entre ellos los Estados Unidos. La presencia de un
miembro de la bancada demócrata del Congreso tuvo no menos relevancia que
el tema central del evento.
La Habana carga con su historia de 482 años sin ser abandonada por la
digna belleza de las viejas piedras de sus inmuebles. En el sector más
antiguo de la ciudad , mediante una vasta obra de renovación y restauración,
casas varias veces centenarias renacen de sus ruinas convertidas en hoteles,
hostales, establecimientos gastronómicos y otros servicios con la
característica de ser el dólar la moneda de comercio, como en
aquellos tiempos en que los veleros de Charleston y de Louisiana tocaban el
puerto de la villa.
"Nada hay que exceda la belleza de la bahía de La Habana. Parecía
como un lago interior (...) Toda imaginable especie de embarcación veíase
navegando o fondeaba (...) dentro de sus murallas, es uno de los lugares más
ricos e importantes, en proporción a su superficie en todo el mundo",
escribió Abiel Abbot, párroco estadounidense que visitó la
ciudad en 1828, en una de sus cartas dirigidas a su amigo personal John Quincy
Adams.
Numerosos personajes han visitado a La Habana atraídos por su
peculiar encanto, encerrado en sus calles y su puerto. Aún hoy mantiene
La Habana su atractivo para muchos miles de turistas llegados acá para
conocer de la vida de la ciudad y de sus pobladores.
"Pensé morir en La Habana", me comentó entre
asustado y risueño un francés que sorteó el huracán
Michelle en un apartamento cerca del Malecón, desbordadas las aguas del
mar gracias a olas de varios metros de altura, por lo que tuvo entre sus
aventuras la de una inundación marina.
En tanto, La Habana no deja de ser objetivo fotográfico. Todos los
viajeros desean llevarse en sus fotografías los viejos edificios
derruidos, el endémico camello, la inefable imagen de la mulata, de las
colas del pan y muchas cosas más.
Aunque para buena parte de la población habanera sólo es
edificios derrumbados y sobrevivencia difícil, hay quienes todavía,
a pesar de todo, le hallan cierto encanto. Sobre todo a la caída de la
tarde, cuando el sol se va y en el Parque Central la peña de la pelota se
engrosa de fans deseosos de discutir a voz en cuello; cuando el Malecón
sirve de asiento a numerosos enamorados y, al oeste, el horizonte adquiere
tintes increíbles.
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