Solidaridad
Miriam Leiva
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - La solidaridad es un concepto
repetido en Cuba durante decenios. Se ha utilizado para expresar oficialmente la
asistencia a países ante disímiles situaciones, desde catástrofes
naturales hasta guerras.
Ha comienzos de este mes, el huracán Michelle lesionó al
pueblo cubano. Viejas y endebles casas, miles de ellas con techos de zinc o
tejas infinitas (de cartón corrugado revestido con cemento) fueron dañadas
por fuertes ráfagas de viento. Escuelas, almacenes, centros turísticos,
centrales azucareros y otras instalaciones industriales no pudieron resistir. El
mar y los ríos se desbordaron. Arboles, torres de electricidad y televisión
se retorcieron o partieron como si se hubiera tratado de finos lápices.
Los cultivos esenciales para la poca alimentación del cubano o la
exportación sufrieron enormemente: platanales, cañaverales,
plantaciones de cítricos, café, arroz, tabaco, así como la
avicultura y la ganadería.
Pero la población no tenía, ni tiene, condiciones materiales
para enfrentar desastres naturales de pequeñas magnitudes. Lo poco que se
pudo adquirir en la etapa de cierto desahogo económico, gracias a los
subsidios del antiguo campo socialista, se fue depauperando.
Durante los últimos cuarenta años, las edificaciones de
viviendas han sido escasas y las reparaciones casi inexistentes. Por tanto, no
debe extrañar que decenas de miles de inmuebles hayan quedado total o
parcialmente destruidos. Muchos poblados resultaron arrasados e incomunicados.
Pasada una semana, algunas zonas todavía se encuentran inundadas lo que
afectó aún más sus edificaciones.
Desde siniestros anteriores, más leves, muchas familias ya residían
en albergues en espera de que le asignen una morada, pues la construcción
por cuenta propia es muy regulada y no resulta fácil adquirir los
materiales necesarios.
De tal suerte, quienes perdieron sus casas como consecuencia del huracán
Michelle posiblemente tendrán que esperar largo tiempo, a no ser que se
decidan vastos planes emergentes mediante la venta de materiales y la edificación
de viviendas con ínfima calidad y bajo consumo para paliar la situación.
También se requerirá la venta, con facilidades de pago, de
enseres vitales como colchones, mantas, cocinas y hasta muebles, ya que muchísimas
familias lo perdieron todo.
Luego de Michelle, la solidaridad humana, ya patentizada ante su inminencia,
se potenció. Ahora no se trata sólo de brindar espacio en una casa
más sólida o en zonas altas, sino que deben compartirse los pocos
alimentos disponibles y en muchos casos prepararse para una convivencia más
extensa. Según han restablecido la electricidad y el gas, vecinos y
amigos han compartido esos servicios básicos.
Todos estos esfuerzos, unidos a los de trabajadores de servicios comunales,
telefonía, electricidad, salud pública, campesinos, panaderos y
muchísimos otros, requieren una contrapartida material para reconstruir y
dar de comer a miles de personas.
¿Acaso el país cuenta con los recursos económicos que
demanda esta contingencia? Es poco probable, si se tiene en cuenta que durante
los últimos diez años se ha vivido en el llamado "período
especial" o crisis económica profunda.
La gravedad de la situación actual y sus consecuencias ulteriores
imponen prevenir la escasez de alimentos y medicinas, así como crear
bases para el despegue personal y social.
En circunstancias tan adversas, usualmente los gobierno solicitan ayuda
externa y reciben toda la que se ofrezca voluntariamente. De contar con la
información pertinente, con seguridad que muchísimos países,
organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales estarían
dispuestos a aportar ayudas solidarias. Pero, desgraciadamente, parece que el
gobierno de Cuba no va a recurrir a este recurso.
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