Michelle, no
por The Beatles
Manuel David Orrio, CPI / CubaNet
LA HABANA, noviembre - Por primera vez para generaciones de cubanos, el
nombre de Michelle no se asociará al de una de las más hermosas
composiciones interpretadas por el cuarteto The Beatles, debida al genio musical
de dos de sus integrantes: John Lennon y Paul Mc Cartney. Para Cuba, hoy,
Michelle es el signo de una auténtica catástrofe económica
nacional, que a Dios gracias sólo trajo la pérdida de cinco vidas
humanas, pero que al mismo tiempo informa de paradojas y realidades.
La primera de esas paradojas puede ser para muchos una politizada forma de
humor negro. Michelle, huracán fuerza cuatro que a su paso por la isla ha
dejado a más de la mitad de la población sin electricidad, gas y
agua -aunque ya está en marcha el proceso de recuperación de esos
servicios- no tuvo la capacidad destructora suficiente para echar abajo las
interferencias aplicadas por el gobierno de Fidel Castro a la emisora
estadounidense Radio Martí, si bien éstas se vieron debilitadas
durante el paso del meteoro.
Ironías, grandes ironías: las interferencias a la considerada
más importante fuente de información alternativa al interior de la
isla, frente al modelo de prensa de la censura cubana, parecieron más
importantes, y lo parecen, que el restablecimiento de la electricidad, al menos
en algunos sitios de los tantos que aún no la tienen. Parece algo tan
normal, desde el punto de vista de la sicología social isleña, que
a estas alturas no he escuchado un solo comentario sobre el particular.
Las realidades son de otro cariz, y nada tienen de humor blanco, ni negro.
El huracán Michelle atravesó la isla por la provincia Matanzas
dentro de la cual literalmente arrasó al municipio Ciénaga de
Zapata, el más extenso y menos poblado del país. Allí dañó
al 80 por ciento del fondo habitacional, unas 600 viviendas, la mayor parte de
ellas con techo de guano; es decir, a más de cuarenta años del
triunfo revolucionario de 1959, en el municipio que fue escenario de la llamada
primera derrota del imperialismo yankee en América Latina y que hoy es un
polo turístico capaz de atraer al 10 por ciento de los visitantes a Cuba,
según cifras divulgadas por la prensa oficiosa, se produce la indudable
injusticia social derivada de la existencia de "una mayor parte" de
viviendas del tipo más pobre de Cuba.
El bohío, históricamente imagen de la miseria cubana, vive en
la Ciénaga de Zapata al lado de los turísticos balnearios de Playa
Larga y Playa Girón. Michelle, con su cotejo de desgracias, sacó a
la luz esa realidad tan ilustrativa de un estado de subdesarrollo trascendente a
lo observable en las estadísticas.
Al mismo tiempo, lo positivo. Si por un lado el huracán Michelle ha
mostrado una Cuba que en ejemplos como el de la Ciénaga de Zapata se
descubre como un país más subdesarrollado de lo que aparenta, lo
que invita a consideraciones sobre cómo abordarla en términos políticos
y de democratización, por el otro la isla ha exhibido una notable
capacidad operacional en situaciones de emergencia. Eso es un hecho que incluso
trasciende a la experiencia demostrada por el gobierno de Fidel Castro ante
tales incidentes, porque esa capacidad se mostró también a nivel
de la población.
Que sólo se perdieron cinco vidas humanas es un dato, que hubiera
disciplina para evacuar a más de 700 mil personas también lo es.
De este modo, una vez más, se nos revela una Cuba llena de
contradicciones y contrastes que, a juicio de este periodista, demanda enfoques
nuevos y abordamientos diferentes al de la conocida antinomia
castrismo-anticastrismo. Apenas a tres días del paso del huracán,
en un taller de mecánica automotriz de La Habana, un hombre comentaba los
acontecimientos con estas palabras: "Ya a todo el mundo se le olvidó
si el dólar sube o baja, y no les interesa lo que está pasando en
Afganistán. Ahora la gente para lo que está es para comprar todo
lo que pueda".
Quizás, sin saberlo, ese hombre se refirió a otra de las
revelaciones de Michelle: esa capacidad del cubano para pasar rápidamente
de una prioridad a otra, muchas veces sin establecer las interconexiones
necesarias a una percepción global, lo cual siempre le ha conducido a
repetir errores. La ausencia de memoria histórica conduce a insistir en éstos,
como también contribuye a errar en estrategias y tácticas. Cuba, a
ambos lados del Estrecho de la Florida, padece de ese auténtico vicio
nacional. Cabe preguntarse cuándo lo abandonará.
Michelle, entretanto, también ha hecho saber cuán solos
estamos los cubanos. Mi monitoreo de las estaciones radiales de onda corta
durante tres días de emergencia ciclónica, mostró que la
catástrofe nacional representada por el huracán no fue noticia, más
allá de los medios isleños o del sur de Florida. Por ello, una vez
más, hace saber Michelle hasta cuánto Cuba es asunto de cubanos,
para bien y para mal.
La Voz de Rusia, por ejemplo, en el mismo día que el huracán
ya devastaba el occidente de la isla, dedicaba su tiempo a reseñar la
apertura en Moscú de una exposición de pintores rusos que
visitaron Cuba en 1902, y plasmaron en sus lienzos su impresión sobre la
entonces estrenada república. Radio Netherland, por su parte, entrevistó
a uno de los gestores de Buenavista Social Club.
Tomemos nota, los cubanos. Estamos solos, nuestro futuro sólo depende
de nosotros. Lo dice Michelle, no precisamente desde las voces de The Beatles.
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