LA RETIRADA del embajador es un baño de realismo sobre la relación
bilateral
Rafael Jorba. La
Vanguardia Digital. España, noviembre 1, 2001.
Es innegable que Aznar ha movido fichas en política exterior, pero
también lo es que la posición española en el tablero
internacional no siempre ha salido reforzada de estos movimientos. Los buenos
propósitos no bastan en la diplomacia y a menudo sucede, como en la
literatura, que con las mejores intenciones se puede escribir torcido. Centremos
la atención en tres escenarios clave de nuestra relaciones exteriores:
Latinoamérica, el Magreb y la Unión Europea,
Latinoamérica. La inicial partida de ajedrez entre Castro y Aznar
acabó en tablas, con un año perdido de por medio. El resultado fue
que la diplomacia española cedió en Cuba> la posición
privilegiada que mantenía en el momento mismo en que hasta el Vaticano
modulaba su política en la isla en lógica poscastrista. España
ha dejado de ser interlocutor entre Bruselas y La Habana, en el marco de las
relaciones exteriores de la UE, e incluso nuestra embajada ha dejado de jugar el
papel discreto y eficaz que desempeñaba en los contactos bilaterales
entre <Cuba y Estados Unidos. También la posición española
en el Cono Sur, con el caso Pinochet en el terreno político y la crisis
de Aerolíneas en el económico, ha resultado debilitada. No sólo
nuestra política exterior ha perdido enteros en Chile y Argentina, sino
que la imagen de España se ha visto deteriorada en sus respectivas
opiniones públicas mientras el efecto contagio dejaba huella en el
conjunto del área.
Magreb. El fracaso de la negociación pesquera entre la UE y Marruecos
marcó el inicio de la actual crisis entre Madrid y Rabat. Fue el
presidente Aznar quien cometió la temeridad de dar a entender que España
podría tomar represalias. Su actitud molestó al teórico
destinatario de las mismas -Rabat-, pero también a los responsables de la
política exterior de la UE, al considerar que Madrid no podía
esgrimir medidas bilaterales en un asunto que formaba parte de la agenda
comunitaria. El posterior rifirrafe entre los gobiernos español y marroquí
sobre inmigración clandestina echó el resto. Ahora, cuando Madrid
empezaba a corregir el tiro para recomponer sus lazos con Rabat, la intempestiva
retirada del embajador Baraka ha supuesto un baño de realismo sobre el
estado real de la relación bilateral. El gesto poco amistoso de Mohamed
VI, a falta de explicaciones concretas, puede responder más a razones de
política interior: los problemas del joven rey para hacer avanzar su
programa inicial de reformas. En cualquier caso, no puede decirse que la
diplomacia española haya gestionado este dossier con la prudencia debida
ni que la buena relación de ambas monarquías haya podido emerger.
Unión Europea. Tampoco en la escena europea, que es ya más política
interior que exterior, España ha sabido encontrar su sitio en vísperas
de su presidencia de turno de la UE. La última cumbre de Gante, con la
reunión restringida celebrada por Francia, Alemania y Reino Unido,
demostró quién es quién en Europa más allá de
teóricos ejes alternativos: Berlusconi se quedó fuera, y las
presidencias saliente (Bélgica) y entrante (España) también.
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