Medio
ambiente bajo control estatal
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, mayo - El hecho de que La Habana haya sido electa como una de las
sedes de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente podría
llevar a suponer que tal decisión premia un sistema ambientalista modelo.
Sin embargo, Cuba está bien lejos de constituir un ejemplo a imitar en lo
que se refiere al uso y protección del entorno ambiental.
Los ríos del país -Guamá, Almendares, cualquiera-
reciben altas cargas contaminantes provenientes siempre de entidades estatales.
Las escasísimas y añejas industrias del país, todas
propiedad del gobierno, siguen considerando a los ríos como cloacas
naturales.
La misma situación sufren las bahías de la Isla. Su nivel de
contaminación es proporcional a su actividad económica. La de La
Habana es la más contaminada del país, pues sus aguas reciben
vertimientos nocivos de toda el área metropolitana de la capital.
El propio deterioro y suciedad de las ciudades y pueblos cubanos se integra
bastante mal a la idea de un entorno sano y natural. Montones de basura pudriéndose
en las esquinas, vertederos intramuros, fosas y cañerías de aguas
albañales reventadas por semanas, son una imagen bastante común, y
sin esperanzas de mejora.
En Herradura, provincia Pinar del Río, con sus calles de tierra
despellejadas por las lluvias de mayo, se tiene tanto cuidado por el medio
ambiente como pueda significarlo el corte de la yerba que crece donde debiera
haber jardines. En una encuesta realizada por este cronista, puestos a elegir
entre SUFICIENTE, REGULAR y MUY POCO, 45 de 55 herradurenses (el 80%)
consideraron que el gobierno gasta muy poco en la protección del medio
ambiente de la localidad.
Por otra parte, en los últimos 42 años en que Cuba ha estado
regida por el mismo régimen comunista, valga recordar que las áreas
boscosas del país han crecido apenas en un 7%. Fuentes oficiales han
reconocido una demasiado lenta tasa de reforestación, vinculada con
insuficientes niveles de supervivencia de las plantaciones, producto de una
escasa diversidad e incorrecta selección de los terrenos y las especies
de árboles plantados. Asimismo, en los últimos 10 años la
ocurrencia de incendios significó la pérdida de un mínimo
de 65,400 hectáreas de bosques.
Pero no es en última instancia. El escaso celo y la poca moneda que
se gasta el gobierno en el tema medioambiental es lo que más perjudica la
protección y la propia existencia de nuestros valles, ríos, montañas
y ciudades, de nuestra tierra. La naturaleza en Cuba, el mapa todo de la Isla,
es propiedad estatal, así como su explotación, protección
y... ¡monitoreo! Demasiadas papas para un saco roto.
Hora es ya de que cese el monopolio estatal sobre el cuidado del medio
ambiente, hora es ya de que el gobierno, en lugar de reprimirlas como hasta hoy
ha hecho, permita e incluso aliente el funcionamiento de organizaciones
independientes pro defensa del entorno natural.
La alarmante degradación de los suelos es una buena prueba de cómo
las instituciones oficiales son incapaces de parar las negligencias y
desenfrenos de las entidades del gobierno, propietarias mayoritarias del país:
el 76.8% de las tierras cubanas han perdido su productividad, 40% de los suelos
muestran preocupantes grados de erosión, y un 14% del área agrícola
nacional sufre por salinidad.
En Cuba tampoco se puede ser al mismo tiempo juez y parte. Si el gobierno no
cede su excluyente y baldío monopolio sobre la protección al medio
ambiente, permitiendo por ejemplo que grupos ecologistas pinareños puedan
impedir que se siga violando la virginidad del Cabo de San Antonio al extraerle
madera para la zafra tabacalera, si no se legaliza que cualquier cubano pueda
genuinamente defender su archipiélago, entonces, poquito a poco pero
irreversiblemente Cuba se nos acaba.
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