Otro mundo
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, mayo - En el prólogo del libro "Un solo Rey", editado por
CubaNet en Miami, el escritor Antonio Conte expone que en la actualidad las crónicas
no ocupan mucho espacio en periódicos y revistas, a la vez que presenta
una serie de escritos de ese género redactados por varios periodistas
independientes cubanos.
Si bien es cierto que la noticia es más dinámica y comercial
en estos tiempos, muchos sucesos en Cuba son tan increíbles que para
tratar de exponérselos -al menos parcialmente- a personas ajenas a
nuestro escenario, es necesario recurrir a la crónica, pues incluso para
muchos nacionales son hechos inexplicables o imágenes surrealistas.
Cómo tratar en una noticia, cómo exponer en un corto primer párrafo
la escena, el drama humano de un numeroso grupo de niños, adolescentes y
adultos que corren detrás de un viejo tractor soviético que hala
una carreta repleta de desperdicios, recolectados en los comercios dolarizados,
con el fin de encontrar alimentos u objetos cuya venta signifique algunos pesos
o dólares.
Este acto puede verse varias veces cada semana en los basureros ubicados en
las afueras de la capital y se agrava cuando el vehículo se detiene a
botar su pestilente carga, pues en ese momento la muchedumbre se abalanza sobre
él, la gente sube a la carreta por las barandas que la rodean y se lanza
entre la basura con la esperanza de encontrar "algo".
Los que no pueden tomar por asalto la carreta se lanzan al fondo de la zanja
donde será vertida la carga contaminante. Allí se producen peleas
como las de las fieras que se disputan un pedazo de carne putrefacta. ¿El
motivo? Un pedacito de jabón, un tubo de pasta dentífrica vacío,
un pomo de shampoo con residuos del producto, una fosforera desechable con una
pizca de combustible, cualquier basura, cualquiera, porque somos una sociedad
sumida en la miseria más espantosa.
La práctica de hurgar entre los desperdicios es tan frecuente en la
Cuba de la era socialista que los practicantes de este oficio han sido
bautizados con el sobrenombre de "buzos".
Los "buzos" laboran en cualquier parte. Lo mismo se desempeñan
en la céntrica calle San Rafael, que en los vertederos de la calle 100 o
en el de las Ocho Vías.
En estos basureros los "buzos" aguardan durante horas en espera de
la "materia prima". Mientras llegan los vehículos los
practicantes del buceo juegan a las damas, al parchís, e incluso los hay
que leen. Tampoco faltan por el lugar los "luncheros", que viajan al
fin del mundo para vender sus panes con jamonada, o con nada de jamón
como suelen llamarse por acá.
Cuando la basura contiene restos de picadura de cigarro que la fábrica
desecha y ordena quemar, el vehículo viene con un custodio a bordo para
evitar desórdenes. La picadura es más valiosa que el oro. Es bien
pagada por los fabricantes clandestinos de cigarrillos o "tupamaros".
La recolección de desechos nació con el período
especial. Esta práctica amenaza con extenderse en país donde la
situación económica empeora cada día y el gobierno proclama
en la prensa el crecimiento del producto interno bruto.
Los medios nacionales no tratan el tema, parece que está prohibido
por los que pagan a los periodistas. Por otra parte, ni los dirigentes del
Partido Comunista, ni las delegaciones extranjeras, ni los turistas conocen los
vertederos de basuras de Ciudad de La Habana como tampoco saben que centenares
de personas peligran allí, cada día, hurgando entre los desechos
portadores de microorganismos capaces de segar la vida humana.
Este, el nuestro, es otro mundo. Un mundo que encierra tanta tragedia
humana, social, que es imposible narrarlo en los limitados párrafos de
una noticia.
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