CUBANET .INDEPENDIENTE

16 de mayo, 2001


Pesadilla en tiempo real

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, mayo - Alfredo Castañeda González no pudo dormir esa noche. Cuando cerraba los ojos y hacía por descansar, visualizaba la misma imagen que por días lo atormentaba. Se sentía caer en medio de un remolino succionador que lo atraía y llevaba al otro extremo del planeta, arrastrando en su interior todo lo que le resultaba querido. Ruidos indescifrables acompañaban su descenso. Estiraba los brazos en un esfuerzo por asirse a objetos salvadores, pero sólo el vacío lo acompañaba. Abrió los ojos sobresaltado y se dio cuenta de que nada era real.

Estaba en el cuarto junto a su esposa. Miró el reloj. Marcaba las 3 de la madrugada. "¿Será un presagio la pesadilla?" -pensó.

No esperó más. La despertó, y se vistieron rápidamente. Envolvió a sus dos pequeños hijos en lo primero que encontró y salieron del edificio, que amenaza con derrumbarse.

Castañeda González es vecino del inmueble situado en San Nicolás 414 entre San Rafael y San José, en La Habana. Es una de las 50 mil construcciones declaradas irrecuperables en esta provincia y, a la vez, forma parte de las 75 mil que están apuntaladas. En ella malviven 16 familias -unas 50 personas, de las que 11 son menores de edad- aunque desde 1969 el lugar fue declarado "inhabitable parcial".

En las reuniones con el delegado del Poder Popular de la circunscripción, los vecinos han planteado el deterioro progresivo que sufre el edificio por la desatención a su afectada estructura.

En noviembre de 1986 sufrió un incendio en el tercer piso, que lo debilitó totalmente. Pero lo peor vino después por la cantidad de agua que los bomberos vertieron y las rajaduras que ya presentaba en sus distintos niveles. Nuevamente ocurrieron derrumbes en algunas áreas.

A los pocos días vino una brigada y demolió la parte posterior del conjunto residencial. Lo declararon "inhabitable en su totalidad", y los vecinos fueron enviados a un improvisado albergue situado en Mayía Rodríguez, reparto La Perla, en el municipio Arroyo Naranjo.

"Humanamente era imposible vivir allí", recuerda Castañeda González. "Nos situaron en unas naves de madera separadas por cartones entre los espacios familiares, sin la menor privacidad. Baños colectivos, sucios y con tupiciones. Sin agua corriente. Aire viciado por la falta de ventilación. Pobre alumbrado eléctrico. Cocinas comunes a cierta distancia de las barracas. Nadie encargado de la limpieza del área pública por los bajos salarios que paga el Estado. Robo, escándalos y peleas entre vecinos casi a diario, muchos de ellos por problemas morales. En esa situación estuvimos cuatro años. No soportamos más y regresamos a nuestro hogar en diciembre de 1989, a pesar del peligro que esta decisión entrañaba".

"Mi familia tiene expediente de siniestrado hace 21 años. En 1986 Vivienda Provincial nos informó que estaban entregando locales o apartamentos a los expedientes de 1962. En 1989 se nos informó que iban por el 1968. En el 2001 van por los registrados en 1969. ¿Cuántos años más tendremos que esperar para que nos asignen un techo donde vivir?", pregunta el hombre.

Las últimas lluvias ocurridas en la capital cubana, diciembre de 2000, provocaron 135 derrumbes de viviendas, dos víctimas fatales, varios lesionados, millones de pesos de pérdidas materiales e incrementó en 392 el número de núcleos damnificados. El 70 por ciento de las 586,796 viviendas de la capital necesitan reparación debido a su pésimo estado técnico, parcial o total. Decenas de miles de afectados no tienen domicilio propio y viven albergados o agregados a núcleos de familiares o amigos. En realidad, el espacio físico y residencial de esta provincia es para 1,4 millones de individuos, pero su población actual frisa los 2,2 millones. Los municipios más golpeados son Habana Vieja, Centro Habana y Cerro, los que poseen cuatro, cinco y tres albergues respectivamente, insuficientes para proteger de la intemperie a todos los siniestrados.

"Posteriormente han continuado los desprendimientos parciales de paredes, techos, escaleras, pasillos e interiores de las habitaciones del primer y segundo piso del edificio de San Nicolás 414", señala Castañeda González. "La planta baja está ocupada completamente por una carpintería estatal perteneciente a la Empresa de Comercio Minorista. Las columnas principales, que soportan la construcción, están fracturadas y el acero sufre de corrosión por el efecto de las aguas. Los trabajadores temen por su vida y no desean laborar en ese local. El Ministerio de Comercio Interior no ha ordenado la reparación de su taller".

"Cientos de gestiones han realizado los vecinos. Con la Dirección Municipal y Provincial de la Vivienda, con el Poder Popular y con el Partido Comunista de Cuba. Algunos funcionarios han venido al edificio y enviaron personal para que afianzara la escalera", informa Castañeda González.

Según el hombre, una solución parcial del problema sería asegurar los pisos uno y dos, y derribar el tercero y la azotea. Pero ahora hay un nuevo inconveniente, los funcionarios dicen que no hay madera para efectuar los trabajos.

"La arquitecta que visitó nuestro hogar colectivo el pasado 30 de abril dictaminó que estaba en peligro inminente de derrumbe. Yo he visto palos para sostener el edificio en varios recorridos que realicé por el municipio y sus alrededores. Están almacenados en Planta Habana (Vía Blanca y Fábrica). También en Infanta, cerca del hospital pediátrico de Centro Habana, y en el aserradero próximo a Línea del Ferrocarril y Cristina, en Luyanó", añadió.

"Pienso que la almendra del asunto está en que las posibles gestiones no se acometen, pero ¡sí hay madera! Por otro lado, el Poder Popular no nos puede albergar en estos momentos, no tiene capacidades disponibles. Hace días, unos vecinos entregaron un documento al Consejo de Estado para que conozca de la situación. Yo culparé al Estado cubano de producirse un derrumbe que provoque o no víctimas fatales, por su indolencia y manifiesta irresponsabilidad para solucionar el problema", acusó Castañeda González.

De acuerdo a reportes oficiales, el fondo habitacional de Ciudad de La Habana mejoró en un 9 por ciento en diciembre de 2000. Pero, nada se dice sobre el crecimiento geométrico de los necesitados de viviendas ni de la situación crítica en que se encuentran las áreas residenciales en general. Es posible que se cuenten en esa información las 4,6 miles de habitaciones construidas el año pasado para el turismo extranjero, que nada tienen que ver con el cubano.

Lo cierto es que miles de compatriotas como Castañeda González y su familia viven temerosos de que un día aquella pesadilla que él tuvo se convierta en realidad. Este hombre continúa la vida aterrado. Sabe que se mueve en el interior de una bomba de tiempo que, en cualquier momento, estallará.


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