CUBANET .INDEPENDIENTE

8 de mayo, 2001


Proyecto Varela y ética periodística

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, mayo - "Quien esté libre de pecado, tire la primera piedra", no es cita que pueda esgrimir como motivo de estas líneas, a propósito de uno de los más importantes esfuerzos que hoy tienen lugar al interior del movimiento cubano por los derechos humanos y entre la ciudadanía isleña: el proyecto Varela.

Dicho proyecto aspira lograr que una iniciativa ciudadana, reconocida por la Constitución vigente si reúne diez mil firmas, conduzca a la realización de un referendo donde los electores se pronuncien sobre la materialización de cuatro puntos esenciales: los derechos a la libre expresión y asociación con fines pacíficos, la amnistía a encarcelados por motivos políticos y de conciencia, el derecho de los nacionales a fundar empresas privadas y cooperativas y la promulgación de una ley electoral nueva, de mayor apertura en la postulación de los candidatos a los parlamentos nacional y provinciales, todo lo cual apunta a los nervios más sensibles del Estado post-totalitario cubano. Por sí mismo, por el simple hecho de existir, el proyecto Varela pone sobre el tapete el más simple y complejo de los asuntos de Cuba, descriptible con sólo mencionar la palabra mágica, libertad, gritada por los cubanos ante Juan Pablo II y la cara de Fidel Castro.

Nobleza de fines puede conducir por medios erróneos a las calderas del Infierno. Los críticos del Proyecto Varela si bien no lo rechazan de plano apuntan, no sin parte de razón, que el mismo está dando al gobierno de Fidel Castro la dorada oportunidad de legitimar electoralmente una situación institucionalmente violatoria de derechos indiscutibles como el de la libertad de expresión -entendida primero como igualdad jurídica de todos y después como acceso igual para todos- considerando el control político-policial que aquél tiene frente al electorado. Es decir, señalan como falla del proyecto la promoción de un procedimiento útil para dirimir disputas públicas sobre asuntos concretos, no sobre derechos inalienables del individuo, defendibles hasta con citas de Carlos Marx, un señor sobre quien el discurso oficial cubano parece decidido a callar más de la cuenta por estos tiempos, si se observa cierta votación ginebrina como fundamentable con palabras del llamado pensador del Milenio, afirman encuestas en Internet.

Más allá de lo acertado o erróneo del Proyecto Varela, o del terco hecho de probar una capacidad de convocatoria a través de la reunión de diez mil firmas, en nación de extendido "síndrome de indefensión aprendida" -al decir de presbíteros del oriente del país- es indiscutible que la iniciativa ha provocado un muy sano debate al interior del movimiento cubano por los derechos humanos, lo cual quiere decir conflictividad positiva, pero conflicto al fin. Por ello, vale preguntar cómo el periodismo independiente de Cuba está abordando esa conflictividad, en la cobertura informativa y de opinión que aquella inevitablemente genera.

Leyes de oro de un periodismo ético y contemporáneo son hacer todo lo posible por mostrar todos los perfiles de una situación dada y preservarse el periodista de incurrir en los llamados conflictos de interés. Como representante de un proceso de cognición y auto cognición públicas, los miembros de la profesión periodística deben evitar la condición de partes, lo cual implica sustraerse de militancias contaminantes del reporte.

Lo anterior no excluye la existencia de un periodismo "de partido"; pero que entonces no tendría el derecho de llamarse independiente, razón por la cual vale expresar una profunda preocupación por cómo colegas del periodismo independiente cubano están incurriendo de manera totalmente alegre en el conflicto de interés de contribuir con sus firmas al Proyecto Varela, no obstante haber rubricado más de una declaración de principios señaladora, de modo expreso, de la intención de evitar situaciones como la aquí descrita. Baste una pregunta: ¿debe un periodista firmante del citado proyecto entrevistar a quien se oponga o favorezca a éste? Nada más con formular esta interrogante salta a la luz el peligro de confundir roles. A la altura del siglo XXI, primer deber de un periodista independiente cubano es autodefinirse como tal, no como disidente u opositor a Castro. Sea él quien nos endilgue segundo o tercer rol; no nosotros servirnos en bandeja, porque tenemos muy definidos deberes ante una sociedad civil emergente y ante todo un pueblo. Y subrayo: no soy yo quién para tirar la primera piedra.

De acuerdo con datos del Buró de Información del Movimiento Cubano por los Derechos Humanos (www.infoburo.org), el Llamamiento al apoyo a un referendo sobre el Proyecto Varela había sido firmado, a la altura del 14 de marzo, por 116 representantes o integrantes de agrupaciones expresivas de intereses sociales diversos. De ellos, 17 ejercen el periodismo y 14 rubrican el documento en nombre, o como parte, de grupos de periodistas independientes; uno, al menos, lo hizo sin consultar a sus colegas de agrupación noticiosa. Varios de ellos, además, integran la "artillería pesada" de la noticia alternativa cubana. Menciono dos nombres, sin sombra de intención personal, pues la intención personal es con el problema: Raúl Rivero Castañeda y Manuel Vázquez Portal.

El Proyecto Varela dispone de un universo electoral de casi ocho millones de habitantes para lograr su objetivo de reunir diez mil firmas. ¿Por qué comprometer a unos cuantos periodistas? ¿Qué es más rentable, contaminarles o preservarles de la imputación de conflictos de interés? Ambas preguntas, por sí mismas, destacan un deber de cultura ciudadana que no sólo atañe a los reporteros libres, sino a quienes desempeñan en el alternativismo funciones dirigentes o son militantes o simpatizantes.

No puede perderse de vista una de las trampas más peligrosas: práctica común en Estados totalitarios o post-totalitarios es la de la unanimidad orgánica. Todos a una; la unidad sacralizada y la firma de hasta el gato, más de una vez por vulgar protagonismo, y más de una vez por intención migratoria, cuando lo alternativo traslada a sus costumbres la usanza del adversario. La verdad duele, quema; en más de una ocasión tiene a sus Giordiano Bruno, pero sólo ella salva. Muy, pero muy especialmente, si el camino del Infierno está empedrado de buenas intenciones... y rodeado de policías políticos.

Post-scriptum: conozca el lector estas curiosidades de la realidad cubana; apenas concluido este artículo, visitó mi casa un colega del periodismo independiente, quien dedicó alrededor de veinte minutos a impartir una conferencia sobre la inviabilidad del Proyecto Varela. Le escuché con paciencia aprendida entre mis amigos asiáticos del Cuchillo de Zanja. Al alcance de mi mano, el documento donde él aparece ¡como firmante del Proyecto Varela!


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