Premio al
servilismo gubernamental
Luis Viño Zimerman, UPECI
LA HABANA, mayo - María Luisa es una de esas personas con lealtad
ilimitada al gobierno de Fidel Castro. Ella no admite la más mínima
crítica al régimen cubano. Tampoco trata con personas consideradas
"desafectas al proceso revolucionario". María Luisa es una
persona perfectamente "integrada": es secretaria de Vigilancia del
Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de la cuadra, secretaria
de bloque de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), oficial de las
Milicias de Tropas Territoriales (MTT), militante del Partido Comunista de Cuba
(PCC) y se desempeña laboralmente como jefa de piso de una Tienda
Recaudadora de Divisas o TRD.
María Luisa tiene un compadre que era periodista oficialista, pero
como el hombre se pasó a las filas de la prensa independiente ella dejó
de tratarlo y prohibió a su hija -a la pequeña Chelsi, de 7 años-
que visitara a su padrino, que reside en la casa contigua a la de María
Luisa.
En todas las marchas del pueblo combatiente que convoca el gobierno cubano
María Luisa está presente y siempre desfila muy cerca del
gobernante Castro. Ella se vanagloria de ello y siempre muestra fotografías
que dan fe de esos actos políticos.
Así, el primero de mayo último la servil María Luisa
durmió en la Plaza de la Revolución (antigua Plaza Cívica
José Martí) para estar -como siempre- entre los primeros. Gritó
consignas contra el "imperialismo" hasta quedarse sin voz. Sus vecinos
la vieron por televisión.
Cuando llegó a su casa, María Luisa fue a comprar la leche de
su hija Chelsi, pero una gran sorpresa la esperaba: el documento comunicándole
que a la niña no le venderían más leche porque había
arribado a los siete años. A esa edad, por ley, a los pequeños
cubanos le dejan de vender la cuota de leche fresca.
Desesperada, María Luisa corrió a su casa y le contó a
sus vecinos lo ocurrido. Entonces, trató de comprar leche en el mercado
ilegal pero no pudo, porque ningún vendedor de los que opera en la bolsa
negra se arriesga a venderle productos a una persona que lo pueda delatar.
María Luisa acudió entonces al compadre a quien antes había
repudiado y el hombre, sin reprocharle nada, le entregó cierta cantidad
de leche en polvo para que solucionara la crisis.
Al salir de casa de su compadre, María Luisa iba complacida y molesta
al mismo tiempo. De repente, una voz desconocida rompió el silencio de la
noche:
- ¡María Luisa, éste es el premio a tu servilismo
gubernamental: ahora tu hija no tiene leche!
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