El tiempo
se termina
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, marzo - Si no fuera por el arte hace mucho rato que el embuste
infantil de los políticos habría destruido al mundo. Porque quiero
que sepan que el embuste es el peor de los males. Y aunque la Historia ya no
puede cambiarse, a nuestro mundo, en mayor por ciento, siempre lo han regido
inteligencias sin sensibilidad, embusteros. Y son esas inteligencias las que
gobiernan una tribu africana, un país del primer mundo, o el barrio
marginal donde vivo.
La salvación de la Humanidad estaría en las manos de los
artistas y filósofos, como lo soñó Platón. Pero,
paradójicamente, si los artistas irrumpieran en el escenario del mundo
para ejecutar los arreglos pertinentes, automáticamente perderían
la facultad de crear y discernir; es decir, no ser embusteros. En este sentido
los Moloch, según la clasificación fantasiosa de H.G.W. en su
novela "La máquina del tiempo", son los que siempre nos han
gobernado y sólo fingen, cuando están en público, poseer
habilidad; es decir, hacerse pasar por los Eliot.
Estamos indefensos frente al embuste infantil de los que nos gobiernan. Y el
tiempo de jugar se está terminando.
Si los políticos no cambian su actitud, del cielo lloverán las
luces que destruirán, indistintamente, a embusteros y mentirosos, pues
este largo rato que nos fue dado para jugar ya termina su ciclo.
Si los políticos se niegan a crecer, luego ya no habrá tiempo
para la piedad y la clemencia. El momento de rendir cuentas de nuestros actos
ante el tribunal de la Realidad ya se encuentra en las tierras y las calles de
nuestro planeta.
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