Ley 1231 y
otros relatos
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA, marzo - Algún día, sin la desventaja psicológica
que siempre provoca el temor a ser arrestado mientras escribo, escribiré
mi personal experiencia del año 1971 en La Habana cuando se promulgó
la Ley 1231 Contra la Vagancia.
Fue la época estalinista de Cuba. Hombres de cualquier edad fueron
arrancados del seno de su vida familiar y encerrados en la prisión de El
Castillo del Príncipe o enviados a cortar caña a los campos.
Esa fue la segunda gran ola represiva que inventó el gobierno para
consolidar su poder. Pues la primera gran ola se inició entre el 64 y el
65 con la UMAP: Unidades Militares de Ayuda a la Producción.
Escribiré mi experiencia con la voz de un narrador de 19 años
de edad. Será un joven que desea estudiar, pero por no tener apoyo
familiar deberá enfrentarse a un medio políticamente hostil.
La primera experiencia laboral de ese joven será de limpiapisos y
camillero en el hospital Calixto García, en el Cuerpo de Guardia de
Politraumatizados. Por sus manos de 19 años pasarán cadáveres,
personas accidentadas por impacto de bala, cuchilladas, fracturas de huesos, asmáticos,
infartados, ataques de locura, envenenamiento, y toda la gama terrible de la
condición humana que tiene la otra cara de la existencia.
Un día, a ese joven un viejo amigo de la infancia le proporcionará
la oportunidad de incorporarse a una Escuela de Arte para estudiar música
en la especialidad de guitarra. El joven solicitará de el Administrador
del hospital su legal separación del puesto laboral. Pero el
Administrador le dirá que por la Ley 1231 está obligado a
continuar limpiando piso y halando camillas del hospital y, en caso de
ausentarse más de tres días, automáticamente se encontrará
fuera de la ley.
El joven, por supuesto, abandonará el hospital y comenzará a
estudiar guitarra con el maestro cubano Guyú. Durante ocho meses el joven
se sentirá en el paraíso, al cabo de los cuales será
arrestado una mañana de domingo en su casa, conducido hasta el calabozo
de una unidad de la Policía Nacional Revolucionaria, y al siguiente día
presentado ante un Tribunal de la Ley Contra la Vagancia, donde será
sentenciado a cortar caña en los diabólicos y hermosos campos de
Cuba.
Ese libro futuro podrá titularse: "Ley 1231 y otros relatos".
Todo esto ahora lo escribo para arrojar un poco de luz sobre la verdadera
naturaleza de un gobierno que ahora pretende llevar la Cultura Universal a las
masas mediante nuevos proyectos quijotescos.
En efecto, quiero expresar que la condición primera de un país
que pretenda que sus ciudadanos sean hombres y mujeres cultos, es el goce y
ejercicio pleno de la libertad de pensamiento y, por ende, la libertad de
comunicación de ese pensamiento.
Así que aprovecho la ocasión para transmitirles un mensaje a
todas esas personas que me han instado a que abandone el periodismo
independiente, lo que sería como volver a permitir que me arrebaten una
guitarra que siempre ha sido mía.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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