CUBANET .INDEPENDIENTE

6 de marzo, 2001


Ley 1231 y otros relatos

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, marzo - Algún día, sin la desventaja psicológica que siempre provoca el temor a ser arrestado mientras escribo, escribiré mi personal experiencia del año 1971 en La Habana cuando se promulgó la Ley 1231 Contra la Vagancia.

Fue la época estalinista de Cuba. Hombres de cualquier edad fueron arrancados del seno de su vida familiar y encerrados en la prisión de El Castillo del Príncipe o enviados a cortar caña a los campos.

Esa fue la segunda gran ola represiva que inventó el gobierno para consolidar su poder. Pues la primera gran ola se inició entre el 64 y el 65 con la UMAP: Unidades Militares de Ayuda a la Producción.

Escribiré mi experiencia con la voz de un narrador de 19 años de edad. Será un joven que desea estudiar, pero por no tener apoyo familiar deberá enfrentarse a un medio políticamente hostil.

La primera experiencia laboral de ese joven será de limpiapisos y camillero en el hospital Calixto García, en el Cuerpo de Guardia de Politraumatizados. Por sus manos de 19 años pasarán cadáveres, personas accidentadas por impacto de bala, cuchilladas, fracturas de huesos, asmáticos, infartados, ataques de locura, envenenamiento, y toda la gama terrible de la condición humana que tiene la otra cara de la existencia.

Un día, a ese joven un viejo amigo de la infancia le proporcionará la oportunidad de incorporarse a una Escuela de Arte para estudiar música en la especialidad de guitarra. El joven solicitará de el Administrador del hospital su legal separación del puesto laboral. Pero el Administrador le dirá que por la Ley 1231 está obligado a continuar limpiando piso y halando camillas del hospital y, en caso de ausentarse más de tres días, automáticamente se encontrará fuera de la ley.

El joven, por supuesto, abandonará el hospital y comenzará a estudiar guitarra con el maestro cubano Guyú. Durante ocho meses el joven se sentirá en el paraíso, al cabo de los cuales será arrestado una mañana de domingo en su casa, conducido hasta el calabozo de una unidad de la Policía Nacional Revolucionaria, y al siguiente día presentado ante un Tribunal de la Ley Contra la Vagancia, donde será sentenciado a cortar caña en los diabólicos y hermosos campos de Cuba.

Ese libro futuro podrá titularse: "Ley 1231 y otros relatos".

Todo esto ahora lo escribo para arrojar un poco de luz sobre la verdadera naturaleza de un gobierno que ahora pretende llevar la Cultura Universal a las masas mediante nuevos proyectos quijotescos.

En efecto, quiero expresar que la condición primera de un país que pretenda que sus ciudadanos sean hombres y mujeres cultos, es el goce y ejercicio pleno de la libertad de pensamiento y, por ende, la libertad de comunicación de ese pensamiento.

Así que aprovecho la ocasión para transmitirles un mensaje a todas esas personas que me han instado a que abandone el periodismo independiente, lo que sería como volver a permitir que me arrebaten una guitarra que siempre ha sido mía.



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