La Isla, los
roles y la sociedad ( I )
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, marzo - En fecha tan temprana como es 1791 se publicó en
el "Papel Periódico de la Havana" una serie de artículos
de carácter fundacional que, sin lugar a dudas, bosquejaron el esquema de
vida y los roles destinados a los pobladores insulares.
El diseño de los roles correspondía ciertamente a las
necesidades sociales de la época: "dominación de los varones
blancos, nacidos en cuna alta, sobre la mujer y de ambos sobre el esclavo;
eliminación de todo rasgo que arroje dudas sobre la masculinidad
tradicional". (La literatura en el Papel Periódico de La Havana, La
Habana, 1990).
Esta cita evidencia pues la distribución de roles en Cuba. Establece
con claridad los puestos que cada sujeto (mujeres y hombres: blancos y negros)
ocuparían en el corpus socio-económico del país.
La idoneidad para cumplir un papel hegemónico dentro de la sociedad
insular quedó caracterizada por una imagen claramente definida: "varones
blancos, nacidos en cuna alta (...)".
Tal un fantasma, esta imagen ha recorrido la Historia cubana. Desde el siglo
XVIII hasta el XX, las élites hegemónicas insulares han
privilegiado el prototipo de esta imagen de una forma u otra.
Quizás usted concuerde conmigo al hallar en la corta cita la fuente
de largos males que desde entonces nos aquejaron: caudillismo, machismo,
racismo.
Desde entonces no han cesado también los intentos de desmontar dicho
rol, pero ¿cómo desembarazarnos de un fantasma? En Cuba, usos y
costumbres, gestos y expresiones fueron marcados por la misma imagen.
"Caballo grande, ande o no ande", "La mujer es de su casa",
"En mi casa mando yo", "En cada barco tiene que haber un Capitán",
"La culpa es del Totí", "Más vale blanco carbonero
que negro embajador", son refranes que reflejan el rol hegemónico de
los sujetos correspondientes con la imagen concreto-sensible deseada tan
temprano.
Los roles alternativos han malogrado por la falta de visión algunos;
otros por afán mimético social, pero incuestionablemente porque en
lugar de desmontar esta imagen, ella ha salido reforzada.
Intentos en su contra a partir de la generación de factores de
violencia social sólo sirvieron para encubrir, trasvestir o alimentar su
propia imagen. Así sucedió en 1868, 1895, 1929, 1953.
Aún hoy , muy a pesar del discurso oficial, la recurrencia de esta
imagen en los roles hegemónicos conserva una intensidad todavía no
devaluada socialmente.
Una relectura desprejuiciada de criterios literarios del texto martiano
revelaría que la propuesta más profunda para el desmontaje de
estos roles insulares ya "clásicos", está en ellos implícita.
En el texto de una carta de José Martí al Generalísimo
Gómez hay todo un discurso fundacional opuesto al de 1791 en el Papel
Periódico de La Havana: "(...) una Nación no se funda como se
manda un campamento (...)". José Martí comprendió la
clave del asunto.
Simplemente, el análisis de las oposiciones: nación-campamento;
fundar-mandar, arrojan el verdadero camino escogido por el Cubano que nos dejó,
en ese "Texto Esencial" que es su vida, más que un Ideal de
Redención, alternativas para la liberación de los roles hegemónicos
que acosan la "Felicidad" que el "con todos y para Todos"
puede proveernos.
Es pues, por incomprensión que se desprecia el valor de los roles
alternativos en lugar de privilegiarlos.
Hombres fuertes, pensamientos únicos; Máximos Protagonistas,
Ideas rectoras, derivan de una misma imagen que hoy, agotada, no resulta
funcional para escenarios futuros.
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