CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 21, 2001



Los C.D.R.

Oswaldo Barreto. Tal Cual. Caracas, martes 19 de junio de 2001

Los Comités de Defensa de la Revolución, conocidos en todo el mundo por sus siglas, CDR, representan la más genuina forma de organización política de la revolución cubana, así como el emblema supremo de lo que ha sido su trágico proceso. Brotaron literalmente del seno de la sociedad y fueron institucionalizados por un decreto del gobierno, el 28 de septiembre de 1960, esto es dieciocho meses después de la llegada de Fidel Castro a la cúspide del poder central. El fin que en sus comienzos perseguían no era consolidar la revolución, sino inventarla; no era, en consecuencia, imponer un credo, sino encontrar los caminos para cambiar la vida en la isla y los medios adecuados para transitar por ellos. Era una forma de organización que estaba, entonces, en perfecta sincronía con lo que buscaba la nación entera, una vez derrotado el régimen de Batista: qué hacer con Cuba libre -afectada, a pesar de su insurrección triunfante, de los mismos males que heredara en su mediatizada independencia. Eran los años en que el Che Guevara hablaba abierta e insistentemente del peligro mortal de suscitar formas de acción y creación de instituciones que "pudieran hacernos perder de vista la aspiración revolucionaria última y más importante: ver al hombre liberado de la alienación" (entiéndase: la libertad y la autonomía del hombre).

Para buscar las formas de multiplicar la libertad, la autonomía y la independencia de los seres humanos, ahí mismo donde ellos viven, se organizaron las mujeres, fundamentalmente aquellas que sólo en esos lugares podían emprender semejante búsqueda, las amas de casa. Ese es el origen de los CDR y por una década cuando menos las tareas a las que se consagraron fueron las mismas que ocuparon a aquellas mujeres: cómo participar en una economía que no habría de basarse más en la explotación de unos cubanos por otros y no tendría por base social y política la cadena de dependencias que todos conocían: dependencia de la caña de azúcar, que era, a la vez, dependencia de una élite rica y de los norteamericanos, pero dependencia, igualmente de consolidadas perversiones sociales, como el racismo o las formas alienantes e inhumanas del juego o el placer. De eso se ocupaban los CDR en un comienzo, cuando gobierno y sociedad pensaban que era posible cambiar todas esas cosas.

Vino el fracaso y la resaca de errores, tantos errores cometidos en la artificial construcción del socialismo. Y los CDR pasaron de una organización de creación e invención de formas revolucionarias a un instrumento de represión y de abominables prácticas de espionaje cotidiano.

Lo trágico de esta metamorfosis es que ella no viene del seno de los CDR. Es otra decisión del poder central.

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