CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 7, 2001



Bipartición' social

Soren Triff. Publicado el jueves, 7 de junio de 2001 en El Nuevo Herald

Un artista --miembro de la joven inteligencia de Cuba-- quiere cantarle a los cubanos de la isla y de Miami y pide derecho de réplica al periódico del Partido Comunista desde La Habana. A la otra "inteligencia'', la Seguridad del Estado, se le muere un preso político en prisión, se le escapa otro y anda varios días suelto, mientras un ex jefe de la "inteligencia'' pasa inadvertido por la puerta del aeropuerto internacional y se va a México. Para colmo, un religioso norteamericano muere, estrangulado, en el medio de La Habana, y la "inteligencia'' no se entera. Finalmente, otro suceso singular. El régimen crea un ministerio para perseguir la corrupción. ¿Qué tienen estos hechos en común? Indican una división irreversible --y cada vez más pública-- dentro de la sociedad socialista que apoya al régimen. En la sociedad totalitaria, la "bipartición'' social producía "células'' que el organismo rechazaba y expulsaba fácilmente. Hoy estas "células'' forman parte importante del tejido social.

Quizás por eso ha sido un médico, Manolín, el Médico de la Salsa, quien ha puesto el dedo en la herida. Manolín podría pasar a la historia de Cuba como el primero que en una actividad pública derribó la división entre los cubanos de dentro y fuera de la isla. Declaró "oficialmente'' el comienzo de la posguerra. El médico-músico señaló al mismo tiempo una nueva división: la que ocurre dentro de las filas del poder.

La creación de un ministerio para perseguir la corrupción es un reconocimiento implícito de las gigantescas proporciones de la corrupción gubernamental en la Cuba castrista

La voz de Manolín representa a una parte joven y poderosa de la sociedad que ya se siente fuerte --económica y socialmente-- para reclamar una participación más amplia en la economía. Esta exigencia inevitablemente tiene consecuencias sociales y políticas, porque hace necesaria la transformación de la sociedad totalitaria --polarizada, politizada y militarizada-- en una sociedad "normal''. Lo que distingue a esta parte de la sociedad es la percepción de la realidad que los rodea y la diferencia en edad. Es esencialmente una división generacional, cultural, no política. Los jóvenes portan los mismos carnés del Partido Comunista en el bolsillo que los viejos, comandan los mismos puestos de vigilancia de Seguridad del Estado, controlan empresas mixtas, aduanas, aeropuertos y almacenes nacionales, pero tienen 30 años menos que sus mentores y ven el mundo de una forma diferente; de hecho ven que el mundo ha cambiado y quieren ser parte de él.

La escandalosa lista de descalabros de la policía política, mencionados al principio, sirve para observar su desmoralización y la falta de recursos por una parte, y por la otra el creciente respeto a la oposición y simpatía hacia los cubanos fuera de Cuba --admiración, en especial, por nuestro modo de vida-- entre los miembros más jóvenes de la institución castrense. El régimen no puede sostener el estado de polarización incesante de la sociedad para controlarla. El descrédito del "estado de alerta permanente'' y de la deshumanización del enemigo interno y externo le resta credibilidad al discurso oficial. Las agudas diferencias sociales presentan a la policía defendiendo los privilegios de unos pocos y en estado de guerra contra la población, que busca la subsistencia diaria o aspira a tener más movilidad social.

El gobierno ha dado muestra de que reconoce el peligro de esta generación, pero sus acciones para controlarla no dan resultado. El régimen restauró sin éxito los "autos de fe'', es decir, las manifestaciones de reafirmación revolucionaria. Los viajes al exterior del comandante para recuperar su imagen de líder internacional, y no la de un rufián perseguido por la Interpol, no han tenido efecto. Las mesas redondas telivisadas no consiguen paliar las frustraciones populares con sus torcidas razones. La discrepancia entre la percepción de la realidad del cubano y la versión oficial impuesta para que la población regrese a la obediencia y la aceptación del statu quo es cada vez mayor. Los funcionarios, muchas veces encabezados por el comandante, tienen que dar explicaciones a la población, en respuesta al descontento popular.

Finalmente, la creación de un ministerio para perseguir la corrupción es un reconocimiento implícito de las gigantescas proporciones de la corrupción gubernamental, o sea, los dólares que escapan de las arcas de la "familia'' castrense, y a través de este esfuerzo puede medirse la pujanza económica de la joven sociedad "socialista'' que toma el "control de la calle''.

¿Qué esperar? Pronto estaremos ante una nueva Cuba, pero aún no está decidido si será un juguete de los cubanos poderosos (de aquí y de allá), un "parque'' de recreo de metrópolis europeas o americanas o si será un país moderno para todos los cubanos.

© El Nuevo Herald

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