País
de contradicciones
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, julio - El ministro de Educación Superior de Cuba señor
Fernando Vecino Alegret, en entrevista publicada el 19 de julio en periódico
Granma, afirmó que el país se aproxima a tener casi 700 mil
profesionales universitarios. Según esta cifra estamos en vísperas
de que uno de cada 16 cubanos sea un egresado de la enseñanza superior,
indicador al nivel de los países desarrollados.
Esta información conduce a la siguiente pregunta: ¿cómo
es posible que con tal potencial técnico la realidad económica
nacional sea tan mediocre?
En la rama agropecuaria, de acuerdo a datos oficiales, se cuenta con 7 mil médicos
veterinarios, 11 mil técnicos medios, más una cifra no precisada
de ingenieros pecuarios, pero la población carece de carne, leche y otras
fuentes de proteína animal, mientras el rebaño vacuno se ha
reducido en más de un tercio.
La educación, donde ciertamente en el pasado se registraron avances,
hoy se halla en un pronunciado declive. A pesar de la graduación de
decenas de miles de pedagogos, escasea el personal docente debido al éxodo
masivo causado por varios factores, entre los que se encuentran bajos salarios,
deficientes condiciones de trabajo, exceso de actividades extraescolares
especialmente de carácter político y la ausencia de reconocimiento
social.
Para tratar de paliar esta situación se preparan, en cursos
emergentes de seis meses, contingentes de jovencitos captados desde décimo
grado para impartir clases el curso próximo, lo que nunca será la
solución de la crisis presente en el magisterio cubano.
En el campo del control económico existe un fenómeno similar.
Se cuenta con decenas de miles de economistas, contadores y demás técnicos,
pero sin embargo está reconocido -hasta por los altos dirigentes del
gobierno- que la inmensa mayoría de las empresas carece de controles económicos
efectivos, incluida la contabilidad confiable.
En la Salud Pública, la agricultura, la construcción, la
industria azucarera, o sea, prácticamente en todas las esferas de la
economía, hay problemas análogos a los descritos. Situación
paradójica ésta, ya que es bien conocido que la disponibilidad de
una fuerza de trabajo altamente calificada representa uno de los requisitos
determinantes para el progreso económico y social de los pueblos.
La respuesta a esta evidente contradicción está en un sistema
totalitario burocrático que tiene maniatadas las fuerzas productivas, la
vitalidad de la nación, y que además prioriza el sometimiento y la
obediencia del ser humano, creándose así un ambiente proclive al
oportunismo, a la doble moral, jamás estimulador de la creatividad y la
eficiencia.
A semejante estado de cosas habría que agregar que con el período
especial, iniciado a principios de los años 90, se ha producido una caída
en picada del nivel de vida de la población y han aparecido nuevos fenómenos
nocivos, como la dolarización, que atenazan adicionalmente la existencia
de los cubanos. Esto ocasiona un acelerado proceso de pérdida del capital
humano que tantos esfuerzos y recursos costó crear.
Esta descapitalización tiene lugar por varias vías.
Primeramente, por medio de una masiva fuga al exterior de graduados
universitarios en busca de una mejor valoración de sus conocimientos y
escapar de la crisis. La pérdida de técnicos ha sido tan
pronunciada que, ante esta avalancha de deserciones, legales e ilegales, las
autoridades han dictado regulaciones para tratar de contenerla.
En el caso de los profesionales de la salud, por ejemplo, entre el día
que la persona expresa su deseo de abandonar el país y el momento en que
recibe el permiso correspondiente debe transcurrir varios años, durante
los que por lo regular el solicitante es remitido a un puesto de trabajo de
inferior importancia.
También la desvalorización se produce mediante el cambio de
trabajo a profesiones de menos calificación. Así, no es difícil
encontrar especialistas de alto nivel en trabajos de taxistas, sirvientes de
hoteles y otros más simples en busca de mayores ingresos, pues lo que
obtienen con sus profesiones es insuficiente para vivir ellos y sostener a sus
familias.
Baste señalar que un médico, después de graduarse y de
años adicionales de estudios y experiencia para llegar a especialista de
primer grado, recibe un salario mensual de 525 pesos, equivalente a 23.86 dólares
al cambio oficial, con altísima responsabilidad, interminables guardias y
condiciones de trabajo sumamente adversas.
Por último, un elevado porcentaje del personal que permanece en los
puestos para los cuales se preparó vegeta con salarios de hambre, sin estímulos
ni perspectivas de un futuro mejor, así como carentes de información
para actualizarse en un mundo con vertiginoso avance en los terrenos de la
ciencia y la técnica.
La situación descrita explica por qué Cuba, a pesar de poseer
una importante cantidad de profesionales universitarios y una población
relativamente instruida, tiene resultados tan decepcionantes en su desarrollo.
Realidad que debería ser tomada en cuenta por los dirigentes cubanos
cuando brindan información sobre los niveles de instrucción
alcanzados.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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