La gran
coartada
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, julio - El embargo norteamericano ha sido diempre la justificación
preferida por el gobierno cubano para tratar de explicar los constantes
descalabros en la economía y su estado ruinoso. Este manido argumento fue
utilizado nuevamente en un informe remitido al secretario general de la ONU, señor
Koffi Annan, donde se expone que como consecuencia del embargo Cuba tuvo pérdidas
ascendentes a mil 900 millones de dólares.
Estados Unidos constituye un mercado natural para Cuba por lo que la
ausencia de intercambios económicos y comerciales representan realmente
un obstáculo para su desarrollo. Desde los tiempos de la colonia, aunque
dependía políticamente de la metrópoli española, los
vínculos económicos eran fundamentalmente con el vecino del norte.
Además, hoy, a sólo 90 millas de las costas de la isla, es el país
más desarrollado del orbe y donde tiene lugar una permanente revolución
científico-técnica en todos los campos del conocimiento humano a
la que la sociedad cubana carece de acceso por el antagonismo prevaleciente
durante tantos años.
Sin embargo, la causa central del calmitoso estado de la economía y
de las nefastas consecuencias sobre todos los aspectos de la vida, en particular
el continuado deterioro de los valores espirituales de la población,
reside en la persistencia de un irracional sistema totalitario que, al igual que
en otros lugares donde fue implantado, ha fracasado en propiciar la prosperidad.
Valdría la pena que las autoridades de La Habana efectuaron los cálculos
sobre las pérdidas ocasionadas por el tozudo mantenimiento de un modelo
económico, político y social inhibidor de la iniciativa y
creatividad de sus ciudadanos y que ha constituido una barrera infranqueable
para el avance de las fuerzas productivas.
En la actualidad, Cuba dedica anualmente entre 800 y 900 millones de dólares,
más del 20 por ciento de su magra capacidad de importación, a la
compra de alimentos que en su gran mayoría pudieran producirse
perfectamente en el país. Pero como resultado de la ineficiencia
existente en la agricultura, estas compras, que no satisfacen las necesidades de
la población, tienen que realizarse en el exterior. Ello no ha sido
causado por ningún embargo, sino por la incapacidad imperante.
El rebaño vacuno se ha reducido en más de la tercera parte y
los animales que han quedado no se caracterizan precisamente por su
productividad. Esto ha provocado importaciones anuales de leche en polvo que
oscilan alrededor de los 70 millones de dólares, sin que se cubran las
necesidades nacionales. Como se conoce, los niños cubanos al cumplir los
siete años de edad según las normas del racionamiento pierden el
derecho a adquirir ese decisivo alimento.
La agroindustria azucarera es otro ejemplo de la desastrosa situación
de la economía. Otrora una industria pujante, actualmente se encuentra
colapsada, con los rendimientos agrícolas más bajos del mundo y
con los niveles de producción que se alcanzaban en 1918, cuando la
población era meramente de 2,8 millones de habitantes, hecho que ha
ocasionado una radical reducción en la capacidad exportadora.
Tampoco el embargo norteamericano tuvo relación con el despilfarro de
las enormes subvenciones provenientes de la Unión Soviética y los
demás países del este de Europa en el marco de la Guerra Fría.
Sólo por azúcar pagaron un estimado de 32 mil millones de pesos en
el período 1976-89 por encima de los precios que Cuba obtuvo por las
exportaciones realizadas a los países de economía de mercado.
También concedieron precios preferenciales para el níquel y los cítricos.
Al mismo tiempo, los precios de las importaciones en general eran altamente
favorables. Se destacaban los de combustibles y lubricantes, regularmente
suministrados por debajo de las cotizaciones del mercado mundial y en parte
reexportados por Cuba. Estas ventas a terceros representaron el principal
ingreso en moneda convertible en los años 80.
A lo anterior se sumaba el otorgamiento de créditos amortizables a
largo plazo sin pagos adelantados, con bajos intereses por lo regular inferiores
al 2,0 por ciento anual, y pagaderos con productos de la reexportación
cubana a los precios subvencionados descritos.
Todos esos recursos se perdieron y lo único que subsiste son enormes
deudas con los países del bloque soviético. Ello también
debería calcularse y exponerse como demostración de las
consecuencias de un sistema incosteable.
Se pudieran citar muchos otros ejemplos indicativos de que el embargo
norteamericano no constituyó ni constituye el obstáculo
fundamental al avance del país. Por otra parte, el gobierno cubano omite
en sus informes que uno de los principales ingresos actuales proviene de los
Estados Unidos. Las remesas enviadas en especial desde allí se calculan
entre 800 y mil millones de dólares anuales, segpún la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL).
Para las autoridades cubanas, el embargo, lejos de ser el problema, ha
constituido un argumento utilizado incesantemente para ocultar el desastre
nacional y continuar, mediante su propaganda, la labor de confundir a la opinión
pública. En realidad, al sector más conservador del gobierno no le
preocupa el matenimiento del embargo, sino que algún día éste
pueda desaparecer y, con él, la coartada utilizada durante tanto tiempo.
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