¿Qué
ocurre con el turismo en Cuba?
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, julio - No sólo por la prensa española (un recorte
que milagrosamente llegó a mis manos) he sabido del descenso del turismo
en Cuba, lo que junto a los altos precios del petróleo ha ocasionado que
el gobierno de la isla suspenda los pagos de la deuda que mantiene con la nación
ibérica.
A simple vista, en las calles habaneras puede verse la ausencia de turistas,
algo que meses atrás formaba parte del paisaje cotidiano de la ciudad.
Los cubanos siempre nos dimos cuenta de que la mayor parte de ese turismo
era pobre. Se trata, no hay dudas, de trabajadores que pagan un paquete turístico
a crédito, algo que los de aquí no pueden hacer porque no cuentan
con dólares para hospedarse en las lindas instalaciones exclusivas para
extranjeros.
Nos preguntamos qué ocurre con el turismo en Cuba y rápidamente
nos viene a la mente una respuesta: saciaron su curiosidad y no necesitan
repetir la experiencia. Contemplaron una ciudad que se cae a pedazos, La Habana:
con sus calles y aceras rotas, sucias, polvorientas. Una ciudad sin colorido ni
vida nocturna y, sobre todo, una ciudad donde sus habitantes carecen de lo más
mínimo para vivir. Una ciudad cuya fachada (la televisión en
colores) nada tiene que ver con su cruda realidad: habitaciones inhabitables de
las cuarterías en pleno corazón habanero y sus infernales barrios
marginales.
Esta situación también puede deberse a la ineficiencia de las
empresas cubanas que atienden el turismo, la misma ineficiencia que padecen los
cubanos a través de sus empresas. Es, sencillamente, la imperfección
empresarial que prima en Cuba desde hace cuarenta y dos eneros.
La industria turística cubana se desarrollará con el tiempo
porque nuestra propia naturaleza nos ayudará; pero no será bajo el
régimen actual, demasiado ocupado en otros menesteres ajenos a la economía.
Por el momento descansamos un poco de las audaces cámaras fotográficas
en manos de turistas extranjeros, recogiendo con sus lentes a esos pequeñísimos
comerciantes que proliferan en los portales de la ciudad vendiendo cachivaches y
abrumados por el hambre, o los derrumbes de edificios que pudieron haberse
salvado de la catástrofe.
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