CUBANET .INDEPENDIENTE

16 de julio, 2001


A paso de bastón: defecar en un balde

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, julio - Uno de los colegas del periodismo independiente que más aprecio reside en una suerte de buhardilla, carece de refrigerador y defeca en un balde para cargar agua, que de alguna manera traslada a una instalación sanitaria para deshacerse de los excrementos. Por supuesto, jamás su nombre en público. El se distingue por una callada dignidad, por un elegante pudor que le gana afectos y cariños. Aunque no todo le ha sido fácil en la aventura del periodismo independiente cubano. Ha sufrido despotismos caciquiles, más propios de divas histéricas que de líderes periodísticos, y hasta algún que otro diplomático le ha querido "coger para sus cosas", como se dice en el argot habanero.

El caso de mi amigo me hizo reflexionar. Para mí, que he tenido la suerte de vivir con elemental comodidad mis cuarenta y siete años de edad y jamás me he visto en la necesidad de defecar en un balde, parece cosa de Kafka imaginar a un individuo que -en el mismísimo corazón de La Habana- recorre un edificio a altas horas de la noche para deshacerse de sus excrementos. Son los tremendos misterios de una Cuba ya no tanto del picadillo de soya, pero que en cuarenta y dos años de gobierno de Fidel Castro no ha logrado que la totalidad de sus ciudadanos hagan la "caca" como en las potencias médicas... de verdad.

Cuando me doy de tope con semejantes misterios me ocurre como a la poetisa matancera Carilda Oliver Labra... "me desordeno, amor, me desordeno". Tras anécdotas como la de mi amigo se ocultan pistas mayores que permiten ganar conocimiento sobre la realidad de este país, cada día más invadido por los contrastes. Mi "desorden" se resume con esta pregunta: ¿cuántos cubanos no pueden defecar con la comodidad de sentarse sobre un retrete inodoro?

Las estadísticas oficiales informan que, al filo de 1999, no menos de seis millones 122 mil cubanos dependían de fosas y letrinas para satisfacer esa necesidad, además de otros 802 mil que ni siquiera contaban con eso. Por lo tanto, no menos de seis millones 924 mil compatriotas carecían de inodoro a la mano y hacían la "caca" como en el siglo XVIII. Casi nada ese 62 por ciento de la población residente en 1999.

Si se supone un desarrollo estable, pero no creciente, un poco de cálculos y proyecciones permite estimar que a los ritmos actuales de avance de los sistemas isleños de saneamiento, habrá de esperarse al 2025 para que todos los cubanos puedan defecar al estilo del Primer Mundo. Llamo la atención sobre un detallito: en 1999, casi el 48 por ciento de la población urbana carecía de esa comodidad.

Suele ocurrir que lo particular conduce de la mano a lo general. Por ello, pude consolar a mi colega y amigo. La mano a su hombro, le dije: "No estás sólo en lo del balde, todo un pueblo te acompaña".


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