CUBANET .INDEPENDIENTE

16 de julio, 2001


El mercado negro no es todopoderoso

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, julio - En la Cuba actual, para los que no disponen de dólares, casi todo se consigue a través de la economía subterránea. También hay mucha gente que quiere escribir en la Cuba actual, pues es la única actividad que se le escapa al mercado negro. Las palabras se manipulan pero no tendrán clase si les falta libertad que, gracias a Dios, no se consigue en el mercado negro.

En esencia, los cubanos tienen valores éticos que los hace rechazar instintivamente el mecanismo ilegal del que dependen para poder sobrevivir. Como en Cuba casi toda actividad social carga su cuota delictiva, hay personas que necesitan una actividad que los limpie por dentro y escribir podría ser la solución verdadera, porque la gente necesita ser libre, y escribir es un acto de libertad.

La colectivización desmesurada de la sociedad cubana ahoga al individuo, que necesita su propio espacio sagrado para realizarse ante sí mismo. El transcurrir de la vida de un hombre o una mujer no puede ser una guerra constante. Unicamente en una guerra de verdad es donde la anulación de la personalidad es lógica (aunque ninguna guerra, cuando se viaja a la raíz del problema, tiene lógica).

Escribir es uno de los pocos actos de libertad verdadera que quedan desde que se estatalizó la economía nacional, que es lo mismo que la politización de la sociedad. Ello significó y significa que quienes se nieguen a renunciar al espacio sagrado de su conciencia quedan automáticamente excluidos de los buenos empleos. Algunos optan por la doble moral y otros, con más escrúpulos, prefieren la marginalidad y pagan el precio de ser libres dentro de la no-libertad.

Probablemente yo me dediqué a escribir porque el mecanismo totalitario no me dejó otra opción. Y es mi opinión que entre el suicidio y la escritura, escribir es mejor.

Es posible (y tengo noticias) que muchos cubanos comprendan -en un nivel subconciente- que escribir es un modo sano de escapar del "paraíso" que nos han impuesto. De manera que si la actual literatura cubana abona su infancia se lo debemos a la revolución de 1959, que nos ha proporcionado el material de las vivencias. Así, aunque parezca una ironía, personalmente le agradezco a este gobierno totalitario el hecho de que actualmente pueda escribir lo que escribo.

Pero en Cuba, finalmente, todo se convierte en delito. No soy capaz ahora de explicar un asunto tan profundo, pero tendrá su sentido profundo.

Por lo pronto, personas que me han comentado sus deseos de escribir no tendrán problemas. En sus inicios, la policía política simplemente les abrirá un expediente. Podrán escribir, al principio, toda la basura inevitable con la que se aprende. El problema vendrá después, cuando esa basura el tiempo la pula y la convierta en algo interesante.

Uno no puede aconsejarle a la gente que no escriba. Eso sería violar el derecho que todo ser humano tiene a manifestarse. Y en el caso cubano sería una crueldad decirle a los médicos, bibliotecarios, físicos y graduados universitarios que no escriban.

Mi experiencia personal me dice que las personas escriben porque algo les falta o siempre les faltará. Cuando escucho a un graduado universitario expresar su deseo de escribir, de inmediato pienso que esa persona sabe por anticipado que no podrá realizarse en su profesión. Y es una lástima que disciplinas tan importantes como las ciencias y otras especialidades no realicen a la gente.

Si los cubanos masivamente deciden que el oficio de escritor es lo mejor para escapar del "paraíso" que nos han impuesto podría desatarse una emergencia nacional. Entonces nadie querría trabajar en una panadería, ni en una fundición de acero ni en actividades agrícolas (que actualmente los niños cubanos realizan de manera encomiable como una asignatura de la escuela primaria y secundaria) ni en el servicio público de recoger la basura, entre otros.

Todos entraríamos en el sendero de los grandes escritores, pero nos moriríamos de hambre en una sociedad donde nadie trabaja por falta de estímulos materiales y por la inercia de no ser dueño de nada. En el mercado negro lo único que no se consigue, a ningún precio, es la semilla de la realización personal, que sólo brota cuando la tierra es libre.


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