CUBANET .INDEPENDIENTE

10 de julio, 2001


Recuento de una entrevista

José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad

LA HABANA, julio - Tras varias llamadas telefónicas para la localización y el ajuste del día, el lugar y la hora, logré encontrarme con un joven periodista alemán del diario Die Welt (El Mundo) que deseaba entrevistarme.

El encuentro se produjo el 29 de junio en la cafetería La Pelota, situada en 23 y 12 en la barriada del Vedado. Aunque el entrevistado sería yo, como uno vive en un país con tantas aprensiones, las preguntas las comencé yo.

- ¿Quién te dio el número de teléfono para que me localizaras?

- Mandé un correo electrónico a CubaNet, y me dieron sus datos personales y el teléfono.

- ¿Entraste al país como periodista o como turista?

- Estuve meses tratando de venir como periodista y, aunque no me dijeron que no, tampoco me dieron el permiso. Entré como turista.

- Bueno, lo más probable es que te boten

- De todas formas hoy me voy.

- Al teléfono que llamaste, aunque no tenemos pruebas, sabemos que está tomado por la policía política. Ellos, los de la Seguridad del Estado, saben que estamos aquí y conversamos.

El joven colega quería grabar la entrevista. Como la cafetería no es un lugar muy apropiado para eso, decidimos echar a andar por la calle 23 rumbo a Paseo, que es una avenida en cuyo centro tiene un área de árboles y bancos para sentarse.

Cuando pasamos frente a una de las dependencias que tiene el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica en los alrededores, una de las cinco personas que estaban allí conversando, dirigió hacia nosotros, al parecer sin intención premeditada, una cámara de vídeo.

La última vez que alguien sin querer me enfocó con una cámara de vídeo fue hace seis años, cuando me entrevistaba en un sitio público con dos funcionarios de la embajada de Chile, y pasé 19 días en una celda tapiada de 100 y Aldabó, en el Departamento Técnico de Investigaciones o DTI como le llaman popularmente.

Casi inmediatamente después de habernos sentado en uno de los bancos mencionados de la avenida Paseo, un joven vino a tratar de vendernos una sortija. Se separó unos metros de nosotros pero se mantuvo parado allí varios minutos y observó cómo el colega alemán preparaba su pequeña grabadora para la entrevista.

El "vendedor de sortijas" se fue e instantáneamente otro joven se acomodó en un banco a la izquierda frente a nosotros, pero a unos veinte metros de distancia. Se mantuvo allí todo el tiempo que duró la entrevista.

Pasó un rato y otro hombre vino a pedirnos fósforos para encender un cigarrillo. No tuvo suerte, ninguno de los dos fumamos y pudo estar muy poco tiempo mirando lo que hacíamos o escuchando lo que hablábamos.

Al cabo de unos minutos, otro hombre, con atuendo deportivo, se sentó en un banco ubicado a nuestra derecha.

Finalizada la entrevista, que duró alrededor de una hora, el joven colega sacó el mapa de Ciudad de La Habana, lo abrió y me pidió que le indicara cómo podía llegar a cierta dirección.

Como al hombre con atuendo deportivo le era imposible ver desde su banco detalles del papel que el periodista alemán había desplegado, de inmediato vino hacia nosotros con la justificación de, también, de pedir una cerilla para encender un cigarrillo.

Aunque en un momento fuera de la entrevista el colega me mencionó a la policía política de la desaparecida Alemania Democrática, él no vivió nada de eso, no sólo porque es joven (dijo que tenía 28 años) sino, fundamentalmente, porque nació en la parte de la República Federal Alemana.

No sé, por lo tanto, si se percató o le llamó la atención que tantas personas estuvieran cerca o se dirigieran a nosotros con algún pretexto. Yo no quise, si cabe la palabra, asustarlo para que pudiera hacer bien su trabajo. En definitiva, él sólo deseaba conocer detalles de la forma en que los periodistas independientes realizan su labor.

Su mente, como nació en un país libre, no está preparada para procesar la forma de vida de la actualidad cubana. Y nosotros, como los personajes de La Metamorfosis de Frank Kafka, nos hemos acostumbrado a convivir con la deformidad.

Acompañé al colega hasta la parada de ómnibus. Le deseé suerte en su viaje de retorno. Parece que no tuvo ningún contratiempo. Imagino que aquí aguantaron un poco la susceptibilidad para no meterse con El Mundo de Alemania.


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