Ni en
silencio pudo ser esta vez
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, julio - Desde los tiempos inmemoriales en que la televisión
cubana transmitió la serie de espionaje "En silencio ha tenido que
ser", la mayoría del pueblo vivía convencida de la
infalibilidad de los agentes que el gobierno de la isla tiene infiltrado por
todo el mapa mundial.
A semejante convencimiento también contribuyó el sistema de
chivatería masiva desplegado en el territorio nacional. En Cuba
cualquiera se siente espiado, vigilado. Hasta al interior de los hogares llega
el ojo insomne de la vigilancia revolucionaria. En cada cuadra, en cada
edificio, los comité de defensa de la revolución (CDR) disponen
entre cinco y seis millones de voluntarios que se vigilan unos a otros.
Desde luego, los más excelentes mecanismos de espionaje y chivatería
son los que la Seguridad de Estado aplica contra los opositores pacíficos
y los periodistas independientes. Constantemente los disidentes son vigilados y
sus moradas, familiares y amigos tampoco están exentos del espionaje de
numerosos colaboradores de la policía política.
El control que se ejerce sobre la vida de los disidentes incluye su
correspondencia y las llamadas telefónicas. No hay un solo acto de ellos
que no sea observado, fotografiado, filmado y clasificado por uno o más
agentes secretos.
De modo que lo del denso clima de espionaje que prevalece en esta isla no es
una fábula. Aquí cualquiera sospecha del vecino del frente o del
que viven al fondo, sin que esto signifique que sea confiable el de la
derecha... ni el de la izquierda.
Es posible suponer el desproporcionado tamañito que tendrá la
legión extranjera del aparato de espionaje cubano con respecto al de la
isla. Aunque se sabe que sus tentáculos llegan hasta cualquier sitio del
orbe donde haya intereses. El sur de la Florida constituye el territorio más
y mejor cubierto por los agentes de la inteligencia del régimen
comunista.
Desde ese Miami ¿hostil? se transmite hacia Cuba de todo, desde lo que
escriben colaboradores como Lázaro Fariñas o Max Lesnic (que más
que de la inteligencia parecen agentes del oportunismo) hasta lo que verdaderos
espías cifran en códigos legibles sólo para especialistas y
jerarcas superiores del aparato de inteligencia.
No obstante, pese al mito de la infalibilidad, una red de espías del
gobierno cubano fue sorprendida in fraganti por el Buró de
Investigaciones Federales (FBI) a mediados de 1998.
El hecho de que el gobierno cubano esperara tres años para dar a
conocer la noticia al interior del país demuestra que el juego preferido
por él es el de los escondidos, es decir la versión infantil del
espionaje y la emboscada.
Aún así, según las prácticas internacionales y
las leyes americanas, los cinco espías detenidos en Miami serán
condenados a largas penas a pesar de que sus patronos en La Habana los
declararon inocentes, y a pesar del sigilo y del profesionalismo, desde hace ya
tres años que todo el mundo conoce de sus informes secretos, aquellos que
no podían ser transmitidos vía fax. Su "inteligente" práctica
ni en silencio pudo ser esta vez.
Pero no es gran cosa que caigan cinco en país donde cualquiera puede
ser un pichón de espía. No es gran cosa, porque aún quedan
bien entre cinco y seis millones de ellos. ¡Que el FBI los acompañe!
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