Todo por un
dólar
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, julio - Los departamentos de venta de artículos a dólar
son los más visitados en las tiendas de recaudación de divisas. En
ellos, por un dólar (o sea 21 pesos al cambio vigente) se puede comprar
un litro de champú, adornos de loza, un paquete de palitos de tendedera,
abrelatas, un juguete plástico, esponjas de fregar, bolígrafos
desechables, cepillos de dientes, pilas doble A, goma de pegar, cajitas de música
y el resto de esa parafernalia que desde el tiempo de los vendedores medievales
de las encrucijadas de caminos se denominaba "artículos de quincalla".
Usted deberá saber que la llegada del Rey de la "generación
beat" a La Habana tiene que ver con esta forma de venta. El difunto Jack
Kerouac tuvo la intención de visitar la capital cubana en los años
50, pero nunca alcanzó su deseo en aquel entonces. El autor de "On
the road" se hubiera divertido sin límites.
Sólo ahora en el 2001, junto a otros americanos, Kerouac llegó
a La Habana. Desembarcó acompañado por Djuna Barnes, Nastacha
Rambova y Rodolfo Valentino, Louise Brooks, Georgia O'Keefe, Robert Maplethorne,
Nina Berberova y el resto de "un contingente" de americanos. Todos
encuadernaditos y embalsamaditos en gruesos volúmenes biográficos
editados por Circe SA de Barcelona. ¡Y todos por un dólar!
Lástima que Jack Kerouac no pueda salir vivito y bebiendo de las páginas
de su biografía. No se arrepentiría ciertamente de comenzar una
borrachera babilónica en el bar Two Brothers y el Museo del Ron, allá
a la orilla del puerto hasta los bares donde se vende la "chisp'e tren"
(un ron de mala calidad) que seguro le hubiera encantado por "sacarlo del
aire". Sin olvidar los placeres de la carne ofrecidos por jineteras y
jineteros. A dos manos.
Aquí hubiera encontrado donde calmar la inquietud de sus desajustes
emocionales gracias a la promiscuidad apretujada dentro de un "camello"
a las 8 de la mañana o en las proposiciones poco honestas de cualquiera
en la madrugada de una discoteca. Quizás hubiera escrito alguna novelita
acerca del "delirium tremens cubano" por trascender en el mundo
globalizado.
Sin embargo, Jack Kerouac entristecería por ser un desconocido para
la mayoría de los habaneros. Para tantear a la vendedora de la librería
de Teniente Rey y Prado, en la cual adquirí el libro, indagué
sobre la identidad de los personajes biografiados. Ignoraba quiénes eran.
Aunque me aseguró triunfante que me llevaría "un ejemplar de
651 páginas por sólo un dólar"; sin más, una
ganga. Además, hay que leer para tener cultura. Sobre todo hoy mismo,
cuando la cultura se logra con consignas en Cuba.
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