CUBANET .INDEPENDIENTE

29 de enero, 2001


Comején, cadenas y candados

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, enero - "Mercenarios terroristas fueron capturados a su llegada al aeropuerto internacional José Martí, en La Habana, por efectivos de la Seguridad del Estado cubano, quienes les ocuparon tres valijas que contenían, respectivamente, una millonaria colonia de comejenes, un ceremil de cadenas y una centenaria colección de candados, reportaron fuentes de crédito.

"Aseveraron las fuentes que los objetivos de los terroristas, confesos tras interrogatorios de vigésimoquinto grado, eran echar abajo las Mesas Redondas y cerrar las Tribunas Abiertas Antimperialistas, dos de los principales instrumentos de propaganda política del gobierno de Fidel Castro".

Este absurdo despacho parece la última creación de los degenerados humoristas del país, en este caso para expresar el grado de aburrimiento ya observable en la población ante el grado de saturación de propaganda política, presente en los medios de difusión masiva, lo cual ha originado entre otras consecuencias una creciente afición a los videofilmes, medio para "cambiar de canal" en país donde sólo existen dos nacionales, ambos bajo control gubernamental. De boca en boca, el chiste, y averigüen los investigadores de opinión del Partido Comunista qué se oculta tras éste.

Con tal humor recorriendo las calles no parece de utilidad emborronar cuartillas a propósito de las llamadas mesas redondas televisadas, realizadas en horarios que en otro tiempo fueron tradicionales para las programaciones infantiles y juveniles. Fuenteovejuna de Cuba, a su estilo peculiar, las pone en su justo sitio, más allá del rumor de que hay gente negando el saludo al periodista oficioso Reynaldo Taladrid, debido a su participación constante en tales eventos, precisa el chismorreo que (circula) en la propia sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión. Algunos destacan la vida contradictoria de Taladrid, quien por un lado ya ha sido comparado con un vocero de la época de Batista, mientras por el otro conduce con brillantez particular uno de los mejores programas de la televisión cubana: Pasaje a lo Desconocido.

No obstante los indicios de la poca importancia que en el mundo real de las calles cubanas tienen las llamadas mesas redondas, este periodista se ve obligado a comentar la habida el 24 de enero, por cuanto en la misma, dedicada a un análisis de la disidencia y el periodismo independiente isleños, el Dr. Manuel Hevia, del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, afirmó que por su supuesta labor anticubana, quien escribe había recibido durante el primer trimestre del 2000 la suma de más de 4 mil 700 dólares, toda una fortuna para las referencias del patio, razón por la cual uno se siente invitado a imitar al difunto canciller Raúl Roa, quien una vez disparó a un rival de polémicas periodísticas una pistola de agua... llena de orines. Lo otro, es pedir a Dios; santa, la boca de Hevia.

Si por un lado asombra el humor negro de un policía política en oficio de historiador, por el otro no es de extrañar en el estilo polémico oficial la contracultura de combatir ideas opuestas por vía de la desacreditación moral de sus ponentes, en vez de enfrentarlas por medio de un debate, para el cual, paradójicamente la propiedad estatal sobre los medios de difusión masiva debería ser la mejor de las condiciones para un derecho de réplica. Por ello, mejor es concentrarse en un emplazamiento: ya que el Dr. Hevia afirma que recibí tal cantidad de dinero de las para él "fuerzas tenebrosas", pues que presente las pruebas. Lo digo a voz de cuello: no soy opositor, no soy disidente, soy periodista. Si mañana Fidel Castro decreta absoluta libertad de expresión, tal y como se la entiende según normas internacionales, a lo mejor hasta me convierto en su defensor. Escribo como pienso, cobro lo que publico en honor a mis derechos de autor y me importa un bledo quién me paga, siempre y cuando el periodismo que quiero hacer llegue a sus receptores. Hevia me nombró entre un grupo de llamados cabecillas contrarrevolucionarios. Mi esposa pesa vez y media lo que yo, con lo cual aspiro a demostrar que ni en mi casa soy cabecilla.

Sin embargo, no puede perderse de vista que la cantidad mencionada por Hevia como entregada en mis manos puede mostrar no sólo la intención de quebrantar la imagen pública de un hombre cuya única espada es una pluma, sino además la de perjudicar sus relaciones familiares, asociadas a un modesto pero decoroso nivel de vida. Mi madre, mi hijo, mi esposa, son los primeros interesados en las pruebas exigidas, para poder decidir con justicia a quién desean "partirle la cara": si al Dr. Hevia, o a mí. De todas formas, muchas gracias por la propaganda, ilustres caballeros de la Mesa Redonda de Fidel Castro.


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