Las fiestas
de quince
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, enero - Una mulata vive en una cuartería frente al
Capitolio. Desde hace dos años ella vende dulce de coco rallado, los
coquitos de siempre, maní tostado y pasteles de guayaba en la puerta de
su trabajo para reunir el dinero de los "quince" de su hija Lazarita,
nacida un 17 de diciembre.
No es fácil hoy día festejar el quince aniversario a su hija.
Los "quince" se han convertido en un espectáculo cuyos límites
lindan con lo freudiano por un lado y lo grotesco por el otro.
Presencié hace muy poco, durante una visita, a dos madres discutir
los pormenores de una coreografía que sus retoños, estudiantes de
bachillerato, preparan para celebrar los "quince" de la hija de una de
ellas.
De esta forma me enteré que además del vals, se bailan
actualmente varias coreografías. Supe del montaje de un "Cascanueces"
(¡...!) y de una pieza que lleva por nombre "Salomé" (¿...?).
Más curioso que sorprendido, no quise interrumpir la charla de las
matriarcas y las dejé hablar. Pero eché mano a lo que me quedaba
de asombro, por no infartarme, cuando les oí decir que se necesitaban
siete trajes para la noche del festejo.
Luego de pensar que el "perfomance" de los "quince"
duraría unas tres horas, enseguida me sumergí en los cálculos
de inversión de la fiesta. ¡Y no me dio la cuenta!
Un fotógrafo cuyo estudio está en su propia casa, posee una
escenografía enloquecedoramente kistch en la sala para delicia de las
quinceañeras que frecuentan la vivienda-estudio.
En el presente, está de moda retratarse en tanga (hilo dental) en la
bañadera o sobre una cama en una pose que a Goya, el pintor español
de las majas, no se le ocurrió.
Las fiestas de quince que significaron la presentación de las damitas
en sociedad y el triunfo de la adolescencia sobre la pubertad se convirtieron en
un carnaval efímero donde se bota el dinero para soñar durante una
sola noche con lo que no se tiene en Cuba, y en realidad hace falta: un futuro
seguro y exitoso.
A los cubanos del 2001 les hace falta bastante más las reuniones
sociales de pura diversión que las continuas arengas a marchar por un
Malecón devenido en Protestódromo Nacional.
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