CUBANET .INDEPENDIENTE

26 de enero, 2001


La visita

Miguel A. Ponce de León, Grupo Decoro

LA HABANA, enero - Sentado en el Malecón, un poco más allá de la Marina de Guerra, el sol, ardiente, me quemaba la cara y las manos. La espalda me la congelaba un aire extremadamente frío que procedía del Norte. Eran las dos de la tarde.

Miré hacia el mar. El shock fue enorme. Un agua verde claro me permitió ver las finas y cortas algas que, prendidas de las rocas, se mecían al ritmo del oleaje. ¡El agua de la bahía de la Habana estaba limpia! O parecía estarlo.

Me levanté y crucé la Avenida del Puerto. Casi me atropella un Ford de 1908 que venía desde la entrada de la bahía hacia la terminal de ferrocarriles. El lumbago. ¿Qué le voy a hacer? Mi intención era visitar a una amiga que había vivido seis meses en Miami con su familia. Encaminé mis pasos hacia su casa huyendo de las sombras que proyectaban edificios y árboles.

Al doblar la esquina de Empedrado y Cuba, ángulo izquierdo de la Catedral de la Habana, bajé por la adoquinada calle hasta el nacimiento de otra que allí toma el nombre de Tejadillo, donde un pequeño hostal, inaugurado hace pocos meses, produjo el milagro de que se pintaran todas las fachadas que se enfrentan a sus ventanas. De esta manera, la calle Tejadillo es limpia y hermosa en un tramo de sólo cien metros. Más allá, sucia, derrumbándose y hacinada.

Caminé por Tejadillo hasta llegar a una paladar llamada El Yejar, donde tomé un chocolate bien caliente. Ya estaba preparado para enfrentar a mi amiga.

Después de los besos y saludos me hizo entrar a su casa. Me hizo un excelente café tostado por ella y comprado en grano en el mercado negro, por supuesto.

Lo inexpresable es que ella, era realmente otra. Su piel era diferente. El teñido de su pelo era el adecuado. Sus espejuelos bifocales evidentemente eran made in USA. Era como si hubiera salido, recién, de un salón de belleza donde incluso la hubieran vestido.

"Mi familia está muy bien. Mi hermano, el inválido, me robó más tiempo. Me dediqué a cuidarlo. A pesar de que no le falta nada. Vive en un pequeño y pulcro apartamento de un edificio construido especialmente para minusválidos. Todo lo tiene a la mano y con la máxima comodidad. Mi hermano se preguntaba si se hubiera quedado inválido en Cuba en qué condiciones viviría. Ponce, tú conoces que yo soy tan fea como tan franca. ¡Qué bien se vive allá! ¡Claro, hay que trabajar duro!"

Esta mujer es revolucionaria. No es orientada por la Sección de Intereses de Norteamérica ni por la Fundación Nacional Cubano Americana ni por la Central de Inteligencia Americana. Sólo es una mujer de este pueblo que sufre el terrible dolor de la división familiar.

¿Es ella una vocera de la extrema derecha miamense? ¿Tiene ella algo que ver con la Ley de Ajuste Cubano?

¿Quién realmente tiene la culpa de que uno de cada cinco cubanos no viva en su tierra? ¿Son las palabras suyas y las de cientos de miles de compatriotas que viven en Estados Unidos de América cantos de sirenas? ¿Del paraíso se huye?

Ya no valen las manifestaciones multitudinarias dirigidas, ni las, por cierto muy bien elaboradas, mesas redondas. En 1990, quizás un poco más tarde, este pueblo, el cubano, se desprendió los restos de su lealtad al partido para poder sobrevivir, llegando muchas personas hasta el delito para poder lograrlo. Los sueños desde mucho antes estaban muertos. Los jóvenes, en los discursos en que siempre se les ha vendido El Futuro, ya no creen. Sólo desean un presente que les permita proyectarse hacia adelante, mejorando económicamente, e intuyen, o conocen, que en un sistema como el cubano el futuro no es de ellos.

¡Cuánta demagogia necesitan los que están en el poder para hacer malabarismos de credibilidad!

Mi amiga llora, pensando en su hermano, pero a la vez me dice que él tiene el espíritu muy arriba. Quiere volver a Miami este año, pero no sabe si después de estar seis meses allá la Sección de Intereses de Norteamérica le dará visado de entrada nuevamente. Su hijo y marido la embullan para que vuelva a Estados Unidos porque según ellos, vino cambiada, mejor.

La dejé pensando en la "asesina" Ley de Ajuste Cubano y salí de su casa. Frente a mis ojos tenía la casa de otra amiga; ésta vivió dieciocho años en Estados Unidos y volvió con perro y vajillas. ¿Una excepción? No la visité. Me sentía cansado.

Bajé por la calle Chacón hasta el Seminario de San Ambrosio y San Carlos. Seguí su fachada hasta llegar a la puerta de Mercaderes #2. En pleno zaguán la vaharada de marihuana que exhaló El Menor casi me tumba al piso. Es de buena calidad. ¿Dónde la obtendría?

Ya en mi apartamento, las voces de la Drag Queen que cocina en la Paladar ilegal de arriba y de la dueña del antro me apartaron de las disquisiciones políticas. Estaban hablando, a gritos, de penes y otras cosas relacionadas. Estos son personajes de confianza para el Ministerio del Interior de Cuba.


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