Con todas
las células
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, enero - El sábado 22 de agosto de 1999 un joven de 28 años,
obrero, de la raza negra y padre de una pequeña niña; se introdujo
en el tren de aterrizaje del Boeing 777 de la British Air Ways que partió
de La Habana con destino a la capital de Inglaterra.
Cerca del aeropuerto de Londres, cuando la nave sacó las ruedas, Félix
García (que es como se llamaba el joven) quedó colgado de una
cuerda. Su cuerpo, como un enorme péndulo, moviéndose a uno y otro
lado, anunciaba que una vida había terminado casi en su comienzo.
En Cuba, prácticamente nadie conoció del hecho.
La prensa, propiedad del Partido Comunista, no informó sobre el caso.
Quizás porque Félix era nieto de un hombre que cumplió
muchos años de prisión por "actos contrarrevolucionarios",
porque su madre tampoco apoyaba a la "revolución" o porque él
mismo criticaba abiertamente al gobierno comunista y había intentado en
dos ocasiones irse de Cuba en balsa, y ese tipo de ciudadanos, para ciertos
individuos parece que no son seres humanos.
Pero ahora, este 24 de diciembre, otros dos jóvenes (Alberto Esteban
Vázquez y Maikel Fonseca), que estudiaban para futuros oficiales de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias, hijos, por supuesto, de padres revolucionarios;
intentaron el mismo viaje. Se introdujeron en el tren de aterrizaje del mismo
avión y, también buscando el futuro, encontraron la muerte.
Esta vez, sin embargo, varios días después de haber ocurrido
el hecho -parece que para no empañar el 42 aniversario de la instauración
del régimen que aún permanece en el poder- el gobierno de Fidel
Castro ha destacado el caso de forma más que inusual y emprendió,
alrededor del mismo, una gran campaña política en la que incluyó
una marcha frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos, país
al que culpa de esas muertes y de las ocurridas en el Estrecho de la Florida,
según dice, por la Ley de Ajuste Cubano.
La Ley de Ajuste Cubano hasta el caso del balserito Elián González
Brotons, era prácticamente desconocida en Cuba. Ahora, ya esa ley es
culpable de todo el que se marcha (y se marchó) de Cuba y de todos los
que han muerto, que son miles, en ese intento. Es como culpar al fuego por todos
los que se suicidan dándose candela. El fuego es sinónimo de vida.
Alberto y Maikel habían repetido muchas veces "¡seremos
como el Che!", y en actos políticos habían gritado "¡devuelvan
a Elián a la patria!". Se suponía que eran jóvenes de
probada firmeza "revolucionaria" (comunista). No tiene ningún
fundamento entonces destacar que el abuelo de Alberto, que reside en Estados
Unidos y estuvo en Cuba una semana de visita, barrió de las mentes de los
jóvenes "revolucionarios" esas ideas tan firmes. Al parecer, al
abuelito le quieren cargar la responsabilidad de ambas muertes.
¿Cuándo parará este deseo incontenible de huir de Cuba,
que ha costado la vida a innumerables hombres, mujeres y niños?
¿Cuándo terminará esa forma tan alejada de cualquier
doctrina humanista -como me dijo ayer una persona a la que amo- "de
encontrar la muerte buscando la vida"?
Estoy convencido que todo esto terminará cuando los que detentan el
poder político (económico, social y cuanto otro existe) hace más
de cuatro décadas ya no estén. Y esto no es sólo por
aquello de que "el poder absoluto corrompe absolutamente", sino porque
el tiempo de cada cual es su propia vida y nadie -esto jamás podrá
ser aceptado- nadie tiene derecho a robarse la vida de los demás.
Todo esto terminará cuando Cuba deje de respirar por poros
enrojecidos a la fuerza, y lo haga con todo el cuerpo vivo, con todas las células.
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