Mañana
será mejor
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - Vientos triunfalistas gubernamentales llegaron a las
puertas del 2001. Finalizaba un año que cierra también el siglo y
el milenio. La euforia que reina en el planeta, gracias a la era de Acuario, la
dirigencia comunista no podía dejarla pasar por alto sin sumarse a la
algarabía, aunque sus aportes para lo que viene sólo representen
nuevas mascaradas, algunas ideas retrógradas y pobres propuestas en
gastadas consignas.
Gritaron hasta la exageración de posibles logros económicos y
delinearon planes para el mañana. Su discurso ya no insiste en el
sacrificio por la patria hasta la inmolación. Ahora anuncian "avances
discretos" que mejorarán la calidad de vida del ciudadano.
Según sus informes, la economía alcanzó en el año
2000 un 5,6 por ciento de crecimiento en el producto interno bruto (PIB)
respecto a 1999, que a precios corrientes y partiendo de la liquidez obtenida
(10 mil 350 millones de pesos (MMP) representativa del 37,5 por ciento del PIB
-hace que este indicador se aproxime a los 27 mil 333 MMP.
Nuestras cifras, basadas en los informes entregados en 1995 por estas mismas
fuentes del gobierno a la Comisión Económica para la América
Latina (CEPAL), muestran otro aspecto del asunto: el PIB del año 2000, a
precios constantes referidos a 1981, no superó los 18 mil 537,5 MMP.
¿Cuál es el real?
El primero representa los valores producidos a la cotización de los
mercados en el momento en que se produjeron las operaciones mercantiles.
El segundo refleja la conversión a unidades físicas expresadas
en pesos, pero referidas a los precios que tenían en 1981.
Ambos proponen estadísticas macroeconómicas con abundantes
deficiencias en su manejo. De todos modos, cualquiera que sea el PIB real, las
autoridades nacionales señalan que el estado de las finanzas les permitirá
acometer ciertas prioridades este año que, por cierto, les interesa
desarrollar.
Entre sus urgencias está invertir en el sector turístico
(locomotora de un posible despegue económico en Cuba) y en la industria
del petróleo, comunicaciones y computación, así como en la
energética y en el níquel.
El Estado cubano se propone construir 28 mil nuevas viviendas, miles de
ellas para la industria sin chimeneas. Sin embargo, admiten no disponer de los
recursos necesarios para reparar el 40 por ciento o más de las
edificaciones existentes en el país que lo requieren urgentemente.
Tampoco hablan de las casi 150 mil familias cubanas que no disponen de casa
propia y que viven agregadas o en albergues comunales, por tiempo indefinido,
sin que existan allí las condiciones mínimas de habitabilidad.
Estos números aumentan cada año, por el crecimiento demográfico,
las nuevas parejas que se formalizan y tienen hijos, así como por los
derrumbes de inmuebles ocasionados por las lluvias y otros desastres naturales
que periódicamente nos azotan.
Lo cierto es que el ritmo de construcciones es superado por la cada vez
mayor necesidad habitacional que tiene la nación. ¡Y pensar que éste
es el problema hipercrítico del país!, pero no recibe el mismo
nivel de priorización estatal.
Volteemos la vista a los servicios médicos. El médico de la
familia recibe a sus pacientes con amor y sensibilidad humana. Hace su diagnóstico.
Indica los medicamentos y entrega un método. Pero esos fármacos,
en su mayoría, no existen en las farmacias y deben comprarse a
particulares a ocho o diez veces su precio normal.
Si necesita algún análisis clínico o pruebas en equipos
especializados (ultrasonido, electrocardiograma, electroencefalograma, tomografía
axial computarizada, u otros) se presentará un nuevo problema: los
equipos están fuera de servicio o no hay reactivos químicos en los
laboratorios.
Si requiere la atención de un especialista, se fijará la
consulta para 30 ó 40 días más adelante, si el caso no es
de extrema urgencia. Otro tanto ocurre si hay que someterse a una intervención
quirúrgica o ingresar en un hospital. En ocasiones la operación se
demora por estar contaminados los quirófanos, o por falta de suturas u
otros detalles menores que no se justifican.
El resto de los servicios en esas instalaciones del Ministerio de Salud Pública
presentan un comportamiento similar: la dieta alimenticia es mala, no le
facilitan al enfermo ropas de cama o efectos de aseo personal. Y lo que es peor,
los enfermos y sus acompañantes apenas pueden descansar en las noches
porque les roban las pertenencias que llevaron de sus casas.
En esta esfera, tampoco se aprecian mejorías. Anualmente se emplean
recursos, pero son insuficientes o no se emplean de la mejor manera. Algo anda
mal.
A similares conclusiones llegaríamos si analizamos la calidad en la
educación y el transporte, en los servicios públicos y en la
atención a la población que brindan las instituciones oficiales, o
si analizamos los alimentos normados que el Estado vende al pueblo a precios
accesibles, o las opciones recreativas, por sólo mencionar aspectos que
inciden con mayor peso en la vida nacional.
En todos los casos, sin excepción, se observa que los resultados económicos
que dice el gobierno que alcanzó no se reflejan en el mejoramiento de las
condiciones de vida de la población.
Sin duda alguna, la economía y las cifras van por un lado y la
realidad social por otro.
La respuesta del gobierno comunista es poco crítica. Generalmente
justifica sus deficiencias o se las endilga a los demás, como es su
costumbre.
Así las cosas, habrá que meterse en un capullo y esperar,
aislado del mundo, la llegada de tiempos mejores, y de hombres mejores.
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