CUBANET .INDEPENDIENTE

16 de enero, 2001


Melchor y los caramelos mágicos

Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro

LA HABANA, enero - Las mesas redondas que cada día transmite la televisión cubana ya se han convertido en un show grotesco. Con ausencia total de un debate real acerca del tema que se trata, los periodistas y otros participantes se dedican a emitir ofensas contra todos aquellos que consideren merecedores de ello. Por supuesto, los panelistas atacan a quienes critican al régimen o señalan aspectos de la realidad cubana que no coinciden con el punto de vista oficial.

La vendetta televisiva del pasado 9 de enero fue motivada por la celebración de la festividad de los Reyes Magos que organizaron funcionarios de la Embajada de España. Ciertamente resultó un espectáculo chocante ver decenas de niños habaneros correr y empujarse por las calles para alcanzar un caramelo y obtener algún juguete en el Centro Cultural español. Esto, sin embargo, no debería ser motivo para atacar a los funcionarios españoles; aunque es comprensible la reacción oficial y de los medios cubanos, pues quedó demostrado que los caramelos y los juguetes son artículos con los cuales los niños del paraíso socialista caribeño no están relacionados.

Aunque traten de negarlo, en los comentarios de la prensa se ha podido ver el rechazo a la celebración de los Reyes Magos como fiesta religiosa. La periodista Arlén Rodríguez, directora de la Revista Tricontinental, declaró que sentía satisfacción por el hecho de que

aquella celebración se había terminado. Al igual que otros de sus colegas, manifestó que en el pasado este festejo "generaba" desigualdades, pues no todos los niños podían tener acceso a los juguetes.

Como es costumbre plantearon que la Revolución había eliminado las desigualdades. ¿En qué país vivirán esos dóciles voceros de la propaganda del Partido Comunista? Semejantes afirmaciones no pueden menos que indignar a la inmensa mayoría de los padres cubanos que tienen que ver a sus hijos pararse deslumbrados frente a las vidrieras para contentarse con sólo observar los caros juguetes que venden en dólares.

La justificación por la cual la celebración de la Epifanía de la Navidad dejó de celebrarse fue porque restaban días de trabajo a la zafra azucarera. Tal justificación demostró el desprecio por las tradiciones y por la familia, pues no se dejó de celebrar el primero de enero como aniversario del triunfo de la Revolución.

También desaparecieron las ventas de juguetes en el mes de julio, lo que esta vez se justificó con la difícil situación económica del período especial, pero es evidente que en los primeros días de enero las vidrieras y anaqueles de los shoppings se abarrotan de juguetes vendidos en dólares, los cuales muy bien podían venderse a precios accesibles y en moneda nacional que es en la que se le paga a los cubanos, si es que en realidad la Revolución estuviera preocupada por eliminar las desigualdades.

No fueron los padres cubanos quienes decidieron dejar de celebrar la fiesta de los Reyes Magos. Los adultos de hoy eran niños y algunos ni siquiera habían nacido cuando se decidió acabar con la celebración, que según los que sí la conocieron cuentan, proporcionaba alegría aún a los más pobres.

Tengo la experiencia de que lo que alegra a los pequeños es saber que los regalos por muy humildes que sean, se lo trajeron Gaspar, Melchor y Baltazar.

Mi pequeño hijo de sólo 4 años de edad tuvo como regalo un globo, un lápiz y una libreta, a pesar que aún no sabe escribir. Con una alegría infinita enseñaba a cuantos llegaba de visita "su regalo de Reyes".

La noche en que la televisión cubana transmitió el reportaje sobre los Reyes Magos españoles, mi hijo saltaba frente el televisor diciendo que ésos fueron los que le trajeron su globo, su lápiz y su libreta.

Los cubanos no debemos sentirnos humillados porque nuestros niños corran para alcanzar un caramelo o un juguete. Quienes hemos organizado alguna fiesta de cumpleaños sabemos que los más pequeños se comportan de ese modo. La realidad es que las golosinas no están al alcance de los niños de la isla.

Los iracundos periodistas oficiales del régimen castrista y miembros del gobierno debieron aprovechar la ocasión para aprender que no hay Revolución grande ni sociedad justa, si ésta no puede dar también caramelos, juguetes y sobre todo, fantasía a los niños.


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