Melchor y
los caramelos mágicos
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - Las mesas redondas que cada día transmite la
televisión cubana ya se han convertido en un show grotesco. Con ausencia
total de un debate real acerca del tema que se trata, los periodistas y otros
participantes se dedican a emitir ofensas contra todos aquellos que consideren
merecedores de ello. Por supuesto, los panelistas atacan a quienes critican al régimen
o señalan aspectos de la realidad cubana que no coinciden con el punto de
vista oficial.
La vendetta televisiva del pasado 9 de enero fue motivada por la celebración
de la festividad de los Reyes Magos que organizaron funcionarios de la Embajada
de España. Ciertamente resultó un espectáculo chocante ver
decenas de niños habaneros correr y empujarse por las calles para
alcanzar un caramelo y obtener algún juguete en el Centro Cultural español.
Esto, sin embargo, no debería ser motivo para atacar a los funcionarios
españoles; aunque es comprensible la reacción oficial y de los
medios cubanos, pues quedó demostrado que los caramelos y los juguetes
son artículos con los cuales los niños del paraíso
socialista caribeño no están relacionados.
Aunque traten de negarlo, en los comentarios de la prensa se ha podido ver
el rechazo a la celebración de los Reyes Magos como fiesta religiosa. La
periodista Arlén Rodríguez, directora de la Revista
Tricontinental, declaró que sentía satisfacción por el
hecho de que
aquella celebración se había terminado. Al igual que otros de
sus colegas, manifestó que en el pasado este festejo "generaba"
desigualdades, pues no todos los niños podían tener acceso a los
juguetes.
Como es costumbre plantearon que la Revolución había eliminado
las desigualdades. ¿En qué país vivirán esos dóciles
voceros de la propaganda del Partido Comunista? Semejantes afirmaciones no
pueden menos que indignar a la inmensa mayoría de los padres cubanos que
tienen que ver a sus hijos pararse deslumbrados frente a las vidrieras para
contentarse con sólo observar los caros juguetes que venden en dólares.
La justificación por la cual la celebración de la Epifanía
de la Navidad dejó de celebrarse fue porque restaban días de
trabajo a la zafra azucarera. Tal justificación demostró el
desprecio por las tradiciones y por la familia, pues no se dejó de
celebrar el primero de enero como aniversario del triunfo de la Revolución.
También desaparecieron las ventas de juguetes en el mes de julio, lo
que esta vez se justificó con la difícil situación económica
del período especial, pero es evidente que en los primeros días de
enero las vidrieras y anaqueles de los shoppings se abarrotan de juguetes
vendidos en dólares, los cuales muy bien podían venderse a precios
accesibles y en moneda nacional que es en la que se le paga a los cubanos, si es
que en realidad la Revolución estuviera preocupada por eliminar las
desigualdades.
No fueron los padres cubanos quienes decidieron dejar de celebrar la fiesta
de los Reyes Magos. Los adultos de hoy eran niños y algunos ni siquiera
habían nacido cuando se decidió acabar con la celebración,
que según los que sí la conocieron cuentan, proporcionaba alegría
aún a los más pobres.
Tengo la experiencia de que lo que alegra a los pequeños es saber que
los regalos por muy humildes que sean, se lo trajeron Gaspar, Melchor y
Baltazar.
Mi pequeño hijo de sólo 4 años de edad tuvo como regalo
un globo, un lápiz y una libreta, a pesar que aún no sabe
escribir. Con una alegría infinita enseñaba a cuantos llegaba de
visita "su regalo de Reyes".
La noche en que la televisión cubana transmitió el reportaje
sobre los Reyes Magos españoles, mi hijo saltaba frente el televisor
diciendo que ésos fueron los que le trajeron su globo, su lápiz y
su libreta.
Los cubanos no debemos sentirnos humillados porque nuestros niños
corran para alcanzar un caramelo o un juguete. Quienes hemos organizado alguna
fiesta de cumpleaños sabemos que los más pequeños se
comportan de ese modo. La realidad es que las golosinas no están al
alcance de los niños de la isla.
Los iracundos periodistas oficiales del régimen castrista y miembros
del gobierno debieron aprovechar la ocasión para aprender que no hay
Revolución grande ni sociedad justa, si ésta no puede dar también
caramelos, juguetes y sobre todo, fantasía a los niños.
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