Mea culpa
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, enero - Las culpas se eliminan desde siempre confesándolas,
por lo menos después de la extinción de la Inquisición y
sus tribunales. Así que el título no tiene nada que ver con
cualquier actividad fisiológica relativa al aparato urinario.
Confesar fue lo que hizo un tal Ceferino de la provincia Pinar del Río,
cuya ocupación es jefe de trenes por ese lugar.
¿La culpa? Que los trenes salen tarde, muy tarde, o sencillamente no
salen. Un hecho que en otro país equivaldría a una catástrofe,
aquí en Cuba es algo muy, muy, muy común. Porque, en fin de
cuentas, la característica definitiva del transporte cubano es el
retraso. Hasta hay entierros que han salido tarde para el cementerio por falta
de... y ¡a pesar de la puntualidad estricta del difunto!
Es el mismo caso del pan. Del que aún reportan, con una ausencia
obstinada de humor por la media nacional, las discusiones a cualquier nivel de
decisión acerca de la "calidad del pan". La enumeración
de casos puede ser más larga que la de los artículos de la
Enciclopedia Británica, les juro no detenerme más en ellos, pues.
Mas vale la pena aclarar que todo se disculpa con una buena excusa. Las
buenas excusas comienzan siempre por los éxitos en las "capacidades
logradas" (Ud. no sabe cuáles son, ni yo tampoco) pasan por las
dificultades del "bloqueo imperialista" y concluyen con un "ganar
en eficiencia y calidad confiados en la inventiva" (de un desastre mayor).
Lo que sí puedo asegurar es que nada se resuelve. Los "mea culpa"
se escuchan a diario por todas partes. Pero la culpa culposa convertida en
culpita va resbalando desde la primera persona hasta la tercera del singular,
para seguir extendiéndose, como una mancha de aceite pegajoso y sucio,
hasta las personas del plural, donde se diluye por arte de magia.
Y aquí, compañeros... no pasó nada. Todo sigue igual.
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